VI

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CAPÍTULO 6

Eilán

¿Cuántas veces te has sentido solo rodeado de gente?

Una de las mujeres que lleva con la mirada fija en mí toda la noche, se acerca con paso decidido sentándose a mi lado. Apoya una de sus delgadas y elegantes manos en mi rodilla, acariciando con sus dedos en círculos.

Si no tuviera ganas de asesinar a alguien incluso empezaría a hablar con ella para terminar en una cama o algún otro lugar que ella desee.

Sin embargo, no estoy de humor. Ignoro a la preciosa mujer de mi lado, moviendo mi vaso de ron y tomándolo de un trago segundos después.

—¿Su cita se ha marchado, capitán? —inquiere con voz melosa.

Recordarme por décima vez que Amarilis se ha largado con Zigor sabiendo el enorme poder que tiene sobre ella no es una buena forma de ligar conmigo.

—Sí—me encojo de hombros—. Y no estoy buscando otra. Lo lamento, señorita.

La bella mujer de pelo oscuro, ojos celeste y esbelto cuerpo se relame los labios. En otras circunstancias me habría dejado arrastrar por ella.

—¿Está seguro? —se inclina hacia mi oído y mordisquea el lóbulo de mi oreja con sensualidad—. Puedo distraerle un rato.

Bajo la mirada hacia su mano, que sube las caricias por mi pierna. Muerdo mi labio y cierro los ojos al darme cuenta de la piedra que lleva en el dedo anular.

—Si viene frecuentemente a coquetear con cualquier hombre atractivo que se le presente, le recomiendo que se quite el anillo—giro la cabeza hacia ella, que se ha tensado de repente—. No a todos los hombres les gusta acostarse con una mujer casada.

He tirado su plan por la borda y parece realmente enfadada. Suelta un gruñido y se levanta moviendo exageradamente su pelo y bajando el escote de su vestido. Se nota a leguas que no es feliz en su matrimonio y busca amores de una noche para saciarlos. Es mujer, no puede divorciarse como si nada, y eso solo me frustra más.

¿Qué tan cruel es el mundo para ellas?

Apoyo los codos en la mesa y me paso las manos por el rostro. Cada vez que cierro los ojos puedo ver los esmeralda de Amarilis mirándome con urgencia. Quería que la ayudara antes de desaparecer con Zigor, pero no lo hice. Me quedé de piedra al ver que lo defendía a él, a sabiendas de que era el maldito quien la estaba obligando a eso.

Tras el maravilloso momento que logramos compartir en la pista de baile, creí por un momento que algo cambiaría entre nosotros. Me olvidé dónde estábamos al estar pegado a ella. ¿Qué poder tiene sobre mí Amarilis?

—¿Dónde está?

Alguien da un golpe en la mesa para llamar mi atención. Levanto la mirada para encontrarme con unos ojos azulados y una melena blanca frente a mí.

—¿Quién? —respondo.

Sé quien es.

—Amarilis—dice, llena de frialdad—. ¿Dónde demonios está?

—Se ha largado con Zigor—apoyo mi barbilla en la palma de mi mano—. No tengo ni idea de dónde han ido.

—Maldición—gruñe entre dientes.

Camina tan rápido hacia la salida que me cuesta seguirla. Alguno hombres de mi tripulación me preguntan qué ocurre al verme salir tan rápido, pero no les respondo a ninguno solo para ver dónde va Eira. Supongo que está preocupada por Amarilis, pero su reacción hace saltar mis alarmas.

El pirata oscuro {Libro 1}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora