Capítulo Treinta

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                           Jason

Después de bajar de la noria, Carla y yo decidimos que ya era suficiente, estábamos cansados y hambrientos. Así que nos subimos a mi auto y conduje hasta un sitio de comida rápida.

Fuimos a comprar pizzas y las pedimos para llevar. Le iba a pedir a Carla que durmiera conmigo en mi apartamento. Aproveché que ella había ido al baño para llamar a Justin y preguntarle por mi mamá, pues había decidido quedarse unos días en casa de mis tíos, lo cual me aliviaba.

—¿Que pasa bro?

—Solo llamaba para saber que tal está mi mamá.

—Está bien, ya está dormida, hoy parecía más animada ¿tu como estás?

—Mejor, estoy con Carla.

—¿La chica de la que me hablaste? ¿esa que te gusta mucho?

—Ajá.

—Y supongo que ella tiene que ver con que te sientas mejor, debes presentarmela, quiero ver quien está haciendo que mi primo se coma sus palabras sobre no enamorarse.

—No estoy enamorado, solo me gusta mucho y no te la voy a presentar.

—No seas celoso, sabes que nunca me fijaría en alguien que te guste.

—No estoy celoso y deja de ser un insoportable, al parecer juntarte con la sanguijuela te está afectando.

Lo escucho reír a carcajadas a través del teléfono.

Imbécil.

—Bueno ya me voy, llamame si pasa cualquier cosa con mi mamá, no importa la hora.

—De acuerdo, Romeo.

—Vete a la mierda. —digo y cuelgo escuchando su risa.

Carla regresa y cuando la pizza está lista, ambos salimos hacia mi auto.

—¿Puedo pedirte algo?

—Claro que puedes pedirlo, aunque no aseguro que te lo vaya a dar.

—¿Podrías quedarte a dormir conmigo?

—De acuerdo, pero tendrás que prestarme una pijama.

—Eso no es problema. —digo sin evitar esbozar una sonrisa.

Me gustaba estar con Carla, me daba mucha paz y me hacía sentir muchas cosas que jamás pensé que sentiría, como las ganas de tenerla cerca, las ganas de que se ralentizara el tiempo para que ella se quedara más tiempo conmigo.

Dios, estaba vuelto un cursi de mierda.

Pero no podía evitarlo y a decir verdad no me disgustaba sentir esto. Me hacía sentir vivo de muchas formas.

                                   ¥

Llegamos a mi apartamento y nos sentamos en la isla a comer la pizza, lo hicimos en un completo silencio, aunque no era un silencio incómodo. Me quedé observando a Carla, tenía unos hermosos y grandes ojos azules, esa era la razón por la que la llamaba muñeca, sus ojos parecían los de una. Tenía una boca pequeña, nariz respingona y bajo esa capa de maquillaje recordé que tenía unas bonitas pecas en su pómulo y nariz. Sin duda se veía hermosa como fuera, pero yo la prefería sin maquillaje, en su estado natural. Con sus bonitas pecas a la vista y sin tacones, se veía muy pequeña y hasta tierna.

—¿Ya terminaste tu inspección?

—Nop.

—¿Que tanto me miras? O sea se qué es difícil no hacerlo pero...

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