Mi príncipe

Era un reino alejado de todos los demás, uno donde el caos era sembrado en cada rincón pero al rey poco le importaba mientras nada le sucediera a su fortuna y su castillo. Por otro lado, al joven príncipe Emyth, le importaba la seguridad de su reino, aunque no había mucho que pudiera hacer, más que ayudar a unos cuantos, entre ellos un ya reconocido y buscado ladrón.

-Oh príncipe Emyth, dichosos los ojos que presencian su belleza

-¡No puede ser Alen! - se exaltó el joven príncipe al verlo en su ventana, corrió hacia este y lo ayudó a entrar. -Deja de hacer eso, es muy peligroso... Aún no entiendo cómo puedes llegar tan alto- mencionó ya que sus aposentos estaban en una de las partes más altas del castillo.

-¿Qué puedo decir? Soy un experto en el allanamiento- se encogió modesto de hombros y de su pequeña bolsa de tela, sacó una pulsera, con detalles de ruby

-Eso no es algo para estar orgulloso... pero ¿dónde conseguiste esto? Claramente no puedes pagarlo y en este reino no hay Ruby's-

-Lo robé del pueblo vecino, no es la gran cosa, pero me tomó mucho tiempo ir y venir- Emyth, quien ya se había colocado la pulsera, se la quitó inmediatamente -¿Por qué te la quitas? Trabajé muy duro para entrar a ese castillo ¿sabes cuántos guardias había? Aún así no pudieron contra mi habilidad- habló nuevamente orgulloso

-Te dije que dejaras de robar, no puedo ayudarte a dejar de ser el más buscado sí continuas con esto

-Tiene razón mi amado príncipe, pero no puedo evitarlo, además ¿no fue gracias a eso que nos conocimos?- Alen se acercó coqueto a su superior, llegando a juntarse tanto que ambos se besaron, mientras el príncipe Emyth se sonrojaba, olvidando por completo todo, incluso el hecho de que Emyth no había puesto el seguro de su puerta, por esta razón, en un momento fue abierta por uno de los guardias, el cuál había caminado hacia aquella habitación cuando escuchó el grito de su príncipe junto con el nombre del ladrón que llevaban años buscando.

El guardia al ver tal escena, irrumpió en la habitación, empuñando su espada y alejando al degenerado de su alteza. -Aléjese su alteza, este bufón no volverá a tocarlo-

-Espera no lo ataques, Alen huye- Alen sonrió de forma macabra, para luego saltar por la ventana, Emyth, asustado grita y corre a ver por la ventana, donde había una cuerda, de la cuál el contrario estaba sujetando -Eres un tonto!... Un grandísimo tonto- rió ante aquella situación, mientras el soldado notaba que la escena no había sido un ataque, si no algo consensuado por ambos, a lo que inmediatamente fue a alertar de tal situación al rey, quien no esperó ni dos segundos para levantarse y con toda la furia del mundo, dirigirse a los aposentos de su hijo.

-Emyth VanKat ¿qué tipo de cosas estás haciendo con plebeyos ladrones?- habló con voz firme de regaño el Rey mientras entraba en la habitación

-Yo solo... Ayudo a los que puedo co-como futuro rey

-¿Y parte de ayudarlos es besarlos?- Emyth miró tras su padre, donde se encontraba el mismo guardia de hace unos minutos -Emyth, eres el príncipe, no puedes juntarte con plebeyos, mucho menos con ladrones y definitivamente nada de tener romances con hombres

El joven príncipe fue castigado, no siendo encerrado como todas las otras veces que había hecho algo malo, si no con latigazos en su espalda, expiando toda la lujuria que le había llevado a cometer tal pecado de besar a otro hombre; también fue cambiado de habitación, quedando en una vigilada por tres guardias fuera y otros dos dentro de la habitación, siendo llevado mediodía con mujeres que le harán olvidarse de su enfermiza afición por los hombres.

Tiempo después, Alen volvió, entrando por la ventana por la que siempre entraba -Mi amado príncipe ¿esperaste por mi regreso? Aquí está tu... sirviente...- su hablar se detuvo al encontrarse esta vez al rey anciano, acompañado de múltiples guardias contra los cuáles no pudo pelear.

«Ejecución pública el día de hoy, al alba se presentará la ejecución del tan buscado Alen Smih.»

Al escuchar aquello por su ventana, Emyth no pudo pensar dos veces antes de entrar en llanto, estaba seguro que personas de todos los reinos vecinos llegaron a ver aquel evento, pero él no podía aceptarlo, su amado no podía morir; por esta razón ideó alguna forma de detener o irrumpir en la ejecución.

Emyth lo hizo, indicó su necesidad de ir al baño, a donde fue acompañado de dos de sus guardias, pero en el caminó de escabulló en uno de los pasillos secretos que solo él y su padre conocían. Tardó mucho en pasar por todo el castillo y salir, llegando afuera justo a la hora de la ejecución.

Corrió tan rápido como pudo al centro del reino.

-¿Últimas palabras?- Dijo el Rey quien era el que llevaría a cabo la ejecución, algo poco visto.

Alen levantó la vista, viendo como su amado se hacía paso entre la multitud y llorando, habló -Te amo, espero encuentres un noble digno de ti- luego de dicho esto, cerró sus ojos, teniendo su sonrisa desinteresada de siempre, esperando su cruel destino, el cuál no llegó, pero pudo sentir algo caer sobre su rostro muestras oiga un jadeo en masa de todos los testigos; al abrir sus ojos y mirar hacia arriba, se encontraba su amado príncipe.

-Él reinará conmigo... nos... casaremos...- fueron las palabras de Emyth mientras en sus manos y cuello estaba enganchada una gran hacha; en su rostro una sonrisa amable llena de lágrimas

-Emyth...- susurró Alen mientras la sangre de su amado le caía en el rostro. Pensó que todo se detendría luego de que el rey haya matado a su propio hijo, pero no fue así, el cuerpo del joven príncipe fue lanzado como si no fuese más que un estorbo más, Alen estiró su mano para tomar la del cadáver, mirando aquellos ojos azules y vacíos. -No pudimos en esta vida, pero nos amaremos en la otra- y así, su cuello fue atravesado por el hacha, su sangre salpicó al rey y al cadáver de su amado, la multitud gritó emocionada y los dos amantes se quedaron mirándose a los ojos vacíos del otro, ambos con una sonrisa en el rostro y amor en el corazón.

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