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El arte es para consolar a aquellos que están rotos por la vida.

Vicent Van Gogh









—Pequitas, pequitas.


Se escucha un susurro a los lejos que la hace estremecer en el sueño, trata de despertar pero sus párpados están tan pesados que le es imposible abrir los ojos, así que vuelve  a dormir ignorando aquella voz. Nuevamente aquella voz se hace presente pero está vez no es solo la voz sino también siente como unas manos tocan su piel y poco a poco asciende desde sus pies hasta su estómago.

La pelirroja abre los ojos de inmediato y su vista es empañanda por la oscuridad que hay en la habitación. No ve nada y eso la pone nerviosa. Ella puede sentir su respiración cerca de su oído y su aliento en su cuello, trata de moverse pero puede. No puede moverme, intenta hacerlo, intenta defenderse pero simplemente su cuerpo está paralizado ante su presencia y las sucias manos de ese hombre no dejan de tocarla.


—Eres mía pequitas, eres completamente mía mi dulce pecas.


Su voz solo produce asco para ella y su cuerpo cada vez que él la toca se ensucia más y más, quiere pedir ayuda, quiere pedir piedad pero él no se detiene y ella no puede hacer nada.


—¡Noooo! —grita llena de dolor— Solo déjame.



Abre los ojos y se encuentra con la oscuridad de su habitación, su cuerpo tiembla y se abraza a sí misma al darse cuenta que solo fue una pesadilla. No tiene fuerza para prender la lámpara apesar del pánico que le tiene a la oscuridad, ah sí que solo cierra los ojos e intenta tranquilizarse ya que si prende la lámpara corre el riesgo de que él llegué a su habitación e intenté hacerle daño.


—Solo fue una pesadilla Sofía, solo fue una pesadilla.


Los latidos de su corazón siguen latiendo más fuertes, le teme a la oscuridad pero no puede encender la luz. Se aferra a su patito de peluche e intenta ser fuerte pero su respiración acelerada y la inestabilidad de su cuerpo no la dejan.


—No puedes Sofía, no puedes hacerlo cuando te has prometido que no lo harías.


Las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas, la pelirroja quiere ser fuerte pero no puede y cae en la tentación. Se levanta de la cama y corre al baño, cierra la puerta con llave y acto seguido saca los polvos mágicos que están escondidos detrás del retrete. Solo bastan unos segundos para que ella rompa la promesa que se hizo a sí misma sobre ya no volver a consumir, solo bastaron unos segundos para la pelirroja volviera a caer en ese abismo.

Comienza a escribir con lágrimas en los ojos unas líneas en su diario y minutos después se queda dormida dentro de la tina aferrada a su patito de peluche.





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—Vamos Tito tienes que comer para ser un gato muy lindo y crecer muy grande.


Acerca al pequeño gato al cuenco de leche y este solo maulla y gira su rostro al otro lado.


—Tito no lo repetiré dos veces gato ingrato, ah sí que bebe la leche.


Vuelve a acercarlo pero el gato hace lo mismo y la pelirroja se da por vencida, y termina dejándolo ir.


—Te hace falta mucha autoridad para que ese cochino gato te haga caso. —la voz de la pelirroja 2 se hace presente.

Y si te digo adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora