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Me encontraba junto a Aaron, en la mesa, desayunando, como todos los días, a pesar de que no tenía nada de hambre.
A diferencia de otros días, desconociendo el motivo, me sentía muchísimo más nerviosa que nunca.
─ Oye, quería hablarte sobre...lo de ayer ─ comentó mientras cerraba la botella de agua plástica, a la que acababa de darle un sorbo sin inmutarse en servirla en un vaso.
Ay, Dios...
─ ¿Sí? ─ Titubeé.
─ Tienes... que devolverme la sudadera.
¿Y para eso armaba toda esa tensión?
─ La guardaste en tu armario anoche, venía cansado y se me olvidó decírtelo ─ añadió. Quise morirme de la vergüenza.
─ Lo siento, debí confundirla con alguna otra sudadera mía ─ me disculpé, sintiendo mis mejillas calientes ─. También venía cansada y no me di cuenta, lo siento. Ahora después te la devuelvo, lo prometo.
─ Vale ─ musitó ─. Eso sí, si me resfrío, eres la encargada de mantenerme y servirme hasta que se me pase el resfriado. Es justo.
─ Trato hecho ─ bromeé ─. Bueno ─ me acomodé ─. Cambiando de tema, ayer me llamó mi madre. Mi hermano quería hablar conmigo, pero toda la llamada estuvo diciendo que quería verte, y que vinieras tú siempre que yo viniese a casa. Le has caído muy bien.
─ Tengo mi toque, ya te lo he dicho ─ bromeó ─. Es un niño encantador ─ se calló por un momento y se giró ─. Oye, creo que te están llamando.
Tenía razón, y lo supe cuando afiné mis oídos y oí una voz a lo lejos, mencionando mi nombre.
─ Joder ─ susurré, él me había oído, por lo que recibí una risa por lo bajo por su parte. A mí no me hacía gracia, estaba tomándome un café caliente con espuma, un momento sagrado en mi vida ─. Ahora vuelvo.
─ De hecho, yo también me iba ─ él ya se había terminado su café de un trago.
─ Pues, ahora te veo, Aaron ─ me despedí y me di media vuelta.
Cada uno se fue por su lado y no volví a pensar en el día de ayer.
Entré en el salón número catorce.
Sí, tenían más de quince salones. Era una locura.
Y lo peor de todo era que los clasificaban con números.
¿¡Para qué tantos salones!?
Myri se acercó a mí y me dijo que me esperaban en el vestidor, pero no me dijo quién. Fue breve, no fueron ni dos minutos de conversación.
Pasé y me encontré a una mujer de pelo rojo granate ─ teñida ─ y con ojos marrones claros. Tendría unos cuarenta años o treinta y muchos, no tendría más.
─ Hola, cariño, me alegro de conocerte, soy la diseñadora. ¿Te ha dicho Myriam que estaba aquí? ─ Mientras me hablaba, organizaba una caja llena de hilos y alfileres. Tenía los dedos llenos de tiritas y pequeñas puntitos alrededor de sus manos, coronados por costras, que supe que eran pinchazos de alfileres en cuanto se pinchó con uno sin querer frente a mis narices y se lo llevaba a la boca, soltando una grosería.
─ ¿Myriam?
─ Myri ─ aclaró, mientras separaba su dedo pinchado de sus labios ─. Tengo la manía de llamarla por su nombre completo, perdona.
─ Sí, ella me dijo que estabas aquí.
─ Soy Senila, la diseñadora de Aaron y la tuya.
─ Y ¿para qué me llamabas?
─ Te esperaba para tu diseño de tu vestido de boda ─ algo en mí se removió. Debía casarme con apenas diecinueve años. No volvería a hacerle caso a mamá en mi vida ─. Y como no aguanté, te traje este.
Me mostró un precioso vestido puesto perfectamente en un maniquí. Era blanco, deslumbrante, con detalles dorados que simbolizaban la realeza, por lo que estaba obligada a llevar detallitos dorados, según me dijo Senila.
El vestido era muy bonito, era largo, con falda de un leve vuelo, y con los detalles dorados más bonitos aún. El escote era de corazón y tenía las mangas a los laterales.
─ Es muy bonito.
─ ¿Verdad que sí? ─ Sonrió orgullosa ─. Pruébatelo ─ me mostró cómo se ponía haciéndolo con el maniquí, en una demostración rápida y ruin ─. Me avisas para que te vea.
Salió de la habitación y seguí sus instrucciones.
Me puse el vestido ─ con unas poquitas complicaciones ─ y me miré al espejo. Me vi preciosa. Quise llorar, no me veía bien frente a un espejo desde hacía mucho, pero, mucho tiempo. Me quedaba radiante el vestido.
Llamé a Senila y entró en cuestión de segundos.
─ ¡Estás preciosa! ¿Quieres que te muestre más? ─ Quedó fascinada. El vestido me hacía incluso más alta.
─ No, gracias. Este me ha encantado ─ quería irme de allí a hacer cualquier otra cosa que no fuera probarme ropa. El vestido no era muy cómodo, bonito sí, pero cómodo no. Y además ese vestido me gustaba.
─ Perfecto, estás preciosa. Solo faltaría arreglarte y ya. Me lo llevaré para hacerle algunos arreglos y ya estaría.
─ ¿Tú también estás haciendo el traje de Aaron?
─ Claro, los dos quedaréis divinos. Bueno, deja el vestido en el maniquí. Iré con Aaron. Ahora se lo entregas a Myriam.
─ Claro.
Abandonó la sala y me quité el vestido de boda y me puse el mío que tenía puesto antes, color cielo, corto.
El problema era que no conseguía cerrar la cremallera de mi vestido después de estar casi cinco minutos intentándolo.
Justo la puerta se abrió y agradecí estar vestida. Era Aaron. ¿¡Acaso no le habían enseñado a tocar las puertas o qué!?
─ ¡Joder! ¿Nunca te han enseñado a llamar a la puerta antes de entrar?
─ ¿Hazel? ¿Qué haces aquí? ─ Me miró extrañado ─. Además, estás vestida, no vas a morirte.
─ Perdona por asustarme porque han abierto las puertas de par en par de un vestidor, justo donde yo estaba y estoy ─ enfaticé con ironía ─, terminaba de abrochar mi vestido, pero no puedo. ¿Y tú qué haces aquí?
─ Senila me dijo que la esperara aquí ─ dió un pequeño paso hacia mí ─. ¿Necesitas ayuda?
─ Por favor ─ era frustrante, vi su ayuda como una salvación vital.
Aaron se acercó a mí y agarró la cremallera del vestido. Su leve contacto de su piel contra mi espalda me causó un nerviosismo indescriptible. Estábamos frente al espejo. Miraba su rostro de concentración y me fijé en los pequeños caminos que hacían sus pómulos debido a su notable faceta.
Su semblante era serio, y antes de decirme nada, me miró.
Subió por completo la cremallera del vestido y esa línea que marcó sin querer con su piel por mi espalda fue más excitante que cualquier toque especial que hubiera tenido con cualquier otra pareja.
─ Gracias, me retiro ─ Dios, estaba nerviosisima.
─ Adiós, Hazel.
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¿Promesa? [✔️ COMPLETADA] ©
Novela JuvenilCanadá, un bonito país, una buena realeza y un futuro rey de veinte años condenadamente guapo. Aaron debe buscar una esposa para convertirla en reina con él, allí es donde conoce a Hazel. Una campesina de apenas diecinueve años que es obligada por s...