Capítulo 19

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Día 3

El acuerdo

(Bernardo)

La pantalla de la laptop iluminaba su rostro mientras escribía el informe, sus dedos deslizaban con rapidez sobre las teclas y sus ojos miel verificaban cada palabra escrita. A pesar de su concentración no dejaba de recordar el día en que él y Marian follaron encima del escritorio, el mismo donde estaba la laptop.

Era difícil enfocarse en el trabajo cuando la imagen de ella desnuda no salía de su mente.

Sin siquiera tocarlo Marian lo prendía, le costaba creer que Dan, su primo, la había cambiado por Carla.

—¡Jefe! —Gritó José, él estaba debajo de un coche blanco haciendo reparaciones. Bernado levantó la mirada—. Cliente.

Bernardo dirigió la mirada a la entrada, la luz de la tarde reflejaba sobre el capó del lamborghini aventador color silver. Él jamás había visto ese coche en la ciudad, nunca lo habían traído a su taller mecánico. 

La puerta se abrió y un hombre de cuerpo fornido, que llevaba puesta una camisa marrón claro de cuello alto y mangas largas a juego con unos pantalones blancos salió de su interior.

Bernardo lo reconoció de inmediato y sus puños se cerraron.

Jamás se olvidaría de los ojos azules, de la barba negra y del pelo ondulado ligeramente desordenado.

Era el hombre que se había llevado a Marian aquella noche.

Él resopló, se secó el sudor de su piel negra con el pañuelo que estaba dentro del bolsillo de su mono verde militar, esbozó una sonrisa para no demostrar su disgusto y se acercó a Alan.

—¡Buenas tardes! —saludó Bernardo— ¿En qué puedo ayudarle?

—Te traje mi coche para que lo laves —Alan reposó la mano en el capó—, y para que lo revisen.

—¿Hay algo más en que le pueda ser útil? —le costaba mantener la sonrisa forzosa, tanto que se cruzó de brazos.

Alan se puso delante de Bernardo, lo miraba directo a los ojos, pero no era una mirada intimidadora de hecho era... divertida y seductora.

—De hecho sí, hay una cosa más. 

—Dígame.

—¿Tus clientes saben lo que haces aquí? —el profesor le dijo en tono confidencial— mejor ¿la policía lo sabe?

El estómago de Bernardo se comprimió, como si lo ataran con una cuerda y la jalaran, pero no le desvió la mirada. Hacía más de cuatro meses que había vuelto de Estados Unidos y nadie sabía el motivo de su regreso, no le había dicho ni siquiera a su familia o a Marian, era imposible que Alan lo supiera. Solo no entendía porqué mencionó a la policía.

Se acercó más al de ojos azules, al punto de su respiración rozarle la piel.

El olor amaderado de Alan impregnó el aire que llenaba los pulmones del mecánico, y, por un momento, dejó de respirar para no sentirlo.

—No sé de qué hablas —respondió.

—Tráfico de animales salvajes ¿Te suena?

Bernardo dejó escapar una risa, y como lo había pensado, Alan tampoco sabía el real motivo de su regreso. Tal vez en el pasado temiera lo que él podría hacer con esta información, pero ahora...

Sí que era bueno haciendo su trabajo.

Ya no vivía en Sunfil para vender animales salvajes.

—¿Imagínate si la policía se entera? Puedes pasar hasta veinte años en la cárcel.

Bernardo sabía que él estaba jugando, que buscaba algo, así que decidió seguirle la corriente.

—No hay porqué imaginarmelo, pues tú no se lo contarás a nadie.

—¿Qué te hace pensar que no se lo diré a nadie?

—Porque quieres algo de mí ¿No? así que dime ¿Qué quieres?

Alan ensanchó la sonrisa.

—Quiero que hagas un servicio para mí.

—¿Y qué gano con esto?

—Mi silencio y dinero.

Bernardo asintió y sin darle más vueltas preguntó:

—¿Qué tengo que hacer? ¿Y de cuánto dinero estamos hablando?

El profesor entró a su coche, agarró un sobre del guantero y se lo entregó. En la hoja que Bernardo sacó de dentro había el precio y lo que debía hacer; la sonrisa no salió a sus labios, pero su interior festejaba luego de leer. Aquello era mejor de lo que pensaba, no solo ganaría una buena cantidad de dinero como sacaría provecho de la situación y quizá volvería más temprano a Estados Unidos, y como brindis podía usarlo para intentar reconquistar a Marian.

El acuerdo de Alan era excelente, pero había un error, porque quien saldría ganando era Bernardo y no él.

O eso creía.

Volvió a mirar a Alan y dijo:

—De acuerdo, lo haré.

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👀👀👀👀👀👀 Capítulo cortito ehh

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Yo, mi profesor y el asesino [+18] ✔️BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora