Capítulo 44

2.3K 237 28
                                    

El viaje finalizó...

Y a una parte de mi le hubiera gustado que fuese eterno, ya que fueron de los días más felices que he tenido en mi vida. Casi que se sintió como un sueño.

No puedo dejar de mirar mi mano, aquella en la que esa bella sortija dorada rodea mi dedo. Me gusta mirar la de Atlas, y me invade un enorme alivio y alegría al comprobar que él también tiene la suya puesta. Pero por sobre todas las cosas, me fascina ver nuestras manos unidas.

Durante estos días en los que estuvimos solos, y que lo pude observar sin tener que tener ninguna clase de tapujos, o contenerme por las personas que nos rodean, no he podido pensar maravillado "¿Cómo es que este asombroso hombre es mío?".

Siempre me he caracterizado, muy a mi pesar, por ser alguien muy romántico y enamoradizo. He sido siempre de ese modo, por más que intente negarlo, u ocultarlo. No es que ando enamorándome de todos los hombres que se me cruzan, o que me dedican una sonrisa, de esos he tenido de sobra. Sino que me refiero a que cuando conozco a esa persona en especial, me flecha al instante. Es como si una soga se amarrara de un extremo a mi corazón, y con el otro al de aquella persona. Así, bien arraigado, hasta que uno de los extremos se corta.

La primera vez, solo uno de los lados estaba atado. La segunda, uno de los lados tuvo que cortar la soga. Y la tercera... Bueno, algo me dice que ambos corazones se aferran con fuerza al otro. O al menos eso es lo que me da a entender lo que rodea mi dedo.

Atlas no es alguien de palabras, se lo mucho que le cuesta, no el decirlas, sino más bien el intentar comprender lo que siente y a eso asociarle un significado. En cambio, él expresa con sus acciones.

Como cuando apenas llegó y encontraba siempre la forma de recordarme de que yo aún era "Izan Marshall", y que no debía dejarme pisotear por los demás. Siendo honesto fue él quien me dio esa seguridad, o empujón, para que yo comenzara a actuar de nuevo.

También en aquella ocasión cuando provocó a Astor para que este lo desafiara, y así demostrar sus habilidades frente a Arwen, y que ella le pidiera de entrenarme. Él va a afirmar que sólo quería enseñarle una lección a mi hermano, pero yo sé que eso no es así. Quería compartir conmigo todas aquellas habilidades que aprendió a lo largo de su vida, y de alguna forma traer de vuelta a ese hombre que tanta admiración le causo cuando lo conoció siendo un joven. 

O todos aquellos pequeños gestos. El prepararme ese batido especial cada mañana, todos aquellos comentarios pícaros que conseguían elevarme el autoestima, la preocupación en sus ojos cuando se apreció en el hospital luego de que lo llamara. O el hecho de como siempre está cada vez que lo necesito. Si algo me pone mal, o me desanima, encuentro a Atlas a mi lado, dedicándome una sonrisa dulce y tomando mi mano para llevarme a la cocina y prepararme un té, para luego dejar un beso en mi mejilla.

¿Acaso se necesita algo más que eso? Porque yo no.

Siempre ha encontrado una forma de hacerme saber lo que siente por mí. Y lo amo por todo eso. En su totalidad.

Al llegar de vuelta a la ciudad, en el aeropuerto nos estaba aguardando uno de los choferes de la casa, que una vez que estuvimos más cerca de la residencia nos escondimos detrás de los asientos, y bien agachados para que no nos vean.

Entramos por la parte trasera, que da directo a la cocina, dónde encontramos a Dexter sentado en una de las banquetas altas, comiendo cereal con leche en un tazón.

- ¡Ey! - exclama con esa sonrisa encantadora. - ¡Volvieron los tortolitos! ¿Qué tal estuvo su escapada romántica?

Con Atlas reímos. - Muy bien.- respondo sin dejar de lado mi sonrisa, la cual no ha abandonado mi rostro en estos días.

El legado de la Mafia (Mafia Marshall V)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora