27- El amor de mi vida

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A veinticuatro horas de una inminente boda, la suya, más concretamente la suya con Lexa, una certeza demasiado gigantesca y con tanto significado que no se entendía a si misma por estar tan tranquila, porque su cerebro lo entendía, pero su cuerpo estaba en plan "Chill out" Lexa le preguntaba "¿Estás nerviosa ya?" Cada día de esa última semana, ella la miraba, por alguna razón la morena esperaba escuchar "Mucho, más que en toda mi vida" y a ella le sabía mal tener que contestarle "Un poco" y no lo tenía claro del todo, porque estaba emocionada, pero no estaba nerviosa. A lo mejor porque era el curso natural de los acontecimientos y todos los nervios se le gastaron cuando intentaba recuperarla, quizás se lo había imaginado tantas veces que su cuerpo se había adaptado a aquella sensación y lo veía cómo algo normal, como "Era inevitable que pasara, mantengamos la calma" Porque Lexa se le adelantó y fue maravilloso, una de las mejores noches de su vida fue cuando la morena le pidió que se casara con ella y nunca había tenido que dar una respuesta tan fácil cómo aquella. Hacía poco más de cinco meses de aquello y su piel lo revivía cómo si lo estuviera viviendo cada vez que su novia la miraba, cada día tenía la misma sensación recorriendola por dentro y cuando le sonreía, su cabeza volvía repetir "Si, si quiero" y se le formaba un revoltijo en el estómago. Iba a casarse con ella, iba a ser su mujer, otro sueño que se le cumplía gracias a Lexa y si fue fácil o difícil llegar hasta allí, ella ya no se acordaba, sus sentimientos no le dejaban echar la vista atrás, decidieron que era mejor centrarse en el presente desde que estaba con ella.

Los preparativos tampoco la ponían nerviosa, más bien la estresaban un poco, pero un estrés de puta madre, porque después cada noche, se metía con ella en la cama y la miraba a los ojos, Lexa le devolvía todo el amor que veía en ellos y ella pensaba "Ya está ¿Qué más quieres?" Y no quería absolutamente nada más porque lo tenía todo, no podía pedir más, por muy egoísta que fuera no podía, nada iba a conseguir hacer mejorar lo que ya era suyo y eso si le removía todo por dentro, Lexa lo hacía, Lexa y todos sus regalos, esos que ni sabía que le daba porque cada día era uno de ellos, la mayoría ni siquiera eran tangibles, pero los sentía por todas partes. No podría decir que estaba enamorada cómo el primer día, porque lo estaba mucho más y era una sensación que no terminaba nunca, se estremecía entera al darse cuenta cada noche, cuando cruzaban las miradas, que ese amor había crecido un poco más, le reventaba el pecho y la hacía temblar, la envolvía de una forma inexplicable y tenía la necesidad de fundirse con ella, esos ojos, esa forma de mirarla la transportaba a un mundo de sensaciones único y cálido, allí vivía la mayor parte del tiempo.

La brillante idea de su novia de pasar aquel día separadas no le hacía especial ilusión, ni haría que tuviera más ganas de verla cómo decía aquella chica, porque ella siempre se moría por tenerla cerca, por poder tocarla y por eso se frustró un poco cuando se despertó y no la vio a su lado ¿Ni siquiera iba a despedirse de ella? Una triste nota en su lado de la cama "Me voy a casa de Astrid, me he llevado a los niños, voy a echarte mucho de menos, te amo, me muero porque llegue mañana" ¿Y por qué tenían que esperar a mañana si podían tenerse hoy? Gruño tapándose con la sábana por encima de la cabeza. Encima se los había llevado a los dos y aquello no era justo, creía recordar que quedaron en que se los iban a repartir y ya que tenía que estar sin ella, al menos poder hacer lo que tenía pensado con su hijo, así que iba a ir a por él y si de paso la veía a ella... la vida tiene esas cosas, a veces los planes no salen exactamente cómo uno quiere y Lexa tendría que aceptar eso, le hubiera salido más a cuenta no secuestrar a su hijo. Pero tampoco tenía mucha prisa, la casa era para ella sola, así que desayunó tranquilamente, se dio una súper ducha y revisó que Lexa no hubiera intentado ver su traje a traición, porque a ella le daba lo mismo si lo veía o no, pero cómo no le dejaba ver el suyo, ella tampoco iba a ser una pringada, así que lo encerró bajo llave. Le mandó un mensaje a su novia, eso si podía hacerlo ¿No? avisándola de que recogería a Connor para ir a comer con él y la verdad es que se presentó un poco antes, porque no estaba acostumbrad a estar sola y el aburrimiento no era algo que fuera con ella. Dejó el ascensor a un lado y subió por las escaleras, era mucho más rápido y la verdad es que la esperanza de poder verla le hacía latir más rápido el corazón.

The price of loving you - GIP Clarke -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora