The Mother

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Golpearon la puerta de la casa que indicaba la dirección, atendió una mujer de lacios cabellos azabache, la alba tez hacía resaltar sus ojos esmeralda brillantes, poseedora de una dulce voz, sin dejar la cuota de duda asomar en sus delicadas facciones atendió.

- ¿disculpe?

- buenas tardes - respondieron ambas al unísono, la mujer esbozó una cordial sonrisa

- ¿es usted la Sra. Selvik? ¿Leonora Selvik? - Agnès se sintió avergonzada y electrificada ante la locura que estaba cometiendo.

- Así es - dejó ver más de su cuerpo abriendo la puerta, agradeció profundamente que no fueran soldados, era justo de esa forma en que fue notificada de la muerte de su esposo, vivía aterrada al mortífero golpeteo en su puerta.

- un gusto, ella es Lise, mi cuñada y mi sobrino, yo soy Agnès - se detuvo una milésima de segundo, no pensó en cómo le diría a aquella mujer que había conocido a su hijo - amiga de Edvar, me pidió en una carta si podía hacerle llegar una a usted, y decirle que él está bien.

Agnès le ofreció el sobre de papel, las temblorosas manos de la mujer fueron al objeto junto con sus ojos, aún en la vereda de la sorpresa guardó silencio y volvió en sí.

- gracias... Gracias - buscó los ojos de aquel ángel que venía a traerle información de su amado hijo - adelante, pasen ¿tienen hambre?

Se habrían negado pero no sólo ellas tenían hambre, también el niño necesitaba un cambio de paño, entraron a la morada envuelta en un agradable olor dulce en el aire, la tenue luz de un día soleado iluminaba el salón, Lise fue llevada por Leonora a su habitación donde pudo cambiar al niño, Agnès en la sala esperó mientras sus curiosos orbes trataban de devorar la mayor cantidad de información, sus ojos veían algunos retratos, una foto familiar donde un infante Edvar, asumía ella, estaba sentado sobre las piernas de su madre quien lo abrazaba cariñosamente, sobre el hombro maternal descansaba la mano firme de su amado esposo, un hombre de rasgos secos y muy similares a como lucia el joven retoño de ambos, más allá un retrato de un joven Edvar el día en que se en listó en la milicia, extremadamente serio para ser un adolescente de dieciséis, sus rasgos iban endureciéndose claramente como los de su padre con el paso de los años, otro retrato de cuando fue ascendido a capitán, en el no sólo parecía una versión joven del Señor Selvik, también era encantador, sí, lo era, Agnès se ruborizó al imaginar el color que tendría ese retrato, los ojos verdes y la voz que en su mente era la que podía tener ese hombre.

"Mi Sirena"

Sintió como la piel se le erizó y un suave suspiró abandonó sus labios, lo imaginó custodiando a su hermano en el campo de batalla, enlodado, cubierto de sangre y aun después de ello, capaz de abrir un libro para disfrutar las palabras maravillosas de "Homero", sintió un calor en la boca del estómago, imaginó qué tan sedoso era su cabello y como se vería su rostro al haber leído el poema que ella escribió en el muelle aquella tarde, pensando en cómo es que se vería dicho hombre, sus dedos se posaron sobre la imagen como si de alguna manera pudiese sentir la piel.

- traje galletas, las acabo de hacer, ¿se le ofrece un té, linda?

La gentil voz de la mujer sacó a Agnès de su mente, despegó la yema de los dedos del cuadro al tiempo en que giraba hacia la dirección de la voz, aún sonrojada

- ¡muchas gracias! - esperó haber disimulado bien

- se ve igual a su padre en ese retrato ¿verdad? - suspiró orgullosa Leonora

- sí, pude notarlo, aunque los ojos claramente son suyos - Agnès volvió a ver junto a la madre la imagen

- ¿alguna vez logra acostumbrarse? - Lise apareció en el pasillo, el niño se puso inquieto y al alimentarlo se durmió

Canto de SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora