📖CIENTO ONCE📖

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Salimos de la biblioteca con normalidad, estábamos seguros de que Ymir se aseguraría de que en los pasillos que debieran recorrer los del transporte no habría ni seguridad ni ningúna otra persona, dejándonos el camino libre.

-¿Hacia donde? - pregunto Niggel una vez de vuelta al corredor de la alfombra roja.

Teníamos dos opciones, la derecha y la izquierda, pero habíamos llevando por la izquierda, lo que se reducía a que debíamos seguir por la derecha. Al estar ubicado, tome la delantera del grupo y los guíe por donde era lo más lógico, por no decir que luego de leer el libro de mi padre había memorizado cada descripción del Palacio, de los dominios de la legión y, posiblemente, de la Ciudad Subterránea.

Tardamos unos 10 minutos en llegar a donde estaba la salida que daba al transporte que buscábamos. No había nadie cerca, lo que era extraño pues suponía que Ymir estaría ahí dándole órdenes a los transportistas o algo parecido.

-Esta libre, andando. - anuncie a mis compañeros.

Al final del pasillo, las puertas estaban abiertas de par en par, dejando ver la caja de un gran camión, cuyas puertas también estaban abiertas pues al parecer ya habían comenzado a llenarlo con las cosas que enviarían a la Ciudad. Avanzamos con cuidado y del mismo modo abordamos el vehículo.

-Kai, ¿estas seguro de esto? - me pregunto Kikyō antes de subir al camión.

-Por supuesto, aquí debe de estar lo que buscamos - le respondí con una sonrisa ladina para convencerla.

Me miro desconfiada, pero no puso más objeción. Subimos y comenzamos a ver las cajas lo más rápido posible; aunque, no fue suficiente o quizá nuestra suerte se había acabado.

-... posible. Ymir continúa y ya no tomen más descansos, es urgente que acaben esta tarea. - se escucho decir a la Reina.

A cada palabra, se acercaba más, dejándonos estáticos en nuestros lugares, con las cajas a medio abrir y sin posibilidad alguna de encontrar un escondite seguro.

-¡¿Qué hacemos?! - susurro Carla con pánico.

-¡Nos van a atrapar! - le secundo Niggel.

Mi cabeza comenzó a trabajar a mil por hora, la adrenalina comenzaba a apoderarse de mi cuerpo y, por ello, empuje a todos detrás de la pila de cajas y cuadros que estaban al fondo del camión. Justo a tiempo, pues cuando ya estaba por terminar de esconderme la figura de Historia e Ymir aparecieron por el pasillo, nuestra única salida por cierto.

- Ymir, ¿este ya está lleno? - pregunto Historia a su hija.

-Aún no, las últimas cajas ya vienen en camino - anunció la princesa revisando su bitácora con cierto nerviosismo.

Apenas y habíamos salido de la biblioteca, puesto que no pasó mucho tiempo antes de que, tal y como Ymir dijo, aparecieron los del transporte con las cajas que habíamos revisado minutos antes. Nuestra salida seguía bloqueada por la Realeza y ahora con tantas personas llegando, podíamos olvidarnos de salir del camión.

-Kai...-me llamó Kikyō. Ella también se las había ingeniado para espiar por un hueco y ver que sucedía afuera. - ¿Qué pretendes hacer ahora? Esto no estaba planeado...

Estaba tranquilo. Era cierto que quizá el modo no era como lo había planeado, pero aquí estaba, acorralado en el único lugar que me llevaría a la Ciudad Subterránea. Lo conseguí.

-Ackerman, no es cierto... - hablo de nuevo Kikyō, mirándome sorprendida y molesta. - ¡Es lo que querías!

Los hombres terminaron de cargar el camión y cerraron de un portazo:

-Esta listo, su majestad, ahora nos... - fue lo último que pudimos escuchar antes de quedar a oscuras dentro del camión.

-¡Chicos! ¿Qué haremos? ¿A dónde nos llevan? ¿Cómo saldremos de aquí? - soltó Carla hecha un manojo de nervios, con la voz temblorosa y más chillona de lo habitual.

-¡Esto es malo! ¡Esto es muy malo! - se quejo Niggel saliendo de su escondite.

-Calmense todos.- les pedí- Encontraremos la forma de volver...

-¿De volver? - pregunto Kikyō.

El movimiento del camión nos sacudió un poco, lo habían puesto en marcha, ya no había tiempo de arrepentirse y  mucho menos había vuelta atrás.

-¡No puede ser! - gritaron Carla y Niggel al unísono.

-¡Paren ya! Estaremos bien. - les grite en un intento porque guardarán silencio y me dejaran pensar, aunque también para distraer la mirada penetrante de Kikyō.

La verdad había pensado mucho en esto, no había forma de que saliera mal, bastaba conque en un descuido bajaramos estando en la Ciudad Subterránea, nos infiltraramos en el dichoso Archivo General y cuando descubrieramos  lo que necesitaba, podríamos mostrarnos ante la seguridad y ellos se encargaría de traernos de vuelta. Sencillo.

-¿Qué estaremos bien, dices? - pregunto Kikyō incrédula. - ¿Qué te hace pensar que ir de camino a la ciudad más peligrosa del país nos hace bien?

Carla y Niggel revisaban con desesperación un modo de salir, aunque claro no lo encontrarían tan fácil, o más bien, simplemente no había salida.

-No es la ciudad más peligrosa y tengo un plan, descuida. - le respondí sentandome sobre una caja.

-¡¿Un plan?! ¡Pues claro que tienes un plan! Es esto lo que querías desde un inicio y nos engañaste a todos para lograrlo. - grito.

Afortunadamente el ruido de la calle impediría que alguien escuchara sus quejas, pero sus gritos si eran lo suficientemente fuertes para llamar la atención de nuestros amigos.

-No los engañe, solo no les dije mi plan completo, porque iría solo. - explique con tranquilidad. De donde sacaba tanta paciencia, ni yo lo entendía.

-¡¿Pensabas ir solo a la Ciudad Subterránea?! ¡¿Estas demente?!

-Kai, ¿es cierto? ¿Nos engañaste? - pregunto Niggel acercándose a nosotros.

-No, solo no estaban dentro de mis planes - me excuse.

-¡Que idiotez! Eres un idiota, Ackerman. Primero, dices que irías solo, como si realmente pudieras irte por tu cuenta. - se hizo escucha de nuevo, Kikyō. Estaba furiosa. - Todo el día no haz hecho nada más que manipularnos para llegar aquí. Y ahora dices que todo estará bien porque tienes un plan. ¡¿Esperas que te crea, cuando es claro que esto es lo que querías?!

-¡¿Y que si es lo que quería?! No los obligue a nada, bien pudieron marcharse cuando tuvieron oportunidad, ¡¿por qué me siguieron?! - me defendí cansado de sus acusaciones.

-¡Lo hicimos porque confiamos en ti!, ¿por qué otra razón lo haríamos?

Ese fue el peor golpe que me pudo dar. Los últimos meses había descubierto tantas cosas de mis padres, había expuesto tantas mentiras, que me costaba creer que había personas que seguían creyendo en mi, lo podía entender, pero que fuera Kikyō quien confiara tan ciegamente en mi, no era algo que me ponía muy feliz, de los 4 ella era la única más sensata, entonces, ¿por qué creer en el niño que se crió rodeado de secretos y creció para mentir?

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora