◇νєя∂α∂ ∂єƒιηιтινα◇

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Dos semanas después, Lunes en la mañana.

—Emi, despierta— Joaquín mueve un poco a Emilio, quien está profundamente dormido —tenemos que llevar a los niños a la escuela, amor.

Recién termina de preparar el almuerzo para los niños, para que se lleven a la escuela. Emilio no se ha levantado a pesar de que le habló más de tres veces.

—Cinco minutitos más, amor— se cubre hasta el cuello con las cobijas.

—Emi, va a venir Eduardo y te va a levantar— susurra en el oído del rizado.

Emilio no responde, simplemente saca su brazo de las cobijas y toma a Joaquín por la cintura para que se acueste con él.

—Amor, levantate— pide riendo el castaño.

—Papá Emilio— se escucha una vocecita detrás de la puerta acompañada de unos ligeros toques sobre la misma —quiero ir a la escuela.

—¿Cómo le dices que no a un "QUIERO" ir a la escuela?— pregunta Emilio en un susurro sobre el cuello de Joaquín.

—No puedes— responde riendo ante las cosquillas que le causa el aliento de Emilio —así que ya levantate.

—De acuerdo— bosteza y camina a abrir la puerta no sin antes dejar un beso sobre los esponjosos labios de su novio —¿Qué pasa pequeño?.

—Quiero ir a la escuela, papá Emilio— responde mirando hacia arriba.

—¿Ya estás listo?— pregunta acariciando su mejilla.

Sipi— asiente feliz.

—¿Y tú hermano?— pregunta mirando hacia la habitación.

—Está terminando de cambiarse— responde abrazando la pierna de Emilio.

—¿Qué pasa, Dudu?— cuestiona Joaquín acercándose a ambos.

—Los quiero mucho— murmura mirando al castaño, pero sin soltar a Emilio.

La situación con la mamá de Axel lo tiene un tanto asustado, quiere decirle a Emilio y a Joaquín, pero no se atreve a traicionar a su hermano. Axel le había dicho que él se iba a encargar de la situación, que no se iría y que haría lo posible por descubrir las intenciones de Victoria.
Eduardo enserio le cree y confía en que sabrá que hacer, pero eso no evita que le de miedo que lo alejen de sus padres.

Los que si lo quieren.

—Nosotros... — el rizado levanta a Eduardo en sus brazos —te amamos, campeón.

—Te adoramos, Dudu— agrega Joaquín —a ti y a tu hermano.

Eduardo sonríe y abraza a ambos adultos. Los abrazos de ellos siempre lo hacen sentir bien. Son calidos y es como si dos nubes de algodón lo estuvieran envolviendo.

—Vamos, o se nos hará más tarde— menciona Joaquín separándose del abrazo y dejando un beso en la mejilla de Eduardo —vayan a desayunar en lo que voy por Axel.

El castaño camina a la habitación de los niños y toca la puerta recibiendo un "adelante" como respuesta.

—¿Ya estás listo, Al?— pregunta con una sonrisa.

—Si, ya, sólo me falta cerrar la mochila, pero no puedo— suspira rendido. El cierre de la mochila sé había atorado y por más que intentaba jalar de él, no podía.

—A ver, dejame ayudar— se acerca a Axel para ayudarle con el cierre.

Todo pasa en cuestión de segundos. Joaquín tira del cierre, pero esto se resbala de sus manos y su mano da directo en la cara de Axel.

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