12. Momento Érika y yo

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Érika MacBeth

Eros se fue hace un rato a buscar algunas cosas mientras yo me preparo. 

Miro mi cuerpo desnudo en el espejo del baño en busca de moratones. Sí es verdad que de pequeña llegué a tener una anemia leve porque mi cuerpo no producía el hierro suficiente. 

Pero la verdad no entiendo cómo es que ha aparecido tan de repente. Vale, sí, comí mal durante la semana que faltó Eros (porque se me vino todo encima, tengo pánico de volver a quedarme sola). Pero luego todo volvió más o menos a la normalidad. 

No encuentro ningún rastro de anemia, ni moratones, ni manchas en mis uñas, ni nada por el estilo. 

Decido ignorarlo y ponerme el bañador y, por encima, un vestido blanco con los hombros al descubierto. 

...

-¿Falta mucho? -pregunto mientras bajamos una interminable escalera de piedra que baja por un acantilado a una cala escondida. 

-Ya casi estamos. -sonríe. Eros lleva una camisa de lino blanca y unos pantalones blancos largos junto con sus inseparables gafas de sol. 

Yo llevo la bolsa con las toallas y él la nevera. Pero la verdad mis brazos de espagueti me empiezan a gritar "YA BASTA" para mis adentros. 

Pasamos un gran matojo de hierva seca, me doy cuenta de que ya se escucha el mar y empezamos a ver los primeros metros de arena. 

-Mira. -Eros se detiene en una zona en la que ya no hay matojos secos y se ve una gran escena digna de ser pintada. 

Una pequeña brisa nos acaricia a ambos mientras el sol nos da de lleno. 

Seguimos bajando hasta que por fin piso la arena, está caliente después de recibir luz todo el día. Y la verdad agradezco la temperatura. 

Montamos nuestro chiringo en una cala desierta, no hay que preocuparse por robos. 

-Vamos al agua Érika. -Eros se quita la camisa y la tira sobre la toalla. 

De repente mi vista se nubla, cierro los ojos y al abrirlos me veo en la misma situación, pero en un sitio distinto, y Eros lleva otra ropa, y yo también. 

Se acerca a mí y eso es lo que me hace parpadear de nuevo y volver a la realidad. 

-¿Pasa algo? -pregunta poniendo su mano en mi brazo. 

-No tranquilo. -sonrío. -Vamos. -me quito el vestido y le acompaño al agua, pero en cuanto mis pies la tocan me arrepiento instantáneamente de haber aceptado. -Dios está congelada. 

-Pero si está buenísima. -se adentra un poco y comienza a salpicarme. 

-Para para. -río alejándome, pero viene tras de mí y me coge en brazos para tirarme al agua. 

Eros

Me siento en la toalla y la miro.

Sus ojos están fijos en el orizonte, mirando como el cielo comienza a cambiar de color.

La brisa mueve su pelo cobrizo mientras que sus ojos adoptan un brillo único. Uno que solo ella tiene y puede mostrar.

Un pequeño cosquilleo brota en mi estómago, de repente estoy nervioso y me tiemblan las manos un poco.

¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy nervioso?

Joder, soy un puto Dios Griego, soy Cupido. Soy...

-Eros. -dice ella, y no puede tener más razón. -Gracias.

-¿Por qué? -pregunto sin entender a qué se refiere.

-Por sacarme del pozo. Si no me hubieras buscado no sé qué habría pasado conmigo. -sonríe haciendo que el perfil de su cara se vea realmente hermoso.

Me acerco a ella y giro su cara poniendo mi mano en su mejilla. -¿Pasa algo...?

Antes de que siga hablando la beso con suavidad, como si fuese una muñequita de porcelana que fuese a romperse.

Y no quiero romperla y pisar los cachos, porque me haré mucho daño.

La tumbo sobre la toalla mientras nos besamos escuchando las olas del mar, con el atardecer de fondo.

Érika pone sus manos en mis mejillas acercándome más a ella.

Nos separamos un poco para poder respirar y mirar al otro.

Sus pequeña sonrisa, tímida y vergonzosa, me da mil años más de vida. Sus ojos repasan los míos, pero la miradita a los labios que me echa me mata.

Vuelvo a besarla acariciando su cintura por encima del vestido que lleva y que me vuelve loco.

Acaricia el pelo de mi nuca mientras apoyo mi rodilla entre sus piernas.

Con su otra mano comienza a desabrochar los primeros botones de mi camisa mientras yo desabrocho el lazo que hay en el escote de su vestido.

De repente comienzo a sentir algo mojado caer en mi espalda, pero no le doy más importancia.

-Eros... -la callo a besos para no cortar el momento. -Espera, para...

-¿Qué pasa? -pregunto mirando al frente sin entender.

Pero cuando grandes gotas de lluvia nos empiezan a mojar me doy cuenta de que llueve.

-No pasa nada... ¿Por dónde íbamos? -pregunto sonriendo. De un momento a otro el cielo se oscurece y un rayo lo ilumina. La cara de terror de Érika me hace darme cuenta. -¡Corre corre!

Nos ponemos en pie y rápidamente recogemos todas las cosas.

Subimos las escaleras corriendo cargando con las toallas y la comida intentando mojarnos lo menos posible.

Una vez llegamos al coche ambos estamos empapados, nuestro pelo chorrea al igual que la ropa.

-Bueenoo... -digo agarrando el volante mientras ambos miramos al frente escuchando como la lluvia cae con fuerza sobre el coche. -¿Qué te apetece hacer?

-No tengo ni idea. -admite y comenzamos a reírnos, porque sí, porque esta no podría ser una situación más Érika y yo.

Porque aunque esto no lo recuerde de sus vidas pasadas, siempre nos pasaban cosas de este estilo.

-Creo que ya sé qué podemos hacer.

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