Kumo Rui:
Tener una apariencia joven hasta la muerte. La vejez, la pérdida de la belleza, el cómo la corrupción del cuerpo se va haciendo visible es para muchos algo peor que la muerte en sí misma, por tal motivo desde tiempos inmemoriales el ser humano ha emprendido una cruzada inútil contra la cuenta atrás inherente en todos nosotros y al no lograrlo, ha creado mitos asociados a la belleza y juventud eternas. Diosas y dioses portadores de una belleza supraterrena, seres feéricos cuya existencia se prolonga a trabajar de los siglos e incluso milenios en el tiempo, monstruos como los vampiros que, alimentándose de la sangre de sus víctimas, podían conservar un aspecto lozano pese a lo vetusto de su paso por este mundo. Cuando no, se han sumado a la locura como la condesa Bathory,* quien llegó a bañarse en la sangre de doncellas vírgenes a las que raptaba, torturaba y asesinaba de la manera más despiadada creyendo que de ése modo lograría retrasar la llegada de la parca.
Yo, al igual que unos escasos elegidos nací con una rara condición, la condición de Highlander,** la cual me diagnosticaron cuando rondaba los catorce o quince años. En algún momento entre los nueve o diez años mi cuerpo se negó a envejecer y para mis padres supuso un shock tremendo. Sobretodo para la zorra estúpida de mi madre que en el pasado había sido una actriz de inusitada belleza y que se lamentaba de haberme tenido. De no haber sido por mí su cuerpo esbelto ni su piel de porcelana no se habrían estropeado antes de tiempo, además fui una bestia bastante más grande y pesada que muchos neonatos por lo que le tuvieron que practicar una cesárea y en consecuencia se le quedó una horrenda cicatriz en el vientre. En cuanto al otro, más imbécil que la que me había traído al mundo, vio peligrar su, hasta ahora, imparable tren de vida. Estar casado con una estrella de cine le había permitido convertirse en una celebridad, de tres al cuarto, pero celebridad al fin y al cabo. Su única virtud era crear polémica para ser invitado a programas de tertulia donde famosillos aburridos acudían para escupirse mierda y veneno los unos a los otros y de paso ganar unos cuantos millones de yenes.
Por lo que cuando a su esposa dejaron de llamarla para participar en castings para futuras producciones, decidió que era momento de iniciar una nueva vida, de reinventarse, como dijo en una revista de prensa rosa.
Empujada forzosamente a participar como mucho en series como un personaje secundario o de relleno, su odio hacia mí fue creciendo y multiplicándose como células cancerígenas en un cuerpo infectado. Hasta que una noche, decidió que ya era hora de acabar con la causa de todos sus males y con el cuello de la botella de ginebra que se había empinado, trató de abrirme la garganta.
Por desgracia para ella, no estaba dormido cuando entró borracha como una cuba en mi cuarto, y aunque lo hubiera estado, la muy cretina me hubiera despertado alertándome con sus patéticos gritos y lamentos, con sus gritos y maldiciones.
— ¡Tú, tú! —chillaba con voz pastosa y arrastrando las palabras mientras de lanzaba con esa arma improvisada contra mí— ¡Tú me lo has robado todo! Me has consumido… ¡Maldito parásito asqueroso!La muy idiota tropezó con la alfombra y trastabilló con tan mala suerte que al caer se golpeó la cabeza con los pies de mi cama, momento que aproveché para deshacerme de ella. La visión de la piel marchita abriéndose al pasar el cristal por ella y de la sangre brotando de la herida a borbotones impulsados por los cada vez más lentos latidos de su corazón se quedó grabada en mi retina como la más bella de las estampas.
Los vecinos que habían escuchado sus gritos acudieron llegando a derribar la puerta pensando que estábamos siendo atacados por algún ladrón, pero para su sorpresa, se encontraron con un niño de nueve o diez años jugando a desfigurar el cadáver de su madre con un cuello de botella de ginebra roto.
Meses más tarde me ingresaron en este correccional en Fukuoka a la espera de que cumpliera la mayoría de edad. Fue en ese tiempo en el que por azares del destino conocí al señor Dōma, quien haciéndose pasar por un novelista en ciernes solicitó con muchísimo ahínco entrevistarse conmigo. A base de perseverancia y como descubriría más a delante, una labia y carisma abrumadores logró convencer al director del mismo. Los primeros días tuvo que interpretar a la perfección el papel de escritor fascinado por la sórdida historia del muchacho aquejado de una rara condición que había ajusticiado a su madre, una antigua estrella de cine venida a menos.
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Sed De Venganza. (Tinta y Fuego parte IV).
FanfictionCuarta parte de la saga Tinta y Fuego. Senjuro ha sido secuestrado por los subordinados de Dōma, con tan mala suerte de que en el mismo se ha visto envuelto en un violento accidente... Esto despertará la ira de Akaza quién sin saberlo está a las pu...