Capítulo 25 - El testigo

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Franco tuvo que esconder sus verdaderos sentimientos cuando escuchó decir a su hija que había soñado con Libia.

La familia al completo había llegado a un pacto mediante el cual preservar las memorias de Libia y Bernardo; los niños únicamente conocerían que estos habían sido su tía y abuelo, y que habían fallecido prematuramente como consecuencia de diferentes infortunios.

Tomó asiento junto a Gaby y le revolvió el pelo juguetonamente, no quería que notase la tensión que le producía ese sueño, y más cuando recordaba las veces en que Ruth había sufrido las visitas de Libia. Estas nunca auguraban nada bueno...

No.

Libia siempre aparecía en el momento indicado para advertirles.

Su hermana había sido el ángel de la guarda que velaba por su bienestar, pero cuando Ruth dejó de soñar con ella, y tras su marcha al exterior, pensaron que aquella conexión se había roto. Pero era evidente que no, y que Libia había vuelto a través de Gaby.

–¿Qué te ha dicho? –preguntó ansioso. Libia les había salvado de un horripilante destino al evitar que la boda de Juan y Norma se celebrase en la iglesia de La Luz, y puede que ahora estuviera tratando de hacer algo parecido.

Gaby se sobresaltó ante su intensidad, y dio un pequeño bote en la cama. Pero su hija era fuerte, mucho más de lo que jamás había pensado. El desgarrador acontecimiento que su pequeña había tenido que vivir a causa del profesor Carreño, le corroboraron que estaba ante una guerrera.

Escuchó la explicación del sueño de Gaby con calma, pero poniendo toda su atención en encontrar la advertencia de Libia.

–Aparecieron tres personas.

Gaby describió a la primera, un hombre con unos rasgos tan genéricos que podría ser cualquiera. Con la mujer, la única de esas tres misteriosas personas, pareció tener más suerte, o mejor dicho, Gaby dijo reconocerla y no dudaba de quién se trataba.

–Ya sabes, la señora que se encarga de servir la comida en el comedor del colegio.

Asintió fingiendo recordarla, pero no era el caso. Se avergonzó de sí mismo, había estado tan centrado en sus problemas económicos que no había prestado atención a la vida de sus hijos.

Un padre debería de saber quién se encargaba de la alimentación de sus hijos.

–Y la última persona era tu amigo, papá.

Frunció el ceño.

Tenía amigos, buenos amigos, de hecho. Amigos de los que estaba seguro de que le ayudarían si se lo pedía.

Animó a Gaby a que continuase.

–Tu amigo Demetrio Jurado.

Su respiración se detuvo, la sangre se le heló, y una ira indescriptible amenazaba con explotar. Aquel tipo había sido el protagonista de sus desgracias, de sus pesadillas, y ahora también de las de su hija.

–La tía Libia me dijo que ellos tres eran los culpables, y que el tiempo se agotaba.

Los sueños de Ruth eran más sencillos de entender, más precisos. Puede que el desconocimiento de Gaby sobre su tía y su corta edad le impidiesen ver más allá de sus palabras o gestos, por eso no entendía la relación.

Demetrio Jurado era culpable, de eso estaba seguro... Pero ¿y si había algo más?, ¿por qué Libia escogería ese momento para advertirles de Demetrio cuando ya le había destrozado la vida?

–Fue en el colegio, ¿no? –le preguntó acerca de la locación del sueño.

–En el pasillo junto al salón de artes, donde los mellizos mataron al profesor Carreño –dijo en voz baja. Aún tenía miedo.

En el fondo del lago (Parte 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora