Capítulo 1: Paleta de rojos.

17 3 4
                                    


Era abril, y ya las clases de mi nueva escuela ya habían comenzado hace una semana atrás. Mis padres me habían decidido cambiar de mi antigua escuela secundaria superior porque se dieron cuenta del increíble acoso y abuso que recibía por parte de mis compañeros de aula (y escuela, en general) al negarle en frente de todos al chico "guapo" de entonces, sabía lo que tramaba... Él y sus secuaces. Por suerte, yo ya había pasado todas mis vacaciones viendo telenovelas y películas juveniles en donde siempre la chica tímida y callada era el hazme reír de toda la escuela por enamorarse de chico cool y ser rechazada por el mismo en frente de todos. A parte, en ese momento no estaba interesada en tener una relación o noviazgo, después de todo soy muy joven para prometerle mi amor a alguien que conocí en poco tiempo. De hecho, cuando le negué me dio entender lo mucho que le ardió saber que una chica común lo hiciera en frente de todos y comenzó a insultarme en frente de todos insinuando que era lesbiana, –¿¡Qué?! ¿¡Que eres lesbiana?!– Fue lo que gritó para que la multitud se burlara de mí y no del hecho de que fue rechazado por una chica común. Pero –No, no soy lesbiana, Ronin. Solo te apesta la boca y no eres para nada mi tipo– Hubiera deseado tanto decir eso, pero pensar rápido no es lo mío.

Como sea, ser lesbiana, homosexual o miembro de la comunidad de LGBT+ no debería ser un insulto, pero solo lo es para alguien tan ignorante y dolido como Ronin.

La alarma de mi cuarto había sonado hace ya unos largos minutos de desesperación continua de mi parte, siendo sincera me daba algo de ansiedad ir a la nueva escuela pues temía que el rumor se hubiera esparcido en todo Chiyoda.

Me levanté luego de los constantes golpecitos de mi madre en la puerta de mi cuarto y con mi mente aun somnolienta le respondí con un perezoso –Ya voy, madre... –. Ella no respondió y solo procedió a caminar a lo largo del pasillo para bajar las escaleras arrastrando sus pantuflas, ella era ama de casa y mi padre era jefe de una cafetería famosa en esta ciudad pero hoy era su día libre. Mi padre ganaba lo suficiente para mantenerlos y a veces para darnos lujos, no éramos millonarios pero disfrutamos lo que teníamos.

Toqué mis ojeras viéndome al espejo de mi closet... Ver anime en la noche teniendo que hacer cosas importantes en la mañana del día siguiente debería ser ilegal. Tomé mi toalla y con más pereza que nunca fui a darme una ducha, una rápida por supuesto, no quería llegar tarde.

–¿Qué debería hacer hoy? Podría ser la chica fría, e ir con ropa casualmente sexy e irresistible a la vista de todos. –pensé, pero fue un pensamiento tan precoz pues había recordado que mi closet estaba lleno de ropa colorida y llena de vida, cero sombras oscuras y labiales negros, nada, absolutamente nada que me haga parecer fría y reservada.

Golpeé levemente mi cabeza con la pared frente a la regadora resignando a ir como la misma chica de hace una semana atrás acosada en su antigua escuela. Salí de la ducha, me sequé y al ver que solo me quedaba media hora para no llegar tarde decidí apurarme lo más rápido posible. Tomé de mi closet el uniforme que solían dar en todas las escuelas aun teniendo en cuenta de que en mi escuela no era obligación ir con uniforme, sólo para ceremonias, reuniones, eventos, o exposiciones. Al finalizar me maquillé encresparme las pestañas, haciéndome un delicado delineado con café que resaltaba mis pecas, un labial rosado y rubor rosa, mi cabello iba suelto en esta oportunidad. Me encantaba ese maquillaje pues me hacía ver tierna, y bueno, era lo más que llegaba a mi zona de confort. Totalmente lista tomé mis cosas y procedí a bajar a la primera planta, la cocina.

Mi madre me esperaba con mi desayuno: tostadas y zumo de naranja, como me encantaba, pero mi reloj solo me decía que comer me haría perder el tiempo.

–Cariño, debes llegar al menos unos minutos antes para poder orientarte en tu nueva escuela –dejó el jarrón de zumo frente a mi desayuno para volver a enfocarse en el omelette de huevo que a mi padre le encantaba–. ¿Estás preparada para hoy? –me senté en la mesa y con un bocado de tostada en mi boca le respondí.

Manzana, posesión y dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora