15 de septiembre de 2014.

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Guadalupe se levantó lenta y sistemáticamente al sonar su despertador a las 5:30 de la mañana. Mientras su hijo aún dormía apaciblemente, ella se dirigió al baño para comenzar con su rutina habitual, no sin antes darle los buenos días a su madre, Josefina, quien se encontraba sentada en una silla de plástico blanquecino y desgastado junto a una improvisada mesa de madera; acomodándose algunos vendajes enrollados alrededor de su torso, bajo la ropa.

Se miró unos segundos al manchado espejo del baño, concentrándose mayormente en sus ojos irritados y visiblemente cansados. Extendió la tela sujetada a un cordón que utilizaba como puerta; porque aunque en su ajustado hogar no viven más que ella, su hijo y su madre, prefiere desnudarse aprovechando la poca privacidad que puede tener en su vida.

Al salir del baño ya arreglada, aunque aún con el cabello enredado y húmedo colgándole detrás de los hombros, ya pasan algunos minutos de las 6 de la mañana. Manuel, su hijo, ya está despierto, mirando las caricaturas matutinas frente al grande, estorboso y viejo televisor, situado frente a la cama.

Para ese momento, su madre ya se había preparado un café, al que visiblemente le sobraba bastante agua, y lo acompañaba con un pan dulce que había estado en una bolsa sobre la mesa desde hace al menos tres días. En el momento en que Manuelito ve salir a su madre del baño, le cuestiona por el desayuno; pero antes de que pueda siquiera pensar en una respuesta, la abuela del niño le responde en un tono burlesco. -Ay, hijito, hoy sí te vas a quedar con hambre, este panecito era lo último que quedaba en la casa, ya ni el café me alcanzó-.

-No te preocupes, chiquito, ahorita te voy a comprar algo para que te desayunes-. Consoló Guadalupe a su hijo, después de lanzarle una mirada de reproche a su propia madre.

Guadalupe echó un rápido vistazo a su despertador para asegurarse de que no se le hiciera tarde, a la vez que sacaba su monedero de debajo de su almohada; rodeó la cama comunitaria y salió del cuarto para tomar su destartalada bicicleta e ir a toda prisa a la tienda más cercana.

Lamenta no tener más tiempo para ir en búsqueda de otra alternativa de abarrotes, esta vez tiene que resignarse a ir a la tienda de Don Chelo, como llamaban de cariño al reconocido Marcelo Paredes. Desmonta su bici, antes incluso de detenerse por completo, la deja apoyada contra una pared exterior del local y entra a toda prisa, sin saludar o siquiera voltear a ver al tendero. Toma un par de huevos y un bolillo que luce más fresco de lo que realmente está; antes de apresurarse a tomar algo más, revisa su monedero y cuenta moneda por moneda todo lo que tiene; no son más de cincuenta pesos, pero serán suficientes para llevarle a su niño una cajita de leche achocolatada.

En cuanto se da la media vuelta al cerrar la puerta de los lácteos, se encuentra de frente con el querido Don Chelo; este ni siquiera había hecho el intento por disimular que había estado mirándole las nalgas, en vez de eso, sube su mirada poco a poco, recorriendo enteramente el cuerpo de Guadalupe, deteniéndose unos segundos en sus pechos y sonriéndole vulgar y lascivamente al llegar a su rostro.

Marcelo rompió el incómodo y sofocante silencio, sólo para hacer sentir a Guadalupe más atrapada. -Ay, Lupita, sufres contando tus pesos porque quieres, ya te dije de la buena vida que te podría dar, a ti y a tu chamaco. Nomás' que te gusta hacerte la difícil-.

Antes de siquiera poder pensar en las palabras adecuadas para evadir los comentarios de Don Chelo, él la tomó por la cintura y la arrinconó contra la nevera; ella no pudo zafarse, de la manera que hubiese querido, debido al pan, leche y huevos que llevaba en las manos, pero opuso resistencia de la manera en que su impotencia le permitía.

Aquel hombre había empezado a deslizar sus manos desde la cintura de la escuálida mujer, hasta llegar justo debajo de sus pechos, mientras la miraba con el mismo deseo que un perro callejero ve un trozo de carne. -Ya verás cómo te hago mi vieja, Lupita. Ándale, llévale de comer al chamaco-.

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