El hallazgo

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- Ten cuidado, no sabes lo que puedes encontrar ahí.

- Shh, ¡no hagas ruido!

La idea de perderse por el bosque de Ellen no era lo que esperaba. Un paseo por aquí, sentarse en un tronco a ver los pájaros volar, quizás incluso darse un pequeño chapuzón en alguna charca... La idea de Roger era distinta. Buscar 'tesoros', toparse con algo inesperado, encontrar... ¿algún cadáver? 

El sueño de Roger era convertirse en detective, que algún día tuviera un cliente que le pidiera que encontrara a algún familiar importante que había desaparecido, con la mala suerte de que lo hallaba, pero muerto o muerta en extrañas circunstancias; investigar el asesinato; colaborar con la policía; robar informes... Y cuando su amiga Ellen le dijo de ir a dar un paseo por el bosque, 'a perderse', eso le hizo pensar... ¿Y sin en vez de perderse, encuentran? 

Tras casi dos horas de camino, en los que hablaron un poco de todo, Ellen decidió que quería volver a casa, que el camino que estaban haciendo no era lo que ella esperaba. Y justo cuando Roger se había rendido en eso de encontrar algo interesante, divisó a lo lejos, junto a unos matorrales, un pequeño destello que le deslumbró. Avisó a Ellen y juntos fueron a ver qué era aquello.

La esfera de un reloj de pulsera había brillado con la luz del sol. La chica iba a coger el reloj, pero Roger le dijo que lo mejor era no hacerlo. En su lugar, se agachó, casi se tumbó en el suelo, para ver más de cerca aquél reloj. En su cara comenzó a dibujarse una enorme sonrisa al ver en el reloj lo que parecía ser sangre. ¿Era posible que acabaran de hallar indicios de algún tipo de crimen? Habían encontrado un reloj manchado de lo que parecía ser sangre, ¿cabía la posibilidad de que hubiera cerca alguna persona herida? ¿Quizás muerta?

A Ellen no le gustaba la idea de ponerse a investigar qué era lo que había sucedido o si encontraban al dueño de aquél reloj, pero Roger le gustaba, y vio la ilusión que le hacía aquello, la sonrisa en su cara cuando le pidió que le acompañara, que le ayudara en su investigación. 

Fueron siguiendo un pequeño rastro de ramitas rotas que iban tras el reloj. Unos pocos de metros después, Ellen avisó a su amigo, para que mirara a su derecha. Había un pequeño charco de sangre cerca de ellos. La sangre parecía fresca todavía. 

- Esto solo puede significar una cosa -susurró Roger.

- ¿El qué? -preguntó Ellen, sabiendo ya la respuesta. 

- Que hay un cadáver cerca. La sangre aún está fresca, el charco no es muy grande, así que hay dos posibilidades. Primera, que la persona esté herida y esté cerca; segunda, que este sea un primer charco de varios cada vez más grandes.

O tercera -intervino la chica- que todo esto sea solo una tontería y alguien se haya hecho una gran herida y se haya marchado al hospital. Por el camino, se le cayó el reloj.

Pero la negatividad de Ellen no era impedimento para Roger. Le echó una media sonrisa, y la ignoró. La cogió de la mano y siguieron el rastro de sangre. 

Y ojalá no lo hubieran hecho. Siguieron andando unos metros más, hasta llegar a un claro con varias rocas de distinto tamaño. El rastro de sangre podía verse desde lejos y eso animó aún más al joven. El rastro de sangre se perdía en una gran roca, por lo que comenzaron a andar despacio. No se veía a nadie a kilómetros, por lo que estaban solos. Aún así, Ellen estaba algo asustada. No sabía lo que podrían encontrarse. Roger estaba excitado, estaba deseando ver qué encontraban. Y al rodear la roca y ponerse frente a ella, el joven que una vez quiso ser detective deseó no haber encontrado nunca aquél reloj manchado de sangre. 

El primer hallazgoWhere stories live. Discover now