Capítulo 39

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Después de unas cuantas horas de viaje, llegamos a San Juan, la capital de Puerto Rico.

Y yo ya me sentía como un niño emocionado, como si fuera navidad. Porque por más que no es la primera vez que viajo en mi vida, ya que lo he hecho muchas veces con mis padres, mis abuelos y mis hermanos, está es la primera en la que lo hago con... con alguien como Atlas... digámosle... "Interés amoroso". No sé de qué otra forma describir lo que sea que tengamos.

Aunque tampoco necesito una palabra que nos define. Comencé a no darle importancia a esas cosas. Ahora tan solo quiero dejarme llevar por lo que siento, y no tanto en enfrascar algo que no lo requiere. Y eso me hace sentir más en paz.

Antes de subirnos al auto que nos iba a llevar al hotel, Atlas habló por teléfono con Jun, y todo parecía ir bien de momento. Así que un poco más tranquilos, nos subimos al vehículo y este comenzó a conducir hasta llegar a dónde nos íbamos a hospedar.

Apenas entramos nos recibieron con unas piñas coladas, las cuales íbamos tomando gustosos mientras hacíamos el check in. Después nos escoltaron hacia nuestra habitación, una vez que terminaron de enumerarnos las distintas instalaciones con las que contábamos.

La habitación es bien espaciosa y luminosa. Tiene una amplia cama doble, con las mesas de noche a cada costado, enfrente una gran pantalla de televisor, y a un lado un enorme ventanal que es una puerta corrediza que da al pequeño balcón, con una espectacular vista al mar.

Como si nos hubiéramos leído el pensamiento, soltamos los bolsos e impactamos nuestras espaldas en el cómodo colchón de la cama. Lanzamos un suspiro relajado.

- Lo logramos... llegamos... - menciono con alivio.

- Sabía que lo haríamos. - comenta él. - No estuve preocupado, ni nervioso, en ningún momento.

Se me escapa una risa. - Ya, si claro. - hablo con sarcasmo, divertido. - Estabas a un paso de derretirle los ojos a su hermano con la mirada.

- Jun es exasperante.

- Como dicho hermano suyo que conozco.

- Puede ser... pero te encanto, a que sí.

- Ya ni me voy a molestar en negarlo. Me he delatado yo solo, y bastante.

- Oh no te preocupes, yo también. - dice. - También me encantas...

Giramos nuestras cabezas al mismo tiempo y posamos los ojos en el otro. Nos dedicamos una amplia sonrisa. Llevo mis manos a su rostro, y Atlas me imita, para luego unir nuestros labios en un profundo beso. Nos deslizamos aún más cerca del otro, sin dejar de besarnos.

Soy yo quien se aparta primero, a lo que Atlas me dedica una mirada de indignación.

- Anda, vamos a cambiarnos de ropa y así vamos a dar una vuelta. - digo. - Que no vinimos a encerrarnos en la habitación.

- ¿Ah no? - inquiere. - Porque yo solo vine por la oferta de sexo sin restricción.

- No. - me paro. - Anda, que debes ganártelo.

Lo miro y le extiendo mi mano, la cual él toma con una dulce sonrisa. Tironeo de él, logrando que también se pare y pegando su pecho contra el mío. Rodea mi cuello con sus brazos, y yo su torso con los míos. Nos quedamos observando en silencio.

No puedo explicar el amor que me desborda por Atlas en este último tiempo.

Lo amo.

Otra vez nuestros labios se vuelven a unir a la perfección, como si hubiesen sido hechos para encajar los míos con los suyos, y con nadie más. Solo con mi Atlas.

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora