Capítulo X

234 19 15
                                    

.
.
.

Sango se encontraba sola en la improvisada oficina de Kagome, mientras la diseñadora resolvía con su secretaria un asunto concerniente a su empresa en París.

Habían pasado toda la mañana en un centro comercial buscando el regalo perfecto para el aniversario de la castaña. Se tomaron la tarea de recorrer tienda por tienda, hasta encontrar el obsequio adecuado.

«Miroku es un hombre muy espiritual» recordó las palabras de su mejor amiga y sonrió al confirmar que había tomado la decisión correcta.

Faltaban pocos días para su celebración y, aunque tenía todo muy bien organizado, revisaría con cuidado su planificación para cerciorarse que nada se le había olvidado.

Esos primeros cinco años de matrimonio habían sido los más maravillosos de toda su vida. Estaba feliz y agradecida por el increíble hombre que tenía a su lado.

—Disculpa, Sango, sé que te hice esperar mucho. —Kagome había regresado a su oficina muy animada—. Pero debía coordinar ciertos detalles de la nueva colección. Todo está saliendo mejor de lo esperado.

—No te preocupes, no fue tanto tiempo. Además, este es tu trabajo —sonrió—, comprendo perfectamente que es una de tus prioridades. —La castaña siempre había sido muy sensata—. Me alegra escuchar que todo va muy bien —indicó con franqueza—. Aunque, ¿no vas a extrañar asistir al desfile de modas?

—Un poco, no te voy a mentir, pero mi presencia no es indispensable. Tengo un magnífico equipo de trabajo en París, al cual le estaré eternamente agradecida por su compromiso y su servicio —confesó con sinceridad—. Aquí me necesitan más, sobre todo, ahora que estoy en plena remodelación de la tienda.

—Tienes razón. Me alegra mucho darme cuenta que has cumplido todos tus sueños, Kagome —expresó Ryūguji, quien estaba muy feliz por cada uno de los logros de su amiga—. ¡Eres admirable!

—Muchas gracias, Sango.

La diseñadora se sentó en su escritorio y un pequeño suspiro se escapó de sus labios. Las palabras de su confidente eran hermosas y agradecía mucho que se las dijera, pero, ¿realmente había alcanzado cada uno de sus sueños? ¿Estaba completamente satisfecha con todo lo que había logrado? Laboralmente, sí. Sin embargo, aún existían ciertos anhelos que no había obtenido y que, posiblemente, nunca llegaría a hacerlo. No era factible tener todo aquello que se deseaba en la vida.

Levantó su cabeza para estirar el cuello y lo movió despacio de un lado a otro. Luego regresó su vista a los ojos de su amiga que, para ese instante, se encontraban fijos en su móvil. La vio cambiar la expresión en su rostro y eso le preocupó. Cada vez que Sango hacía ese gesto era porque algo se había escapado de sus manos. No necesitaba preguntarle para deducirlo, pues la conocía como a la palma de su mano; no obstante, lo haría. Quizá no tuviera la solución a su posible percance, pero estaba segura que entre las dos resolverían lo que fuera.

»—¿Sucede algo? —inquirió la diseñadora con preocupación.

—Bueno... —Sango suspiró— recuerdas que te había comentado una vez que Kikyō me preguntó por la tienda en la que compraba mis vestidos. —La vio asentir indicándole con la mirada que necesitaba que continuara; así que, prosiguió—: Me acaba de enviar un mensaje pidiéndome que la acompañe a comprar uno. Quiere aprovechar que es sábado, y que InuYasha salió con Miroku.

—Tu encrucijada es porque los vestidos que tanto le gustan son mis diseños, ¿cierto?

—Correcto, no puedo decirle la verdad, sabes que en este momento es imposible —bajó la mirada. Las mentiras tarde o temprano traerían sus consecuencias—. No sé qué hacer.

Tarde [InuKag]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora