☹☹☹

38 5 9
                                    

La gente corría de un lado a otro, por lo menos quienes no podían refugiarse adecuadamente de las gotas incesantes que caían de las nubes tan cargadas. Quienes cargaban un paraguas consigo caminaban relativamente tranquilos al no estarse mojando del todo, pero aun así manteniendo un paso apresurado para poder llegar a destino.

Era un día gris, muy, muy gris.

Un pequeño niño caminaba por la acera, esquivando a las personas que apresuradas se movían para evitar el diluvio. Miraba a todos lados, buscando algo en específico, o más bien a alguien. Intentaba cubrirse del frío que recorría todo su cuerpo abrazándose a sí mismo,  mientras que sus lágrimas se camuflaban con las gotas de lluvia que caían sobre su rostro. 

Estaba asustado, preguntándose una y otra vez dónde estaba su madre. "Mamá, ¿dónde estás?" Murmuraba con una voz apenas audible el infante, cansada y temblorosa. Llevaba, ¿cuánto, horas llamándola? Sus pies dolían de tanto caminar y su ropa estaba toda empapada. Sólo quería volver a casa y arroparse en su calentita cama junto a su mami.

Pero ni siquiera recordaba cuál era el camino a casa, su madre le dijo que le acompañara a hacer las compras, y al subir al auto se esperó ir al supermercado que estaba a la vuelta de la esquina. En cambio, la mujer condujo un largo tramo hasta llegar a un lugar que ni conocía. Entraron a una tienda a comprar lo necesario para la casa, y mientras su mami hacía las compras él se distrajo viendo unas gomitas. Cuando se dio la vuelta para preguntar si podían comprarlas, su mami ya no estaba. La buscó por todo el lugar, y al no verla salió del local para seguirla buscando. Una vez afuera no vio el auto, así que en su misión de encontrarla siguió caminando para ver si llegaba a localizarla, terminando en la situación en la que estaba actualmente, con frío, hambre, todo mojado y con dolor en su cuerpecito.

Sin saber la hora, ni mucho menos cuánto había caminado ni dónde estaba, se paró en medio de la acera, viendo al cielo nublado que poco a poco se volvía de un gris cada vez más oscuro. Por deducciones obvias, pensó que ya estaba anocheciendo, y por lo tanto lo más sensato ahora era buscar un lugar donde dormir. Era peligroso seguir caminando por la noche. Una vez su padre le había dicho que los hombres malos salían cuando oscurecía, y él no quería encontrarse con ningún hombre malo.

Por más que sus pies le estuviesen matando, siguió caminando un corto trecho para intentar buscar reparo. Pocos minutos después, se encontró con un callejón. Estaba oscuro, muy oscuro, y él estaba muy seguro que muy probablemente un monstruo se estaba escondiendo ahí para luego asustarlo. 

Pero o enfrentaba al monstruo, o se encontraba con un hombre malo.

Sus piecitos se movieron algo inseguros, adentrándose en la oscuridad de a poco, sus ojos lentamente acostumbrándose a la falta de luz que allí había. Cuando pudo ver casi con total claridad lo que ahí se hallaba, se encontró con un contenedor de basura que le doblaba el tamaño, y un par de cajas sucias apiladas al lado del mismo. Una fugaz idea cruzando por su cabecita de inmediato. ¿Y si hacía un fuerte de cajas para pasar la noche? No  debería ser más difícil que hacer uno de cojines.

Así que, con las pocas energías que le quedaban puso manos a la obra y armó un pequeño refugio de cartón. No sabía cuánto iba a durarle, pero esperaba que durara lo suficiente considerando que estaba lloviendo aún. Una vez lo tuvo listo, se metió dentro de él e intentó conciliar el sueño, intentando no prestar atención en los ruidos que su estómago emitía y pensando mejor en el mundo de los sueños.

Al día siguiente, si bien aún quería encontrar a su mami, su primera prioridad era buscar algo que comer. Su estómago le dolía por la falta de alimentos ingeridos el día anterior. Así que sólo caminó, y caminó, y caminó, preguntando por ahí si podían darle aunque sea un pedacito de pan. Con sus encantos de niño chiquito tenía que conseguir algo, ¿cierto?

✘Miseria✘ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora