Paige Thompson
Admiraba las pinturas y mis ojos expectantes recorrían toda la sala, mi madre me había llevado con ella a la exposición de una prestigiosa galería de arte situada en el centro de Australia.
Al principio la idea sonaba un poco desagradable pese a que soy una chica que no le gusta salir y de pocos amigos, pero luego de una larga y aburrida charla no me quedó más remedio que acompañarla.
—Paige cariño ¿Te gustan?— dijo mi madre en un tono afable.
Ella no pasaba mucho tiempo en casa pero se esforzaba por darme lo mejor y la quería demasiado.
—Si, son bonitas—admití e hice un gesto de aprobación con mi mano.
-Me alegra escuchar es...—Las palabras de mi madre se vieron interrumpidas por un estruendoso golpe que provenía de una de las mesas donde se servía el ponche que estaba adornada por lindas figuras de cristal y copas refinadas.
Los cristales rotos y las caras de las personas que estaban allí me alarmaron y con incertidumbre me giré y lo ví.
Unos grandes ojos negros, el cabello del mismo color y un semblante que te helaba la sangre. Un chico de mirada perdida y con un rostro inexpresivo estaba junto al desastre, un hilo de sangre brotaba de su mejilla dado a que estaba demasiado cerca cuando la mesa colapsó y uno de los cristales le había hecho un pequeño corte.
La gente se agrupó alrededor del chico y él seguía de pie, ahí, sin moverse, de pronto sus ojos chocaron con los míos y sacudí la cabeza al darme cuenta de que estaba demasiado extasiada mirándolo, no quería incomodarlo.
Me volví hacia el lugar donde estaba mi madre para llevarme la sorpresa de que ella no se encontraba allí entonces me dispuse a caminar por el salón para buscarla y la encontré, quisiera haberla encontrado sin compañía porque mi curiosidad había despertado y era difícil controlarla.
—¿Mamá?— Fue lo único que pude decirle antes de que mis ojos se posaran en la figura alta que se encontraba a su lado.
Era el mismo chico, estaba segura de eso y mi mamá lo conocía eso era aún más impactante.
—Hija, él es Charlie— dicho esto la mirada del recién nombrado recayó sobre mí y ojalá hubiera sido una expresión agradable o una media sonrisa lo que demostró pero sin embargo su rostro seguía igual que antes inexpresivo.
Me limité a sonreírle, no me gustaba ser empalagosa y mucho menos me gustaba incomodar a las personas, respetaba el espacio personal y quizás esa era una de mis virtudes.
—Bien, Charlie espera aquí tengo que hablar con mi hija—dijo mi madre.
No entendía nada a la única persona que el tal Charlie parecía escuchar era a mi mamá, lo estaba procesando todo muy lentamente.
Cuando estuvimos los suficientemente lejos como para que Charlie no escuchara mi madre rompió el tedioso silencio y habló:
—Él perdió a sus padres hace unos meses—mi cuerpo se tensó y se me hizo un nudo en la garganta—Ha sufrido mucho Paige y perdón por decirte esto ahora pero— hace una pausa —va a vivir con nosotros.
Desconcierto era muy poco para describir lo que había en mi cara no sé si era enfado o decepción porque no confiara en mí lo suficiente como para decírmelo en cuanto tomó la decisión.
—¿Qué? Y ahora es que me lo dices, ¿Mamá como me ocultas algo así y cómo me dices que un desconocido del cuál solamente sé el nombre y a duras penas se va a mudar con nosotros tan... normal?