| Capítulo 12 |

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Me encontraba parada justo frente a su puerta. Respiré profundo, exhalé y toqué dos veces. Nunca creí que estaría en esta situación y nunca pensé que en verdad pediría su ayuda cobrando ese favor. Abrió. Vestía ropa deportiva y sudaba, supuse que vendría del gimnasio del edificio.

—Así que la doctora bacterias vino a verme—recargó su brazo en el umbral de la puerta.

—Es tan humillante que ese sea mi apodo y denigres mi posgrado de esa manera.

Puso los ojos en blanco.

— ¿Qué es lo que quieres?

—Vengo a cobrarme el favor que me debes.

— ¿Que es lo que ocupa su majestad de este pobre ser? —hizo una reverencia.

Y la que puso los ojos en blanco fui yo. Solté una respiración sostenida.

—Ocupo que seas mi novio—lo solté de golpe.

Reaccionó sorprendido.

—Por lo menos una cita primero, ¿no? —Recargó por completo su cuerpo en el marco de la puerta—En primer lugar, ¿Por qué quiere que finja ser su novio, tiene 13 años?

—Es una historia larga de contar.

—Pues no sé usted, pero yo tengo todo el día.

—En el trabajo hay un tipo que no me deja en paz, a como dé lugar quiere salir conmigo.

— ¿Ya intentó decirle que no está interesada?

— ¿Crees que soy idiota? — lo miré con recelo—Le he dicho de muchas maneras que no estoy interesada, pero él no deja de insinuárseme, de decirme cosas, es de esas personas que no entiende que la palabra no es no— Solté una respiración sostenida —Es tan frustrante, porque no me siento segura en mi trabajo, un lugar que antes era mi espacio seguro, la ventaja es que puedo ponerle seguro a la puerta del laboratorio y para que así no entre en él, pero las paredes son de cristal, así que no puedo fingir que no estoy o que no lo veo parado ahí afuera.

Él me miró fijamente unos segundos. Debió de haber visto la desesperación en mis ojos ó la súplica escondida que había en mis palabras, porque no tardó en aceptar.

—Lo haré, pero con varias condiciones

— ¿Cuales son tus condiciones?

—Verás con este favor, yo obtengo otros tres favores más y tengo otras peticiones, pero esas se las diré después.

— ¿Quién es su majestad ahora?

—Tómelo o déjelo. Esto es lo que hay.

—Está bien, ¿qué más opción tengo?

—Decirle la verdad

—Ya se la dije, que no estoy interesada, que no quiero salir con nadie, que estoy bien siendo soltera. ¿Por qué no pueden aceptar eso? Porque todo el tiempo quieren que una mujer tenga pareja y si no la tiene le quieren conseguir una y si no la acepta le preguntan que si es gay, como si ser gay fuera algo malo, no lo es y nunca lo será.

— ¿Y no eres gay?

—La verdad es que no, soy hetero, eso creo— reí y él rió junto conmigo porque entendió lo que trataba de decir.

—Está bien, vecina, la ayudaré a que ese cabrón la deje en paz.

Me dio la mano para que estrechara y sellar nuestro pacto. Eso hice.

2 semanas antes.

Lunes. Llegué temprano al laboratorio. Sabía que cuando me encontrara con el Doctor Rafael Guzmán, me preguntaría sobre mi cita. Tuve un presentimiento desde que me levanté ese día, pero sabía cómo manejarlo. Antes me había pasado y siempre salía victoriosa de esas situaciones.

Nuestras mañanas de marzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora