Cαpı́tulo 5

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Vegetta se despertó en el silencio que precede a la llamada de mañana como siempre hacía. Dos años de levantarse siempre a la misma hora conseguía eso, pura rutina y sabía que Quackity también despertaría de un momento a otro. Se quedó tumbado y miró el techo un momento con las sombras jugando sobre él y luego oyó la litera debajo crujir mientras su compañero se despertaba.

Quackity hizo lo que siempre hacía nada más levantarse por la mañana, orinar. Vegetta miró mientras se levantaba de la litera llevando solo los pantalones de pijama y permaneció de pie dándole la espalda, oyendo como sonaba el urinario. La segunda cosa que Quackity siempre hacía después de lavarse las manos era lavarse la cara con algún caro y perfumado exfoliante que guardaba en su estantería y que hizo a continuación, aclarándose a fondo antes de enderezarse y contemplar al mayor por el espejo.

— ¿Me estás mirando? —Preguntó contenciosamente, alcanzando una toalla.

¿Estaba realmente enfadado por la lucha de la noche anterior? Incluso aunque Vegetta no lo hubiera golpeado ahora.

— Podría ser. —Dijo tranquilamente, no cayendo en la trampa.

— Este... ¿Qué tal me ves? —Quackity se volvió para estar enfrente a él. Su tono era tímido, su mirada directa y provocativa. En su mejilla había una contusión de donde Vegetta lo había golpeado la noche anterior.

Vegetta tragó saliva.

¿Quackity estaba realmente haciendo esto abiertamente, por primera vez desde que había llegado a la prisión? ¿Por qué ahora? ¿Por qué había esperado tanto tiempo?

— ¿Estás coqueteando conmigo? —Preguntó de una voz baja.

Quackity movió su cabeza a un lado con una sonrisa satisfecha. Se apoyó atrás contra el lavabo con ojos perezosamente entrecerrados, empujando la cadera hacia adelante para que Vegetta viera a través del delgado material de sus pantalones el grueso contorno de su miembro.

— Podría ser.

La expresión de Vegetta se oscureció. Se apoyó en un codo, fulminando con la mirada a su compañero.

— Creí haberte dicho cuando llegaste lo que te pasaría si intentabas esta mierda conmigo.

— Bueno, déjame ver... —Quackity frotó su trasero sensualmente contra el lavabo, prestando aún más atención a su miembro. — Lo que realmente dijiste era que tendrías un problema conmigo si te contemplaba mientras te desnudabas. El hecho es que eres tú el que me mira. De hecho, no me has pillado masturbándome, chupándosela a nadie, o intentando ponerte mis sucias manos sobre ti, por lo tanto, no veo cómo puedes tener un problema conmigo.

Vegetta miró fijamente incrédulo a Quackity, asombrado de que recordara cada palabra de su pequeño discurso de bienvenida.

— Añade la coquetería a la lista. —Dijo fríamente.

— ¡Eso apesta! —Quackity contraatacó de manera confiada. — El hecho es, Vege, he podido hacer casi de todo aquí y todavía estoy de pie. No lo considero como una amenaza más, porque creo que me habrías matado ya si hubieras querido. De una forma u otra, no me preocupa que lo hagas, así que te lo diré ahora, eres muy atractivo. De hecho, el más atractivo de este puto lugar. Si quieres que te haga una buena mamada sería un gran placer.

La boca de Vegetta se abrió ante la respuesta y enrojeció sin control.

Quackity rió de placer, obviamente creyendo que tenía la ventaja en cualquier lucha de voluntades que pudieran tener dos compañeros de celda. En ese momento, la alarma sonó y las luces se encendieron con el sonido de arrastre y crujido de todas las puertas del ala.

Vegetta apartó las sábanas y saltó de su litera. Anduvo con paso majestuoso hacia Quackity que estaba pegado contra el lavabo y agarró a su compañero por la garganta.

— ¿Dime por qué no debería romper tu jodido cuello ahora mismo?

Frente a frente, los dos se contemplaron el uno al otro y Vegetta observó de cerca la cara de Quackity. Su piel era perfecta –tal vez era la cara lavada– casi impecable, con una ligera sombra de pecas sobre su cuello que alcanzó a apreciar luego de hacer presión con sus dedos en dicha zona. Su ojo derecho era casi tan negro como las pestañas. La nariz era respingada, la boca con los labios gruesos y comestibles. Mientras Vegetta lo miraba, Quackity los lamió nerviosamente, dejándolos húmedos y relucientes.

— ¿Por qué te gusto? —Sugirió en un susurro, con toda la seriedad posible. — ¿Tal vez un poquito? Y no pasa nada en admitirlo.

Hubo silencio entre los dos. Vegetta trató de hablar, pero no pudo. Sus ojos taladrándole. Era consciente del calor y del musculoso cuerpo presionándose contra el suyo.

Un repentino sonido metálico los asustó y se dieron la vuelta para mirar mientras la puerta de su celda se abría.

— ¿Qué diablos está pasando aquí? —Exigió uno de los guardias con recelo. — Apártense los dos ahora mismo.

Vegetta retrocedió con un resplandor de ira tanto en el guardia como en el menor y se volvió para agarrar alguna ropa.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora