Matsuno Kaworu -Sasori:
Fukuoka.
El come-mierdas del juez me había enviado a un puto correccional en Fukuoka.
Hasta que atravesé las puertas del mismo lo único que escuché fueron los patéticos lamentos de mis padres, su llanto y los continuos por qués; por qué había hecho aquello, acaso no habían sido unos buenos padres, por qué razón había ido tras ése chico al que no conocía de nada, por qué no les dirigía la palabra, por qué, por qué…, por qué.
Cuando las puertas se cerraron a mi espalda me pude sumir en el silencio que tanto necesitaba para pensar. Estaba convencido de que Dōma sería misericordioso conmigo, después de todo, había sido el único que había estado lo suficientemente cerca de lograr entregarle al mocoso y en el hospital también había estado a punto matarlo. Tenía motivos más que suficientes para hacerlo, por su culpa mis ojos habían quedado por completo inútiles.
Los primeros días en el centro estaban siendo un grandísimo coñazo, me habían asignado a varios gilipollas encargados de asistirme en todo momento, entre ellos un jodido psicólogo, además de una vieja zorra empeñada en enseñarme a leer braille. Decir que en poco más de una semana me tenían hasta los mismísimos cojones sería un eufemismo.
A mi alrededor había casi de todo desde un asqueroso zoofílico hasta drogadictos, violadores, ladrones, maltratadores y quizás los que me resultaban más interesantes; parricidas. A mi lado dormía un cabronazo que había matado al labrador de su hermana después de habérselo tirado. La primera noche me había contado con pelos y señales la experiencia, cuando me preguntó si no se me antojaba probarlo yo también, le aseguré que como me volviera a joder con sus mierdas de enfermo mental me encargaría de hacer que todos los violadores de ese agujero le abrieran el culo más que a un puto paraguas. El resto de esa noche no se atrevió ni tan siquiera a respirar cerca de mí.
El día empezaba a las siete y media de la mañana, y nos dirigíamos a las duchas para asearnos antes de desayunar, después cada uno nos dirigíamos a las aulas o talleres que nos correspondieran y a eso de las once y cuarto teníamos un descanso de unos veinte minutos en el que podía llamarnos el psicólogo o un trabajador social para hablar con nosotros, si mi comportamiento era el adecuado, me dijo uno de ellos que poco a poco me irían permitiendo ciertos privilegios, de lo contrario, y si mi actitud empeoraba se verían obligados incluso a tener que aislarme. Luego hasta las una de la tarde volvíamos a nuestros quehaceres y a dicha hora nos dirigíamos al comedor para el almuerzo. Los que tenían un buen comportamiento y, si hacía buen tiempo, podían salir a los jardines del mismo, jugar en la sala de uso común o irse a la biblioteca hasta la hora de la cena. Los que no o bien estaban recluidos en las zonas de aislamiento o bien se tenían que quedar en la sala de uso común con el jodido educador pegado como una lapa a su culo.
Como en los días previos no había dado visos de tener un comportamiento violento ni agresivo. La encargada de vigilarme me hizo prometerle que en el rato que tardara en ir al baño no me metería en problemas y a los pocos segundos de quedarme solo escuché que alguien se me acercaba.
—Tengo un mensaje de Dōma para ti —dijo una suave voz infantil, debía de pertenecer a un niño de como mucho ocho o nueve años.
—¿De qué conoces tú a Dōma? —pregunté frunciendo el ceño.
—Él me enseñó a hacer marionetas y a manejarlas —contestó en un tono de voz que hizo que se me erizara la piel, demasiado alegre, y sin embargo…, decía que Dōma tenía algo tipo de contacto con él, si era así, tal vez él pudiera transmitirle mis palabras.— ¿Entonces, vienes conmigo o no?
Un poco inseguro incliné la cabeza hacia la dirección en la que se había ido mi supervisora.
—Tranquilo —me dijo— los baños están en la otra punta del edificio, para cuando ella regrese tú ya habrás regresado.
—Ok —accedí levantándome y el niño me tomó de la mano para guiarme.
Rodeamos algunas mesas y evitamos a unos cuantos que pasaban por allí. En algún momento empujó unas puertas batientes y el bullicio de la sala de uso común se quedó amortiguado a mi espalda hasta desaparecer por completo. Doblamos una esquina y descendimos un corto tramo de escaleras hasta detenernos al fondo de un pasillo.
—¿Me lo vas a decir ya o no? —pregunté algo molesto.
—Claro que sí —contestó—agáchate para que te lo pueda decir al oído…
Solté un bufido y obedecí.
—Dōma me ha dicho que tú eres mi nueva marioneta… — susurró al tiempo que una especie de hilo duro como si fuera hilo de sedal se cerraba como una soga alrededor de mi garganta.Dosgatosescritores:
¿Alguien preguntaba por qué movimiento haría ahora Dōma? Aquí tenéis el prólogo de lo que le espera a Sasori.
Como ya señalé en capítulos anteriores y si alguien conoce algo de mitología griega, sabrá que la hidra del mito de Hércules tenía siete cabezas las cuales se regeneraban si no se cortaban todas de una sola vez. Pues algo muy similar ocurre con él.
Una cosita más antes de despedirme hasta el siguiente capítulo. Os advierto de que va a ser bastante duro, macabro, cruel y violento, por lo que si sois sensibles, por favor leed con prudencia.
¡Un abrazo enorme y nos vemos dentro de nada! ¡Estad preparados!
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Sed De Venganza. (Tinta y Fuego parte IV).
FanfictionCuarta parte de la saga Tinta y Fuego. Senjuro ha sido secuestrado por los subordinados de Dōma, con tan mala suerte de que en el mismo se ha visto envuelto en un violento accidente... Esto despertará la ira de Akaza quién sin saberlo está a las pu...