15. Vínculo

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Las nubes empezaron a cubrir la luz del sol, provocando que el bosque se sumergiera en ligeros colores fríos y grises. Todavía no era tarde, faltaba mucho para que anocheciera. El viento soplaba en una corriente fresca, haciendo que el césped y las hojas de los árboles bailaran a su ritmo.

Sashi, el joven rubio de 17 años, aguardaba sentado a la orilla del lago mientras jugaba con una ardilla. El pequeño animal se había acercado al muchacho porque este le ofreció pedacitos de fruta. Conforme el roedor comía de su mano, miró tranquilo el agua cristalina y se perdió un momento en su belleza. Nunca le molestó quedarse solo en el bosque; el hecho de no socializar con nadie a excepción de su maestro le daba más tiempo para entrenar y meditar. Pero aún así le daba cierta curiosidad saber lo que se escondía detrás de la reserva, pues ya casi no recordaba mucho de su vida antes de que Khada lo rescatara.

Comenzó a pensar en su maestro y las posibles cosas que harían cuando regresara de la ciudad. Fantaseó; uno de sus deseos más grandes era salir a pasear con él  a la ciudad, quizá conseguir una fruta y quedarse a ver la puesta de sol. Pero luego creyó que sería demasiado, entonces prefirió no ponerse tan exigente. Después de pensar en otros escenarios más junto al mayor, llegó a la conclusión de que sólo quería pasar el tiempo con él, con Khada, su maestro. Se acostó en el césped y miró el cielo con una leve sonrisa. Las preguntas en su cabeza no paraban de emanar. La ardilla se posó sobre su pecho, queriendo buscar más fruta para comer.

"¿Qué tanto hace el maestro afuera?"  Pensó al mismo tiempo que apoyaba sus manos detrás de su cabeza.

Sin darse cuenta, cada vez se sentía más curioso por saber sobre la vida personal de su gurú. Lo único que sabía sobre su maestro era su nombre: Khada.

El joven frunció el ceño un poco inconforme, realmente no conocía para nada al castaño, ni siquiera algo tan básico como su apellido. Sus pensamientos fueron interrumpidos por los movimientos acelerados de la ardilla. Esta se bajó del cuerpo de Sashi para huir hacia un árbol. Al no saber qué había pasado, este se levantó y miró detrás suyo. Su ojo normal se iluminó cuando visualizó a su maestro caminar a su dirección. Se levantó rápidamente para recibirlo con una cálida sonrisa, pero cuando estuvo lo suficientemente cerca, neutralizó su rostro y tensó sus músculos. Khada tenía colgada su máscara en el cinturón; su cabello estaba hecho un caos; tenía rasguños en sus brazos; pero lo que más le llamó la atención era su rostro, ya que estaba rojo, como si lo hubieran golpeado.

- Maestro... -tragó saliva nervioso. - ¿Quién le hizo esto?

Intentó acercar sus manos al rostro del mayor y revisar si otro lugar estaba herido, pero este rápidamente lo detuvo con ambas manos y las apretó con brusquedad, lastimándolo.

- ... Perdóneme. -Sashi se sorprendió y frunció el ceño. - Sólo quería ayudarlo.

El asesino soltó un suspiro pesado y relajó los músculos, soltó al rubio y avanzó ignorándolo hasta la orilla del lago donde empezó a despojarse de su túnica y sus armas; luego se sentó cansado y quiso meditar. Sashi no sabía qué hacer para ayudar a su maestro, lo único que se le ocurrió fue sentarse junto a él en silencio.

- ¿Por qué no estás entrenando? -habló Khada sin siquiera verlo, todavía tenía la mirada perdida en el agua.

- Terminé mi entrenamiento hace dos horas, maestro. -el joven respondió preocupado.

- ¿Dos horas? -repitió ido.

Khada se quedó quieto, perdió la noción de la realidad, y aquello le molestó como nunca. Había desperdiciado mucho tiempo en aquella fallida misión, y de tan sólo recordar la golpiza que recibió por parte de Russell, la sangre le hirvió.

Vehemente [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora