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VICTORIA
Octubre 22, Colombia. Al final del capítulo anterior.
A veces el vacío no es tan malo como el dolor de haber perdido algo o a alguien, aveces es eso lo que nos hace más vulnerables, el dolor, porqué simplemente si lo tocas duele, es simple, desde muy pequeños nos dicen que la felicidad está en las cosas pequeñas, pasa lo mismo con el dolor. Cinco palabras.
Pero el vacío se hace mas presente cuando ese alguien que has perdido lleva una historia contigo, conocía tus miedos y deseos desde que tienes uso de memoria.
Ricardo siempre formó una parte importante en mi vida, era mi hermano, compañero y amigo. Siempre le contaba todo, después de lo que me sucedió me aislé de él y nada volvió hacer lo mismo. No solo él. Para nadie es un secreto, me aislé de todo el mundo, en ese momento mi vida se estaba derrumbando sobre mí, todo lo que era y todo lo que siempre he querido ser me abofeteaba en la cara.
Cuando éramos niños pasábamos mucho tiempo juntos, dormíamos juntos, comíamos juntos, llorábamos por cualquier estupidez que lloran los niños y reíamos sin parar cuando hacíamos travesuras juntos. Él siempre fue sereno, siempre era yo la que lo sonsacaba y hacía que me cubriera en mis travesuras.
<<—Tú... siempre te he amado desde que éramos unos niños.>>
La frase golpea mi cerebro, las lágrimas salen por mis ojos de forma rápida y me siento hasta culpable. La rabia fluye junto a la tristeza por mi cuerpo. Me siento culpable, porqué en su último momento quisiera haberlo amado como él me amaba, quisiera en ese preciso momento ser la mujer que lo amaría por el resto de sus días...
Pero la verdad es que no lo soy y eso me llena de culpabilidad.
Samuel se baja de la camioneta, tengo la cara escondida entre mis piernas, perdí la noción del tiempo y tampoco se donde estamos. Pasan unos minutos y escucho vehículos detenerse a mi alrededor, sin embargo tampoco me muevo.
Abren mi puerta y me paso la mano por la cara limpiando las lágrimas derramadas, siento la nariz rojiza y las mejillas también. Levanto la mirada hacia mis amigas. Ellas también tienen los ojos llorosos, como están aglomeradas en la puerta del vehículo apenas puedo ver a los chicos detrás.
— ¿Dónde estamos? —pregunto con un hilo de voz.
— En la pista, nos vamos a Washington. —dice Ivana en un murmullo.
— Aurelio escapó. —dice Marina pasando la mano por mi cabello y me pongo de pie de golpe.
— ¿Como que escapó? —digo llamando la atención de los chicos también.
Termino subiéndome en el jet disgustada, Samuel toma asiento varios asientos más adelante y me ignora. Yo hago lo mismo.
Esta enojado porque lo desobedecí.
Envuelvo mis piernas en el asiento y recuesto la cabeza contra la ventana y me gustaría decir que no quiero que Samuel venga y me abraza y deje que recueste la cabeza en su pecho mientras lloro soltando las lágrimas sostenidas pero si lo digo estaría mintiendo.
Paso el vuelo mirando por la ventana, las lágrimas se deslizan por mis mejillas en silencio, solo escucho la brisa que golpea el avión, mis amigas han llorado y los chicos no saben cómo sentirse, sé que apreciaban a Ricardo de una forma u otra. Fuimos a la academia juntos.
No puedo evitar pensar en mi tío y en su esposa, cuando adoptaron a Ricardo yo era demasiado pequeña como para recordarlo, tal vez porque nuestra familia se ocupó de hacer que Ricardo siempre se viera como uno de nosotros y nunca hizo diferencias, yo tampoco las hice por el simple hecho de que cuando era una niña Ricardo había llegado a mi vida y desde entonces ha estado presente en ella.