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𝐈𝐈
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Piper.
Después de pasar la mañana entre espíritus de la tormenta, hombres cabra y novios voladores, Piper debería haberse vuelto loca. En cambio, lo único que sentía era miedo.
«Está empezando», pensó. Como decía el sueño.
Iba en la parte de atrás del carro con Leo y Jason, mientras que el chico calvo, Butch, manejaba las riendas y la chica rubia, Annabeth, ajustaba un instrumento de navegación de bronce, la chica platinada, quien definitivamente a Piper no le agradaba, ella no entendía porque decidió eso tan rápido, pero quizás era la forma en la que veía a los demás, altiva, orgullosa, arrogante, o la manera en la que Jason le observaba de vez en cuando. Pero a ella no le gusto, esta iba algo apartada de los caballos, como si nada le agradara, y estaba lejos de todos, veía al cielo con su mirada solemne, y fría. Se elevaron por encima del Gran Cañón y se dirigieron al este; el viento gélido traspasaba la chaqueta de Piper. Detrás de ellos se estaban acumulando más nubarrones.
El carro daba bandazos y sacudidas. No tenía cinturones de seguridad y la parte de atrás estaba abierta, de modo que Piper se preguntaba si Jason la volvería a coger si se caía. Eso había sido lo más inquietante de toda la mañana: no que Jason pudiera volar, sino que la hubiera tomado en brazos pero no se acordara de quién era ella.
Durante todo el semestre, Piper había trabajado en su relación, tratando de que Jason la viera como algo más que una amiga. Al final, había conseguido que el muy bobo la besara. Las últimas semanas habían sido las mejores de su vida. Y luego, tres noches atrás, el sueño lo había arruinado todo: aquella horrible voz que le había dado unas horribles noticias. No se lo había contado a nadie, ni siquiera a Jason.
Ya ni siquiera le quedaba él. Era como si alguien le hubiera borrado la memoria y ella tuviera que repetir todos los pasos. Tenía ganas de gritar. Jason estaba a su lado: aquellos ojos de color azul celeste, aquel cabello rubio rapado, aquella bonita cicatriz sobre su labio superior. Su cara era agradable y dulce, pero siempre un poco triste. Miraba fijamente al horizonte sin reparar en ella.
Mientras tanto, Leo estaba fastidiando como siempre.
—¡Cómo mola! —Escupió una pluma de pegaso—. ¿Adónde vamos?
—A un sitio seguro —contestó Annabeth desinteresadamente—. El único sitio seguro para chicos como nosotros. El Campamento Mestizo.
—¿Mestizo?
Piper se puso inmediatamente en guardia. Odiaba esa palabra. La habían llamado mestiza demasiadas veces —medio cherokee, medio blanca—, y nunca como un cumplido.
—¿Es una broma de mal gusto?
—Se refiere a que somos semidioses —dijo Jason—. Medio dioses, medio mortales.
Annabeth miró atrás, pero Megara fue la que dirigió su atención a Jason, Piper tenia ganas de saltar delante del rubio, y decirle: «Alejate de el, perra. Es mío». No le gustaba como esta miro al chico, Jason también se sentía incomodo bajo su atención, aunque a la vez quizás la deseara.
—Parece que sabes mucho, Jason. Sí, Annabeth hablaba de semidioses. La madre de Annabeth es Atenea, la diosa de la sabiduría. Butch es hijo de Iris, la diosa del arcoíris.
Leo se atragantó. Y todos le miramos, parecía querer reprimirlo por la forma que le vio Butch.
—¿Tu madre es la diosa del arcoíris?
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𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐂𝐎𝐃𝐒©── ᴊᴀsᴏɴ ɢʀᴇᴄᴇ
Fiksi Penggemar𝐁𝐋𝐀𝐂𝐊 𝐂𝐎𝐃𝐒 Donde Megara de la Cour, una mestiza, hija de los tres grandes, legado de Zeus, protegida de Atenea, Aprendiz de Hécate, ofrenda a Hera, ...