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Pasé el aplicador por mis labios una última vez, fijándome en que quedara bien repartido. Era de un color rosado, apastelado y oscuro, de los pocos que tenía que era realmente resistente.

—Que sí, que estás muy guapa —dijo Jan, y desvié la mirada del espejo de mi asiento hacia él.

—Eso ya lo sé —respondí, y escuché a Mariona reír desde el asiento de atrás.

—Sergio se enamorará todavía más de ti —bromeó.

Como si lo hiciera por Sergio, pensé.

La verdad es que no me maquillaba a diario, pero cuando lo hacía —que solía ser cuando salíamos de fiesta, como ese viernes— me gustaba que todo estuviera perfecto. Me había puesto una base que no cubría demasiado, porque de lo contrario mis poros iban a sufrir más el calor, me había pintado la raya superior del ojo, puesto un poco de sombra de ojos brillante, rímel, y pintalabios. Eso, combinado con un vestido ajustado de color verde oliva y unas sandalias negras con algo de plataforma. También me había trabajado el conjunto de ropa interior, pero solo había una persona a parte de mí que lo supiera.

Cerré el espejo y cogí mi móvil para abrir el WhatsApp. La última conversación que tenía era en nuestro grupo de amigos, por donde nos habíamos organizado en dos coches para ir de fiesta a Girona, pero la que me interesaba era la conversación que había justo antes de esa, la que había tenido cuando todavía estaba en casa, cambiándome.

Nora: No termino de decidirme, ¿crees que este me queda bien?

Y, así, sin más, le había adjuntado una foto del conjunto de lencería negro que me había puesto. Era uno que me había comprado tiempo atrás y apenas había usado, pero esa noche me había apetecido ponérmelo. Consistía en un sujetador sin copa y algo transparente, que dejaba entrever lo que había debajo, y unas bragas brasileñas con el mismo tipo de tejido.

Pol: Nora, por favor, que tengo a Berta delante

Pol: Y ya sabes que le divierte mucho adivinar en qué piensa la gente

Nora: Y, ¿en qué estás pensando?

Pol: Cuando nos veamos te lo digo

Nora: Aburrido :(

La conversación había terminado ahí, y sonreí al volver a leerla. Apenas nos quedaban diez minutos para llegar, y cada vez tenía más ganas. Jan, Mariona, Samu y yo íbamos en el coche de mi hermano, mientras que Pol, Berta y Abril iban en el coche del primero.

Sergio y sus amigos también iban a venir —de hecho, era él el que me había dicho que hacían esa fiesta en una discoteca—, y Jan estaba seguro de que terminaríamos liados. No tenía ni idea de lo equivocado que estaba, el pobre. Desde nuestra conversación en el Refugio, Sergio y yo habíamos seguido en contacto, y había venido una vez más a nuestro pueblo en la semana de fiesta mayor, pero como un amigo, nada más.

Cuando conseguimos aparcar y salimos del coche, Samu se encendió un cigarro inmediatamente y se quedó atrás mientras empezábamos a caminar. Llevaba varios días raro, con una expresión triste de forma permanente en la cara, y entendía a qué se debía, porque su situación no era nada fácil, pero no conseguía que se abriera a hablar conmigo.

Decidí dejarlo solo con sus pensamientos, al menos un rato, y me puse a hablar con Mariona sobre un libro que iban a sacar en pocos días mientras Jan estaba absorto en la pantalla de su móvil.

Quince minutos más tarde, estábamos en la puerta de la discoteca. Pol, Berta y Abril ya estaban allí, hablando al lado de la cola. El primero, al vernos, le sonrió a mi hermano.

Hasta que acabe el veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora