Cuento 1

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Hay veces en las que un fotógrafo arriesga su vida por su trabajo, eso fue lo que me ocurrió a mí. Quien pensaría que tomar fotos podría ponerte en peligro, definitivamente nadie. Solía ir a lugares lejanos a tomar fotografías, de animales del bosque, arboles, cascadas, casas abandonadas y tuve la suerte de decir que nunca me había ocurrido nada malo, ni siquiera me perdía. Pero hasta hace unos años dejé de tener esa suerte.
A fines de los años 60 me encontraba en una vieja cantina abrumado por no encontrar trabajo por la temporada baja, nadie quería fotos familiares en marzo y nadie le hacía caso a las fotos que tomaba por diversión. Vivía en un pueblo tan pequeño que siempre era difícil encontrar trabajo, en los periódicos mas conocidos ya trabajan grandes fotógrafos y todos parecían ser mejor que yo, pero técnicamente porque estaba seguro que la pasión que ellos tenían no se comparaba a la mía.
Tomé uno de los periódicos que se encontraban en la barra de la cantina y fui a la sección de trabajos, había muy pocos para fotografía. Uno para tomar fotos a perros, otro para graduación de alumnos… viendo mis opciones encontré uno que me llamó mucho la atención. Una foto familiar, parece simple, pero no era en un lugar cualquiera, la dirección de la casa estaba a 4 horas de distancia del pueblo y tenía de referencia un bosque del que ya había escuchado antes. Pagué las cervezas que había tomado y salí del lugar.  Me subí a mi auto camino a la lejana casa y durante el camino escuché a Pink Floyd, The Beatles y Fleetwood Mac en la radio, tuve suerte porque eran de mis bandas favoritas y en esa emisora no solían tocarlas.
Llegué a la autopista más cercana a la casa y me bajé del auto para caminar hasta llegar a mi destino. Luego de 30 minutos caminando la encontré, era una muy grande de color blanco, pero con muchas partes quemadas. Me acerqué a la puerta y antes de tocar vi por las ventanas si había alguien allí. Se veía todo oscuro y desordenado dentro de ella, parecía inhabitable, a pesar de eso toqué la puerta y un par de minutos después abrieron. Era un señor de la tercera edad con muchas canas en su cabello y bigote, vestía de terno y tenía mucha presencia. Me sentí un poco intimidado. ¿Qué podría hacer un señor tan elegante en una casa tan lejana y sucia? Traté de no prestar atención y seguir con mi trabajo. Me presenté y él me dejó pasar, me indicó donde dejar mis cosas mientras él iba a buscar a su familia. Observé mejor la casa, tenía un aspecto tenebroso que me causaba mucha intriga, este era el tipo de cosas que me gustaría ver más a menudo para fotografiar. El señor volvió con cuatro copas de vino, las dejó en la mesa y me ofreció una, me la tomé de un sorbo por lo nervioso que estaba. Dijo que su familia estaba terminando de arreglarse para la gran foto familiar. Le pregunté a que se debía la foto porque no estaba cerca ningún día de celebración y dijo que solo le gustaría tener un recuerdo con su familia ya que su ultima foto fue hace muchos años.
Mientras íbamos hablando sentí un aura más tranquila y el señor me dejó de parecer intimidante, incluso parecía amable. Se dio cuenta de que su familia se demoraba mucho y fue a buscarla.
Tomé mi cámara y la colgué en mi cuello para tenerla cerca cuando regresen.
Unos segundos después escuché el sonido rechinador de la escalera y al instante sentí un olor putrefacto, era casi insoportable, no tenía ni idea de donde provenía. Esperé que el señor llegará para decirle del olor, pero cuando llegó me quedé perplejo con lo que mis ojos vieron. Aquel señor cargaba dos marionetas, una en cada mano, eso no era lo raro. Ambas marionetas tenían piel humana cosida en sus rostros. Piel real, de allí provenía el olor. No supe que decir, el señor se encontraba mirándome con una enorme sonrisa. “Te presento a mi familia” me dijo. Traté de hacer caso omiso a lo raro que era eso y sonreí asustado. Él se posiciono con las dos marionetas a sus lados y yo me agaché para tomarles la foto. Cuando terminé, le pregunté al señor donde estaba el baño y me indicó. Fui y me lavé la cara y las manos con rapidez, me sentí asqueado con lo que había visto, mis manos temblaban y tenía la piel de gallina, debía salir lo más rápido posible de ese lugar espantoso. Salí del baño y fui a coger mis cosas cuando de pronto de me sentí mareado, se me hizo muy extraño. Traté de recomponerme y buscar la puerta, pero no logré encontrarla, me sentí atrapado en un laberinto. Seguí caminando por la casa tratando de ubicarme, pero cada vez se me hacía más difícil movilizarme, mis ojos me pesaban al igual que mi cuerpo. Lo siguiente que recuerdo es haberme despertado con un dolor de cabeza infernal atrapado en un cuarto oscuro. Tenía las manos y los pies atados, traté de liberarme con fuerza, pero parecía imposible.
Sentí el mismo olor podrido de antes y me estremecí. Cada vez era más insoportable. Escuché unos pasos que se dirigían hacía a mí y vi con dificultad como una mano se acercaba para tocarme el rostro, con miedo me quedé inmóvil. Encendieron las luces y pude ver a aquel señor anciano junto a sus horripilantes marionetas. No podía descifrar la mirada del señor, tenía una sonrisa torcida y unos ojos saltones que me ponían los pelos de punta. Seguí intentando liberarme y me dijo que no lo haga, que él no me haría daño, que solo quería un amigo. Lo primero que pensé fue que aquel hombre estaba totalmente loco, pero tal vez aquello podría ayudarme a escapar. Si era amable con él podría agarrarlo en su punto más débil, lograr ablandarlo y salir de aquí. Mi auto seguía a unos 30 minutos de distancia, con comida y agua sobreviviría y tendría energías, así que ese sería mi plan.
Fingí estar de acuerdo con quedarme y aquel señor se veía más alegre, ese día se quedó conmigo lo que me parecieron un par de horas.
Al día siguiente regresó con comida y agua como lo esperaba, no parecía tener intensión de hacerme daño. No quiso soltarme porque según él aun no confiaba en mí y pensaba que escaparía. Tenía toda la razón, pensé.
Luego de un par de días ya me sentía con energías, en una de nuestras conversaciones, con el señor, me contó un poco de él, de como había pasado su vida en lo mas profundo del bosque, en esta casa con sus padres.
Hace unos meses hubo un incendio, por eso la casa tenía muchas partes quemadas y estaba sucia. Él dijo que sus padres tuvieron un accidente, pero por suerte lograron sobrevivir. Fue ahí donde me di cuenta de la verdad detrás de su locura.
Ellos realmente no habían sobrevivido, pero él creía que sí, ya que los había reemplazado con esos muñecos y esa piel humana era de ellos.
Sentí pena por su historia, por lo arruinada que estaba su mente luego del accidente y porque era obvio que necesitaba ayuda psicológica. Me quité todos esos pensamientos de encima porque yo no podía brindarle ayuda, no quería involucrarme, solo quería con mi vida normal de fotógrafo al escapar de aquí.
Me dijo que tal vez en unos días podría soltarme para relajar los músculos debido a mi buena conducta. Así que la próxima vez que vino lo hizo, le dije si podía traer un vino para brindar por nuestra nueva amistad y con una sonrisa asintió y fue tras el vino.
Me levanté de inmediato a penas se fue y me troné la espalda y las rodillas, traté de estirarme lo máximo posible. Cuando sentí sus pasos volví a sentarme.
Abrió la puerta y el tenía dos copas y un vino muy antiguo, se acercó y quiso servir, yo le dije que me dejará hacer los honores, me pasó la botella y serví el vino en las dos copas, en un descuido que tuvo tomé la botella y le golpee la cabeza con ella hasta romperla. Cuando el hombre cayó al suelo, corrí lo más rápido que pude y salí de la habitación. Él ya estaba levantándose cuando salí así que traté de apurarme.
Estaba en un segundo piso con cuartos por todos lados, busqué y busqué donde estaban las escaleras por unos segundos hasta encontrarlas, bajé y encontré la salida. Corrí y antes de llegar a abrirla me tropecé con mis propios pies lo que hizo que me retrasará, me maree y me levanté. Podía sentir al hombre tras de mí.
Logré salir de la casa, pero sentí como me tomaban de la mano para jalarme, mientras forcejeábamos él con un cuchillo me cortó un pedazo de piel del brazo. Grité por el dolor, pero me liberé de su agarré y seguí corriendo.
Logré encontrar mi auto y pude llegar a la ciudad.
Al verme todos en el pueblo en ese terrible estado pensaban que estaba loco, que tenía algún problema psicológico, nadie creyó mi historia, nadie creyó en el hombre que estaba en esa casa abandonada.
Incluso los policías fueron a investigar a la dirección que les di, pero cuando regresaron dijeron que no había nada, ni una casa arruinada, ni un hombre, ni dos marionetas, absolutamente nada. Por eso estoy aquí ahora, en el manicomio Radley de Riverswood. Porque me diagnosticaron una supuesta esquizofrenia. Pero yo sé que lo que viví fue real, sé que ese hombre está ahí afuera tanto como lo está dentro de mí.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2022 ⏰

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