Prólogo

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El sabor amargo y ácido del alcohol y las drogas, en uno solo, era para morirse; la sensación era única y dichosa, como si ya no sintieras nada más de tu cuerpo, solo tu boca, aparte de tu lengua siendo arrasada por otra. Sentía que se desmayaría, que ya no soportaría, no sabía cómo es que su cerebro aún funcionaba.

El húmedo y baboso beso hizo que Pascua no pudiera reaccionar a nada más, sus pupilas avellanas trataban de intentar buscar la respuesta de cómo había terminado así con su mejor amigo.

Sin saber cómo había llegado a tal punto, sentía las manos de Ferdinand posarse fuertemente en la parte de la cintura del drogadicto; sentía el aliento a alcohol muy fuertemente golpear contra su fosas nasales, la acción de querer vomitar ya se hacían presentes, pero este fue fuerte y no hizo tal barbaridad.
Finalmente, con sus manos temblorosas y sujetadas en los hombros de el poeta, terminó el beso, la lengua de el marihuano parecía estar dormida ya que esta quedó fuera de su boca mientras jadeaba con fuerza, su pecho bajaba y subía con desesperación y sus pupilas miraron directo a los ojos de Ferdinand.

-¿¡Cuál es tu pedo, carnal?! ¿Me viste cara de puyeye o qué pendejo? Ay chale, me chupaste hasta la garganta..- Al entrar en razón, el colorido lo empujó fuera de su alcance limpiando toda la baba que quedó en sus labios.

-Tu incredulidad es ilustre, querido Pascua. Sus finos labios concernian a los míos sin ningún tipo de fastidio.- La sonrisa picarona de Ferdinand hizo que Pascua diera un paso atrás.

-A-A ver y si al cine, carnalito, no entendí la chingadera que dijistes.- Lo entendió, entendió el porqué aquel poeta tenía tantas fans.

La voz tan firme y segura, llena de virilidad, poco más gruesa que la suya misma, hacía que su corazón bombeara a mil por hora. Ni siquiera había respondido el contrario a su comentario, y el marihuano ya había perdido la conversación, al contradecirse.

Se había envuelto en un bosque de pensamientos al notar que yacía en una cama bastante cómoda para ser real, no podía creer hasta ahora lo que pasaba. Sin palabras quedaron los dos, el integrante más famoso de el trío de poetas estaba en medio de sus piernas, sin ningún tipo de vergüenza.
Sus antebrazos se apoyaron en la cama para levantar su torso para arriba y quedar frente a frente con el borracho, para intentar protestar sobre lo que iba a ocurrir en tan solo unos minutos.
El ver qué ya andaba chupando un envase esbelto de vino llamado "Brandy huevo Totote", hizo que de alguna manera se enfureciera.

-Pérate, carnalito, si tú te puedes poner pedo al menos déjame echarme una de la buena, pa que soy bueno.- Introdujo sus manos en sus bolsillos, intentando sacar lo que ha diario se fumaba.

-Chinn.. No, fíjate que no la necesitas, pus porque en vez de fumar te la vas a tragar.- Ya estaba pedo, hizo su típica risa de borracho.

Pascua solo lo mira con cara de quererlo matar. En un movimiento ágil y rápido, levantó y despojó aquella camiseta blanca, con decoraciones bastante curiosas, como las que tenían los huevos de pascua, notando así, el increíble y hermoso pecho que aquel drogadicto escondía tras sus telas.
Era un tanto más moreno que el poeta, eso al parecer el gustó, tanto que comenzó a manosear todo lo que pudiera ver.
El marihuano jadeaba, no es algo que quisiera, pero que también no podía impedir, era extraño. Las manos frías de su acompañante rozaban intencionalmente contra sus pezones, estos, sorpresivamente, eran de un color rosado pálido, bastante bonitos a la vista.
Ferdinand no pudo soportar más y jugó con ellos, causando un gran éxtasis en el pobre Pascua; sensibilidad era lo que poseía el drogadicto, jamás tocaba tales partes de su cuerpo, no le interesaba en lo absoluto.

Aparte de sentir los piquetes en sus pezones, por parte del de mayor estatura, jadeos y una lengua babosa se hicieron presentes en su cuello. Al parecer el poeta quiera saborear más de aquel raro "condimento" que se fumaba siempre su mejor amigo.
Pascua no pudo más y se tumbó de nuevo en aquella cama, el hecho de hacer eso lo asqueaba, más con otro hombre, el jamás se había denominado un puñal, tampoco es como si hubiese tenido una mujer en su vida.
Lamentablemente para él, sentía la extraña curiosidad de a qué llegaba tal escenario tan lujurioso; vió las situaciones llenas de obscenidad y lascivia en las pedas que asistía, iba solo para echar chismesito, solo las presenciaba, jamás las vivía, no hasta ahora.

Ya sus pupilas parecían esforzarse por ir hacia sus retinas, pues sus pezones estaban siendo totalmente chupados y lamidos. La punta caliente de la lengua de Ferdinand jugaba maliciosamente con él, pequeñas estáticas invadían todo su ser, causando temblores hasta en los dedos de sus pies.
Las lágrimas salían en advertencia del placer, ¿Por qué su amigo Ferdinand se hallaba haciendo tal atrocidad?
Tanto como sus pezones y areolas estaban rojizos de tanto abuso, no la situación no se podría poner más mariconera.

-¿Y qué, bebé? Muéstrame el oráculo pa meterte la pitonisa.- El de boina de colores se molestó, otra vez.

-Carnalito.. ¡No digas mamadas!- Trataba de sonar lo más normal del mundo, no lo lograba mucho ya que aún sentía la saliva escurrir de su pecho.

-Talvez yo te diga las mamadas, pero tú me las das.- Y la risa llegó otra vez.

Ni modo, eso no estuvo a que Ferdi siguieron a lo suyo, sin ningún tipo de permiso, bajó los shorts holgados de el colorido.

-¡No, no! ¡Ya basta puñal, en serio e-esto no es de cuates, mi hermano!- En realidad, le preocupaba ser el que le empujarán los frijoles.

-Con calama.. Digo, calma, solo vé, ¡Siente!- Su mano, ya estaba preparada.

Con suaves y detectables movimientos, la mano del poeta se hallaba con intenciones de despertar al dichoso amigo que traía Pascua, no tardó mucho, unos cinco, ocho minutos bastó para que ya hiciese efecto y se viera hasta lo más puro de el drogadicto.
Que hablar de él, no era tan malo después de todo, lo hacía con un profesionalismo que era obvio que ya lo había hecho antes, así que sabía lo que hacía.
La mano caliente y húmeda, subiendo y bajando de su pene que nunca había sido tocado de tal forma tan picante, hacía que se emocione.

Su masturbación había sido interrumpida por un dedo que estaba masajeando un lugar mucho más delicado y privado. Iba a protestar si no fuera por aquel beso que lo hacía marearse, otra vez sentía el alcohol recorrer su zona bucal, cuando terminó el beso, miró con detenimiento a Ferdinand.

La mirada de atención que tenía era sorprendente, parecía que lo comía con la mirada, avergonzado a Pascua de inmediato.

-Ahí va.. For pavor, no grites como las rucas, ¿Sale?-.

-¿Cómo la ruca de tu mamá? Sale, mi cuate, yo se cómo le grita..-

No le sirvió el hecho de molestar al borracho, ya que sintió peligrosamente un dedo con intenciones de hacer presión en su entrada, cerró los ojos con fuerza, sus brazos fueron para arriba ocultando su cara y cerrando sus muñecas, mientras que sentía otra mano acariciar su cintura.

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//algunos errores o sugerencias, los acepto, digan o lloro.

Yo soy el Yin y tú mi YangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora