26. Ecos de amor

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Primero que nada, Feliz finde lésbico.

Segundo, ¿Recuerdan los mails que Zephir ignoró? Los pondré al inicio de cada cap para que ustedes sí los lean.

Este es del día donde ella se fue.

—Zephir —pronunció mi nombre con una delicadeza que jamás oí de nadie más—

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—Zephir —pronunció mi nombre con una delicadeza que jamás oí de nadie más—. ¿Qué haces en la ciudad?

Shered, te acabo de atropellar. No me preguntes datos personales.

—¿Estás bien?

Me miró enternecida, arrepentida y con un brillo especial en sus pupilas, la sangre seguía cayendo de sus manos, me fijé en que le temblaban las piernas, Shered estaba visiblemente golpeada por el accidente. Aun así utilizó sus fuerzas en brindar una suave risa y el intento de una conversación amena.

No le devolví el gesto. Incluso si tratara, no me emocionó aquel reencuentro en primera instancia, la vi como si fuera una extraña.

Ha pasado mucho tiempo, Douglas. Además de impresión, no siento nada al verte.

Es tan distinta. Creo que a ratos podemos saber más de las personas por su exterior, su perfume icónico en mi vida permaneció oculto abajo del aroma a cigarrillos, su reciente uso del maquillaje completo no evitó que se vieran prominentes ojeras moradas debajo de sus tristes ojos.

El labial rojo me trajo un montón de recuerdos que llegaron en avalancha, se me borró la falsa sonrisa del rostro.

—Estoy... —ella soltó un quejido—. joder. —maldijo al tambalearse.

Su equilibrio amenazó con desplomarla en la acera, Sherman de manera apresurada la tomó entre sus brazos, ambos nos esforzamos en meterla al auto en el asiento de atrás antes de que alguien los viera. Una vez aseguré su cuerpo con el cinturón el volvió a arrancar a toda velocidad.

—Shered, Shered —llamé—. ¿Me escuchas?

—Estoy bien —dijo en medio de un gemido de dolor, la sangre en las partes de la piel que se raspó de manera profunda empezaron a manchar el asiento—. solo me duele un poco el cuerpo.

—No voy a poder bajar al hospital —informó Sherman en un farfullo—. no puedo meterme en escándalos a estas alturas, si es pronto podría arruinar mi reputación, es decir no solo mi carrera sino la de la banda —explicó nervioso—. es importante para mí.

—Voy yo no te preocupes —respondí intentando aliviar su pánico—. te entiendo.

—No, es que es estúpido —giró el volante—, pero me da miedo.

—Quédate en el auto —ordené—. no es estúpido, más que nadie sé lo que los medios... —sostuve la cabeza de Shered deslizándose hacia la derecha—. ¡Shered!

—Estoy cansada, no me grites —sonrió y todo lo que creí saber de olvidar se hizo trizas.

—Es que me asustas —admití confundida—. ya llegamos, ¿Te puedes bajar por ti misma?

Si ellas quisieranDonde viven las historias. Descúbrelo ahora