📖CIENTO DOCE📖

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Estuvimos unos minutos, que parecieron eternos, en silencio. Carla y Niggel parecían de acuerdo con Kikyō, por lo menos con lo último, pues ellos estaban conscientes de que yo no los había obligado a nada. Lo sorprendente es que, tampoco estaban molestos, sino dolidos porque me guarde el secreto del viaje.

-Más vale que tu plan funcione. - añadió Kikyō de mala gana después de un rato. - Porque ahora es lo único que tenemos para sobrevivir en la Ciudad Subterránea.

-Esperen... ¿Nuestro destino es la Ciudad Subterránea? ¿Esa en la que habitan todos los criminales del país? - comentó Niggel con preocupación.

-La misma - confirmó la rubia.

Y asi se inició un segundo ataque de pánico, lleno de gritos como el primero. Sería un viaje muy largo.

En ningún momento el camión se detuvo, ni siquiera cuando calculé que estaría la entrada a la Ciudad Subterránea. Kikyō no me dirigió la palabra de nuevo, se dedico a calmar al par de histéricos que venían con nosotros; así pues, me dedique a revisar con calma las cajas, para distraerme un poco.

Comenzaba a aburrirme cuando, entre las pinturas donde nos escondimos, encontré otra caja, más pequeña que las otras, pero parecía ser la única que no había revisado. La abrí con delicadeza, teniendo romperla de más por los movimientos del camión; cuando lo conseguí, fui revisando cada cosa que me encontre: objetos extraños de uso posiblemente científico, una vieja pipa, unas hojas de cuaderno con garabatos ininteligibles y... ¿Una foto?... Me detuve atónito con el trozo de papel en mis manos. No, no era una foto como había pensado, era más bien un dibujo. Uno con 3 personas, una chica que sonreía en exceso y dos chicos a sus costados: el de la izquierda sonreía con tranquilidad y el de la derecha parecía haber sido obligado a estar ahí.

-Acaso... - dije en voz alta llamando la atención de Kikyō, que finalmente había decidió tomar asiento y resignarse a su situación.

Me miro con curiosidad antes de acercarse y mirar lo que yo.

-¿Ese no es tu padre? - pregunto pese a su promesa interna de no dirigirme la palabra.

-Eso parece... Pero... - respondí. Me dedique a observar a las personas junto a él. - Si es el, significa que ellos deben ser... ¿Farlan e Isabel?

-¿Quiénes?

-Farlan e Isabel, eran los mejores amigos de mi padre, pero murieron en la primera expedición que hicieron - explique rápidamente con emoción.

Intuí si cara aterrorizada, así que preferí guardarme el dibujo junto al reloj y seguir revisando. No encontré nada más, aunque tampoco es que hubiera tenido más tiempo.

A los pocos minutos el camión dio una última sacudida y se detuvo por completo.

-¿Llegamos? - pregunto Carla, entre asustada y emocionada.

-Parece que si. - dije mirando con temor las puertas de nuestro escondite. - Hay que escondernos...

Volvimos a nuestros lugares iniciales, en silencio y esperando un movimiento del exterior. Solo el chirrido metálico de los seguros levantándose, nos informó que efectivamente, habíamos llegado a nuestro destino.

-¡Rápido! No quiero estar aquí más de lo necesario... - decía uno de los hombres que había subido las cajas antes.

-Aquí ya no queda nadie, todos están arriba intentando robarnos - le respondió otro, el cual subió al vehículo y comenzó a pasarle las cajas.

-Eso no me consta, además, ¿escuchaste sobre “Ellos”?

-¿Ellos?... ¡Ah! ¿Te refieres a Rejisutansu Gundan*? Son nada más que un mito.

Ambos tomaron las cajas que bajarían y comenzaron a alejarse aún entretenidos en su conversación.

-No, no, no. Acaso no...

Suspire cuando se perdieron de nuestra vista. Le lance una mirada rápida a mis amigos y les hice una señal para que me siguieran. Salimos de nuestro escondite y antes de poder salir del camión revisamos que no hubiera nadie más afuera.

-¿Cómo puede no haber nada de seguridad? - pregunto Carla en voz baja.

-Aquí abajo no les preocupa un robo, porque no hay nada que robar - Explicó Kikyō.

Los hice callar, pues me pareció oír que regresaban los transportistas y así era, así que retrocedimos rápidamente de nuevo. Esta vez, volvían con más gente, los guardias del lugar posiblemente, pero tan pronto tomaron aún más cajas, se marcharon por donde llegaron.

-Debemos irnos ahora, sino nos atraparan antes de lo planeado. - les anuncie, a la par que salía de mi escondite y aceleraba el paso hasta la puerta del camión.

Revise una última vez si había moros en la costa y luego baje del vehículo lo más rápido posible. Todos me seguían, casi pisando exactamente donde yo lo hacía; corrimos cuanto pudimos hasta el callejón más cercano, implorando a que nadie nos haya visto.

-¡Dios mío! ¿Cómo lo logramos? - pregunto Niggel siendo presa del pánico.

-Solo hemos tenido suerte hasta ahora, no hay otra explicación - se aventuró a decir Carla.

-No, solo es que la escritora nos ama y no pretende alargar más esta escena de lo debido - concluyó Kikyō aún recuperando el aliento.

Mi respiración estaba entrecortada por la carrera, pero ya que aún no estábamos en terreno seguro, ignore sus comentarios y me dedique a observar nuestros alrededores en un intento por ubicarme.

Al final del callejón (por donde habíamos ingresado) había una pequeña avenida por la que transitaban unas cuantas personas, si no me equivocaba conducía al centro de la ciudad; y, por el otro extremo, parecía que llevaba hacia las afueras o las áreas más alejadas del centro, como sea que se llamaran. En el centro estaba la casa de mi madre, pero aquella casa debía estar destrozada, lo mejor sería buscar la casa de mi padre, la cual estaba del lado que destacaba por estar completamente desierto.

-Esto no les gustara, pero debemos seguir por allá... - anuncie señalando el lado contrario por el que llegamos.

Todos voltearon a ver la ruta y efectivamente no pareció agradarles, había menos luz de ese lado y notablemente había menos personas que del otro lado.

-¿Es absolutamente necesario? - pregunto Niggel en el mismo estado que antes.

-Pues tenemos que buscar un escondite, no podemos quedarnos en la calle y el único lugar que creo conocer esta por allá. - explique no muy convencido.

-Kai tiene razón, además tenemos que buscar ropa, si seguimos así nos delataremos. - coincidió Kikyō.

-En ese caso no hay que decidir, solo vámonos - acepto Carla con un ligero titubeo en su voz.

Estábamos yendo muy lejos, pero a la vez, nos acercábamos más a nuestro objetivo. Faltaba poco y todo hiba bien, justo como el plan.

-Bien, siganme. - les pedí emprendiendo la marcha. Siguiente parada la casa de Levi.



*Rejisutansu Gundan: Legión de resistencia.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora