Capítulo 41

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Hoy es mi cumpleaños. 

Empecé la mañana hablando con mi familia y amigos, quienes se turnaron para llamarme y felicitarme. Me puso muy contento el haber oído las voces de cada una de las personas que amo. 

Aunque, sin duda, el mejor saludo fue el que me dio Atlas anoche, cuando regresamos a la habitación. 

Y cuando creí que esto no podría ponerse mejor, Atlas me dijo que tenía una cena planeada para la noche. 

Así que después de pasar todo el día en la playa y caminando un poco por la ciudad durante la tarde, regresamos al hotel. Nos vestimos luego de ducharnos. Atlas con una camisa blanca y un traje de lino color beige claro. Y yo, por otro lado, una camisa blanca bien suelta de mangas cortas, y un pantalón también de lino, beige. 

Una vez que terminamos de alistarnos, salimos de nuestra habitación. 

Comenzamos a caminar por la ciudad, dirigiéndonos hacia la zona de la playa. 

Llegamos hasta un bar, el cual se encuentra todo iluminado por faroles que están apoyados en la arena, además de guirlandas de luces que cuelgan de una palmera a otra. Hay algunas mesas distribuidas con varias distancia una de otras, en las que parejas ya se encuentran sentadas, cenando. Se fondo se oye música suave, y bien tropical. 

Atlas enlaza su mano con la mía. - Ven, que nos conseguí una mesa. - dice. 

Apenas nos sentamos en nuestra mesa, un camarero nos trajo unas piñas coladas. 

- Creo que lo que voy a extrañar más de este lugar son estos tragos. - comento divertido. 

Ríe. - Estoy de acuerdo contigo. 

Echo un vistazo a mi alrededor. El ambiente es muy tranquilo y agradable. La playa se encuentra casi vacía ya que está más alejada de la zona que suele llenarse más. Las mesas tienen la distancia justa para que cada pareja pueda tener su intimidad. 

Al regresar mi vista adelante, veo que Atlas me observa con sus ojos brillosos, y una dulce sonrisa, mientras sostiene su cabeza con su mano. 

- ¿Qué? - pregunto riendo. 

- Nada, es que creo que los 40 te han sentado bien. - responde. - Porque está noche te encuentro más guapo y sexy que de costumbre. Liberas mis endorfinas de una forma que me vuelvo loco. 

No necesito verme a mí mismo para saber que el rostro se me puso rojo. Es increíble como pasé de ser un arrogante, presumido y narcisista, a ser alguien que se sonroja cuando le hacen un cumplido. Pero no me malinterpreten, prefiero está versión de mí. Me siento más real. Más yo.

- Tú tienes una gran capacidad para levantarme el autoestima. - comento riendo, y le doy un trago a mi vaso. - Desde el primer momento que ha sido así. 

- No me gusta privarme de decir la verdad, ni a ti de que la oigas. - dice. - No necesito conocer a un millón de personas para estar seguro de que ninguna va a lograr cautivarme como tú. 

- Lo mismo de mi parte. - digo. Apoyo mi mano sobre la suya, y se la acaricio. - Gracias por estos días. - agrego. - Han sido los mejores. 

- Te mereces mucho más, Izan. Y quiero asegurarme de que lo tengas. 

- Te tengo a ti, ¿no? - menciono. Él hace una mueca, en desacuerdo. - Ey, no te atrevas a decir algo en contra tuya. No cuando eres de lo mejor que me ha pasado. 

- Lo mismo de mi parte. - dice luego de un momento de silencio. 

- Oye, ya hasta hablamos igual y combinamos nuestra ropa. - bromeo. - Somos bastantes zonzos y ñoños. 

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora