INTRODUCCIÓN

142 9 6
                                    

Camino detrás del patrón, nos anteceden seis pistoleros -todos con Berettas 380- y una perra corriente; a la zaga, limpiando la calle, vienen ocho más. Dos de ellos fueron judiciales; otro, "afi"; el resto, piezas adquiridas en el "Draft" del crimen a varios cárteles nacionales. No pierden esta discreta elegancia del matón defeño, este "parecer ingenieros", con camisas abiertas y lentes de aviador; ni lo profesional del jugador que cambia de club cada temporada (no importa venir del Golfo y darle el pase a un ex-familia); ni olvidan la amabilidad con cualquiera, muy propia de los empleados de "la casa". El "número uno", "coyotero", "el rey pobre", no confía en cualquier extranjero, ni salvadoreños ni entrenados en el medio oriente. Su complejo de noble sólo le permite rodearse de gente probada. Paradójicamente, no hay criminal en sus huestes que no tenga cierto sentido de justicia. Es raro, son hombres de familia, curtidos en dolores y pérdidas profundas, desangrados o renacidos. D. Zaragoza conoce en persona a sus esposas e hijos, las casas donde viven y también aquellas donde nacieron; a sus abuelos -si los hay-, hermanos, primos, amantes o hasta viejos amores. "Ninguno de ellos es de segunda clase", me dijo muy al principio, tardé algo en entenderlo.

La vecindad que tomamos se vacía casi automáticamente. Uno de los últimos cuartuchos es la guarida de un mediocre sableador local. Entre bolsas de plástico con prendas robadas y baratos muebles de conglomerado se retuerce con las primeras patadas. Ha pasado de los sesenta, sin embargo, gracias a su complexión fornida, podría aguantar otros treinta años en el fuego. No obstante su trayectoria de rufián, sorprenden las pocas pertenencias, no más de dos mil pesos, entre productos, frigobar, tanque de gas y parrilla.

Hasta el más idiota de los criminales del rumbo se hubiera dado cuenta de frente a quién estaba, éste no: o había regresado de un largo viaje o su consumo de tóxicos lo tenía completamente idiotizado... Toma la palabra el patrón.

- Has roto leyes naturales... Has tomado cosas que nunca fueron para ti. ¿Hay una peor mezcla que estupidez y egoísmo? Te aprovechaste de los débiles y de los enfermos... Es seguro que cada noche, al acostarte, no sabes ni quién eres. Parásito infernal, estafador, ladrón de jugos prohibidos... ¿Verdad que naciste por atrás? Mírenlo, se nota a leguas que es una mierda de segunda. ¿Desde muy niño supiste que eras cacalón, verdad? ¿Verdad que había alguien a quien envidiabas por su "tamaño" moral? Los de tu tipo se notan a cientos de metros.

El tipo está amordazado y acaba de recibir nueve marrazos en los temporales. No sabe cómo llegaron hasta él este puñado de hombres que parecen conocerlo.

- Te dejaste llevar por el odio (el vicio de los miserables), la irrealidad y la mentira. Mentiste cínicamente pensando sólo en ti. Le mentiste a todos... La diferencia entre un hombre con clase y una casta inferior como tú, es que no conoces los límites de tu degradación, puedes llegar tan abajo como alguien te obligue. Míranos, cada uno de nosotros ya ha tomado las decisiones básicas de la vida, los esto sí, y esto no... ¡Las castas inferiores nunca se conocerán! -Posteriormente aceptaría que ni él mismo podría conocerse a cabalidad, una meta imposible: "para saber lo que eres, completamente, tienes que haber sufrido como un mártir, haber llegado a todos los extremos, y nadie puede con tanto. Resígnate a ser un eterno auto-desconocido."- Eres un ladrón... Un puto asqueroso ladrón. Mírate en un espejo, ¿qué eres? ¿Qué libro sostiene tu naturaleza perversa y enferma?

Toma un cuchillo desgastado. Con mucho trabajo, aunque sin desesperarse, lo entierra en el antebrazo del ladronzuelo. Parece que penetra más a base de machacar la carne, de pellizcarla, que por la eficiencia del filo. Doloroso, delicadamente perverso... La perra atigrada bebe con deleite las primeras gotas carmín, volteándome a ver casi con bondad. Zaragoza suelta el cuchillo y extiende la palma derecha boca arriba, bien separados los dedos.

EL IDIOMA DEL DIABLODonde viven las historias. Descúbrelo ahora