Promesa

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¡Hola!

Sí, sé lo que van a decir, 1- Deberías de estar trabajando en Controvento. 2- Tienes muchos otros pendientes y 3- ¡¿Cuánto tiempo libre tienes?! 1- Sí, debería trabajar en Controvento, pero ahora mismo explico por qué no es así. 2- Lo sé, lo sé, créanme que soy muy consciente de ello, pero mi Inspiración no lo es y 3- No, de hecho no he tenido tanto tiempo libre como podría suponerse al ver lo seguidas de mis últimas entradas. La verdad, debería estar más preocupada por el proyecto de física que tengo incompleto, o por el hecho de que ya es mi último bimestre en segundo de secundaria, pero no está sucediendo eso.

Y sí, ya sé, ¿qué fetiche traigo con Nico este mes?

Déjenme explicarles de dónde se originó esta historia y por qué está relacionada con Controvento.

Cuando estaba planeando el segundo capítulo de esa historia con un amigo, él me hizo un comentario -dos de hecho- en donde planteaba posibles finales alternativos. Ese chico es un genio, de verdad, y sus tres historias me encantaron, sólo que (claro está) no podía ponerlas todas en Controvento. De tal forma, que el segundo capítulo de Controvento está inspirado en su tercer idea, esta historia se origina en su primera -y genial- idea, y voy a escribir una tercera historia -que aún no tiene nombre, pero espérenla pronto, va a ser un Solangelo- con su segunda idea (¿lo que acabo de decir tiene sentido?).

Sea como sea, sus ideas me gustaron tanto que decidí escribirlas por separado, y tenía esta historia en la lista de "pendientes por escribir", sin embargo anoche, a eso de las 10:30 me atacó la inspiración y tuve que levantarme -literal, yo ya iba a dormirme- a escribirla. Además de que me acosté a las 12:00 en domingo con escuela el lunes por la mañana conseguí casi terminar esto, dejando algunas cosas para pulir y revisar hoy.

Final -y orgullosamente- puedo ahora decir que ¡está listo! Qué lo disfruten.


Promesa


La discusión había comenzado en el desayuno. En un inicio, Perséfone no había prestado atención, hasta que había empezado por escuchar la colérica voz de su marido hablando con su hijastro.

No lo había tomado en cuanta, pues había abandonado el comedor pronto para ir a refugiarse en su jardín, donde enormes montículos de todo tipo de piedras preciosas semejaban sus amadas flores.

Desafortunadamente, se olvidó del hecho de que para llegar hasta la sala de tronos –donde presumiblemente Hades y Nico se dirigirían tras dejar el comedor–, tenían que pasar justo por en medio de su adorado jardín.

Y ésa era la razón por la cual en ese momento se encontraba prestándole atención a la disputa entre su esposo y el hijo de éste por primera vez.

Había empezado con Hades reprendiendo a Nico por algo, un error o lo que fuera, y las cosas habían empeorado prontamente hasta convertirse en una discusión con comentarios hirientes y bastante cortantes por parte del dios y hesitantes asentimientos del chico.

Honestamente, Perséfone dudaba que todo se debiera a lo que el niño pudiera haber hecho.

En ese momento había una gran epidemia en África, y las Puertas de la Muerte apenas se daban abasto, por lo que cualquier error, por pequeño que fuera, resultaba escandaloso.

De cualquier forma, después del regaño que era previsible y quizás hasta pertinente, Hades no se había detenido, sino que había continuado, comparando al chico con su hermana, entre otras cosas.

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