El orfanato había quedado reducido a meros escombros después de que alguien a quien nadie logró identificar le prendiera fuego.
Rhett contemplaba los restos con el éxtasis en la mirada.
Ilusos, pensó. Él sí sabía quién lo había hecho.
Carlos.
Lo vio. Lo vio todo. Incluida esa chica espiándolo desde las sombras.
Emma.
Sí, la había investigado. Ahora se había matriculado en la universidad – en su misma carrera, qué cosas – y solo iba un año por detrás de él.
Rhett la tenía vigilada, solo por si acaso. No sabía si sospechaba o no...pero jamás había que bajar la guardia.
¿Habría sido ella quien acechaba sus pasos en el pantano? ¿O esa entrometida de Nadia? Si era así lo averiguaría.
No había nada en aquella ciudad que se le escapara.
La societatem tenebris tenía ojos y oídos en todas partes.
— ¿Crees que alguien sospecha de nosotros? — le preguntó Jacqueline, a su lado, terminando de fumarse un cigarrillo.
Él hacía lo propio. Era el tercero. Contemplar la destrucción mientras expulsaba el humo era relajante. Aunque no tanto como ver la manera en que los carneros se desangraban lentamente, pero debían relajarse un poco y pasar desapercibidos.
Lo sopesó detenidamente. Rhett era un observador y un estratega nato, siempre adivinaba los pensamientos e intenciones de los demás con tan solo estudiarlos durante unos minutos. Y se había asegurado de sacarle provecho desde bien temprana edad.
— Es posible que estén atando cabos. Francis y Nadia se están cansando de guardar silencio y la gente desesperada...hace cosas desesperadas — apuntó, con fastidio.
Mientras que él era frío como un témpano de hielo, su hermana tendía a ser un tanto más emocional e impulsiva. A pesar de ello, era su mejor compañera de juegos. Una excelente aprendiz.
Y su única debilidad. Como él era la de ella.
Ninguno de los dos sobreviviría si al otro le sucediera algo. Por eso se cuidaban tanto.
No podían fiarse de nadie más. Especialmente ahora, que todo estaba revuelto y las cosas podían torcerse en su contra de un momento a otro.
— Entonces tendremos que ocuparnos de ellos como es debido — aventuró, con una sonrisa maliciosa asomando en sus labios pintados de negro.
Rhett compuso una mueca divertida que mostró cuánto le agradaba la idea. Sin embargo, no podía ser.
— Pero no matándolos. Demasiado arriesgado, por el momento no nos conviene.
Ella hizo un puchero, como si acabara de privarla de la mejor diversión de su vida. Aun así, cedió. Nunca le llevaría la contraria a Rhett, él sabía lo que hacía.
Era más inteligente que nadie que hubiera conocido.
Sus manos se unieron ante aquel paisaje lleno de ruinas y devastación sobre el que se erigían.
Rhett le dio dos caladas a su cigarro y se lo pasó a Jackie, quien le echó el humo a la cara, haciéndolo sonreír. Eso lo había aprendido de él.
Le había enseñado muchas cosas, en realidad. Pero ella también a él.
Eran dos cuerpos, pero una misma mente. Uno solo. Y nadie nunca podría separarlos.
— ¿Has traído el mapa? —inquirió, quitándole el cigarro de los labios y apurándolo.
— Claro. ¿Acaso te he decepcionado alguna vez? —respondió ella, orgullosa.
— Nunca — replicó él, rotundo e inquebrantable.
Los ojos de Jacqueline se empañaron de emoción, desempolvando recuerdos de antaño que todavía, algunas noches, la atormentaban. Era débil, ojalá fuera tan fuerte como él.
Pero estaba aprendiendo. Pronto lo arreglaría.
A veces pensaba que su hermano era capaz de leerle el pensamiento, pues se apresuró en borrar de sus ojos todo rastro de sufrimiento con la yema del pulgar. Sin embargo, no era eso, sino que la conocía mejor que nadie. Mejor que ella misma.
— Venga, vamos a ver cuál será nuestro siguiente paso — propuso, para distraerla. Aquel lugar le provocaba sentimientos encontrados, no entendía cómo él podía estar tan tranquilo.
Claro que no fue el lugar, sino los monstruos que en él habitaban lo que propició el desastre. Pero no le apetecía martirizarse con el pasado, ya no. No cuando el presente prometía ser mucho más estimulante.
— Claro —dijo, sacando las chinchetas de la mochila donde tenía guardada la máscara y otros utensilios pertinentes.
Juntos, cerraron los ojos y dejaron que el azar fuera quien guiase sus pasos. La suerte estaba echada y ellos se hallaban cada vez más cerca de su objetivo.
Rhett silbó al echar un vistazo.
— Vaya, vaya, no está mal. ¿Qué te parece? —Como siempre, quiso contar con su opinión y ella se la dio, esbozando una sonrisa complacida.
— Que probablemente tengamos que emplearnos a fondo. La visita a nuestro amigo el párroco dejó el listón bastante alto — comentó y una sonrisa cruel adornó las facciones enfermizas de su hermano, que estalló en carcajadas.
— Tienes razón, solo de recordar su pánico siento que podría correrme en los pantalones —exclamó, haciéndola reír. Sabía que no bromeaba.
— Tenemos que encontrar a los que estaban fisgando en el pantano, podrían estropearlo todo — renegó, repentinamente intranquila. Y furiosa.
Tanto como él, que dejó escapar un gruñido bajo y profundo, como el de un animal enfebrecido. Nadie se metía en su territorio y se iba de rositas.
— Y lo haremos, de eso puedes estar segura — prometió, con las pupilas salvajes.
Justo en aquel momento, las sirenas de dos coches de policía sorteando el tráfico a toda velocidad llegaron a sus oídos, dejando que el viento se llevara las palabras de Rhett.
Los dos hermanos saborearon su triunfo con regocijo.
— Axel, Axel...ya has recibido otro mensaje. Tengo curiosidad por ver qué harás a continuación — dijo a la nada, para poco después emitir un silbido quedo. Hacía tanto frío que el vaho que salía de sus labios era escandaloso y abrazó a su hermana contra sí, protectoramente.
Sabían que el tiempo se les había agotado, era hora de volver a casa.
Por aquella noche, sus instintos habían sido saciados.
— Es una lástima que mamá termine su turno en una hora. De lo contrario, podríamos arriesgarnos a presenciar el espectáculo in situ —se quejó Jackie. Y Rhett le dio la razón.
Su madre era enfermera y su horario en el hospital demasiado inestable, lo que suponía un inconveniente para sus planes. Pero habían aprendido a adaptarse. Eran unos expertos en mimetizarse con su entorno.
— Lo sé. Menos mal que nunca nos ha faltado imaginación, ¿verdad, hermana?
Por toda respuesta, ella dejó escapar una risa frenética. Tenía razón, como siempre.
Le dieron la espalda al orfanato, ya no tenían nada que hacer allí.
Y del mismo modo que habían aparecido, se perdieron en la oscuridad con la total seguridad de quien está en su elemento.
XXXX
Cortito pero intenso uwu aquí habéis podido conocer un poquito mejor a los hermanos ¿qué os parecen? Os leo, espero que os esté gustando la historia <3 besos oscuros
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La ciudad que se tiñó de escarlata © PRÓXIMAMENTE EN FÍSICO #2 saga diabolus]
Misterio / SuspensoSEGUNDA PARTE DE "LA CARA OSCURA DE NUEVA ORLEANS"