Cuando Maylea despertó la aquejaba un terrible dolor de cabeza, que solo fue a peor al levantar la vista y darse cuenta de que no tenía ni idea de a donde se encontraba.La habían dejado sobre una especie de cama, conformada por pieles y paja, que se encontraba en medio de una pequeña habitación.
Se incorporó sobre ella, y noto que aún vestía la capa negra que Dominick le ordenó a uno de sus hombres ponerle encima para cubrir su desnudez. Como si no estuviese disfrutando ver lo que un día pudo ser suyo.—¡Maldito traidor! —Dijo para la soledad que la rodeaba.
¿Cómo era que aun estaba vivo? Se preguntó, recordando que la ultima vez que lo vio fue en el baile de invierno, cuando Theo estaba a punto de hacer rodar su cabeza.
En el fondo deseó, solo por un momento, que lo hubiera hecho.
Se puso en pie con lentitud, le dolían todos los músculos, pues cuando intentó defenderse de los rebeldes dio patadas y puños hasta el cansancio. E incluso después de eso, continuó peleando; lo que terminó provocando que uno de ellos le propinara un golpe en la cabeza que la dejó inconsciente.
Lo extraño era que durmió durante horas, pues al asomar el rostro por la pequeña ventana de su habitación, notó que un sol matutino brillaba en el cielo.
—Buenos días, May —Una voz a su espalda la obligó a volverse de repente hacia la puerta.
—¡Maldito infeliz! —Gruñó al tiempo que salía disparada con dirección a Dominick.
—¡Cuidado! —Advirtió él sujetándola por las muñecas.
Maylea se retorció con fuerza en un intento de liberarse, pero no tenia un ápice de fuerza y estaba demasiado adolorida como para enfrentarlo; así que se rindió.
—¿Dónde estoy? —Preguntó furiosa.
—Si querías un tour por el lugar, solo tenias que pedirlo —Sonrió con evidente sorna —. Dioses, ¿Nunca aprenderás a comportarte como una dama?
—¿Quieres descubrirlo? —Levantó una ceja —. Suéltame y te mostrare.
El castaño extendió aun más su sonrisa y tiró de sus muñecas para acercarla a su cuerpo. Ella lo sintió respirar sobre su rostro.
—Te extrañé —Murmuró él mirándole los labios.
Demasiado distraído como para percatarse de que la rodilla derecha de la doncella se dirigía a su entrepierna.
—¡Demonios! —Chilló cuando sintió el terrible dolor provocado por el rodillazo.
Entonces sí la soltó y se inclinó hacia adelante en busca de algo de aire. Oportunidad que ella no desaprovechó, pues al verlo ahí encorvado e indefenso, le propinó un puñetazo directo en la nariz.
Tan fuerte, que a él le dolieron los dientes y a ella sus propios dedos. Pero eso no importaba, todo cuanto importaba era salir de allí.
Así que sin dudarlo echó a correr fuera de la habitación, atravesó un angosto pasillo que se conectaba con una pequeña sala decorada por sillas de madera y una mesa rectangular y siguió huyendo en busca de una salida.
Fue en ese momento cuando vio una puerta de madera café que se encontraba entre abierta y avanzó en su dirección.
Al salir, no pudo disimular su sorpresa ante lo que vio. Los rebeldes no tenían un simple campamento con tiendas de campaña o refugios, sino chozas, decenas de chozas cubiertas de nieve y construidas en una madera marrón de apariencia frágil; las cuales estaban ubicadas según una serie de estandartes, que servían para representar a los diferentes clanes.
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OSBORNE: El destino de una dinastía
Historical FictionMaylea parte de casa con dos objetivos en mente, el primero conquistar a un hombre noble y el segundo salvar a su familia de la desgracia, mas pronto descubre que su camino al altar estará lleno de obstáculos y trampas; que la capital es un lugar ho...