6. DICIEMBRE IV

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HYUNGWON

Me llevé el teléfono a la oreja aún alucinado.
—¿Ha aceptado? —pregunté otra vez.

—No exactamente. Quiere hablarlo. Es un paso.

—Hoseok… —Cogí aire, nervioso porque una parte de mí ya se había hecho a la idea de que su silencio era un «no» y la otra parte, bueno, había hecho grandes esfuerzos durante las últimas semanas para no coger el coche y plantarme delante de la puerta de su residencia con la amenaza de no marcharme hasta que consiguiese lo que quería—. Gracias por esto.

Hubo un silencio tenso al otro lado de la línea.

—Me ha dado la dirección de una cafetería para que os reunáis allí el próximo lunes a media tarde. ¿Tienes a mano un papel y un bolígrafo? Pues apunta.

Anoté lo que me dictó mientras sujetaba el teléfono entre el hombro y la oreja, preguntándome por qué Kihyun había decidido usar a su hermano como intermediario. Y entonces pensé…, pensé que quizá había eliminado mi número de la agenda. Puede que un día lo hiciese, enfadado, apretando el botón con rabia, como cuando quieres borrar para siempre de tu vida algo que has dejado atrás al pasar a una nueva etapa.

—Entonces, el lunes sobre las cinco —repetí.

—Sí. Una cosa, Hyungwon…, sé delicado. Sé como tú nunca eres. —Yo puse los ojos en blanco y agradecí que no pudiese verme—. Solo cíñete a la pintura.

—Hoseok, tranquilo —dije, y él resopló.

—Qué fácil es decirlo. Qué jodido sentirlo.

—Kihyun es adulto, joder. Tiene veintitrés años, creo que podrá mantener una conversación normal conmigo en una cafetería.

Irónicamente, yo no estaba muy seguro de poder conseguirlo, teniendo en cuenta que en la galería apenas me habían salido las palabras. Sin embargo, quería tranquilizar a Hoseok, que esto no hiciese que nuestra relación fuese aún más tirante e incómoda; porque a veces parecía que estábamos bien, como siempre, y al minuto siguiente me sentía como si fuésemos dos extraños.

Estaba a punto de colgar cuando él añadió:
—Hyungwon, una cosa más…

—Dime. —Cogí aire.

—No hagas que me arrepienta de esto.

Valoré la leve súplica que escondían sus palabras preguntándome qué sentiría él, porque parecía dispuesto a dejar que me acercase de nuevo a Kihyun, pero también se mostraba reacio.

No llegué a contestar, porque Hoseok se despidió rápidamente.

Me quedé unos segundos aún con el teléfono en la mano, mirando por la ventana cómo el viento sacudía los árboles que crecían alrededor de la cabaña, sin dejar de pensar en él, en que le vería en apenas unos días y en que no estaba muy seguro de qué esperar. Y eso me jodía. La incertidumbre cuando se trataba de ese chico al que había visto crecer, con él que lo había compartido todo después: mi casa, mi vida, mi corazón.

¿Y qué pasaba con todo eso?

Porque las personas van y vienen todo el tiempo, cierran y abren puertas por las que entran o se marchan. Ocurre a menudo. Alguien sale de tu mundo o no vuelve a cogerte el teléfono más, pero ¿qué pasa con todo lo que no puede llevarse? Los recuerdos, los sentimientos, los instantes… ¿Pueden desaparecer y convertirse en polvo? ¿Dónde permanecen? Quizá se queden más en los brazos de uno que de otro.
Quizá en mi caso yo me había quedado con todas esas pertenencias invisibles, una maleta enorme y llena, pero él había conseguido seguir caminando sin llevar una carga pesada en su espalda.

Lo que somos 2° Parte // HyungKi (Ad3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora