Capítulo 1, parte 2: Rojo sangre.

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Esa misma tarde Ada decidió ir a dejarme a mi hogar, ella decía conocer bastante bien la inmadurez de Bri y sabía que en un arrebato de estupidez me encontraba caminando sola por las calles de Chiyoda y me podía causar algún tipo de daño o agresión por la que claramente no quería pasar.

–Y dime, ¿por qué te cambiaste de escuela? –preguntó Ada mientras salíamos de las grandes puertas del establecimiento dejando sus audífonos de lado. La verdad, la respuesta me avergonzaba, no quería ser juzgada por ella o que piense mal de mi con malos entendidos. Luego de unos minutos, la miré al rostro pero su mirada fría y seca causó que se me cerrara la boca con un cierre bien apretado. Dios, que imponente su mirada– ¿Y bueno? –insistió mientras colocaba una mano sobre sus ojos tratando de mirar los rayos de sol que estaba frente a nosotras, la verdad es que estaban bien cálidos y abrigadores pero al parecer a ella le estaban molestando de cierta manera–.

Fue así como me pasé al lado de la vereda que tenía sol para que ella obtuviera el lado de la sombra en la que yo estaba. En primero de primaria me acuerdo haber compartido sala con una chica que sufría de alergia al sol y la verdad, recuerdo su rostro de dolor cuando nos hacían actividades al aire libre, la pasaba bien mal y creo que los tratamientos era bien costosos, así que de alguna manera entendía la incomodidad de Ada... Al menos podía suponer eso pues pude ver como me agradeció con una leve sonrisa de su parte. Eso, de cierta manera hizo que me relajara y junto con eso, el cierre de mi boca sellada por su frialdad. Tomé aire para guardarlo un poco en mis mejillas, calmandome ante cualquier cosa. Solté el aire y sin más se lo expliqué.

–Me molestaban... mis compañeros –expliqué con pasos lascivos, la miré incómoda y sin más apretó sus labios para rodear sutilmente sus ojos hacia el frente.

–¿Porque te gustan las chicas? –quedé paralizada y más anonadada que nunca, ¿lo había malentendido todo a la perfección o solo era mi inocente idea? Rápidamente la corregí mientras sentía que mi mejillas empezaban a arder de apoco.

–¡No, no, no! –tapé mi boca tratando de esconder mi sonrisa avergonzada–. No me gustan las chicas... –la miré viendo como solo levantaba las cejas sin cambiar de su expresión serena que no entendía nada–. Me refiero a que no soy... –no sabía cómo explicarlo para que no existieran más malos entendidos pero no estaba haciéndolo bien. Ada solo dejó salir un leve suspiro, no dijo nada, solo miraba a ambos sentidos de la calle en busca de algún vehículo para proceder a pasar el cruce que nos llevaba al pasaje de mi casa. Me parecía curioso que supiera exactamente donde vivo o solo se guiaba por mi expresión corporal, después de todo, estuve todo el rato guiandola (indirectamente) con mi mirada nerviosa–. Solo espero que este año no me siga molestando... No es agradable –dije mirando al duro cemento de las calles para después volver a mirarla, me estaba mirando sin interés mientras su cabello era perturbado por las brisas de la linda tarde primaveral–.

–No lo harán.

–¿Eh? –pregunté sin entender, su suave y a la vez madura voz era tan relajante que no me daba el tiempo de captar cuando me hablaba–.

–Si te quedas conmigo, nada malo te pasará...–se detuvo en la acera recibiendo el aire tibio de una primavera prematura con su mirada sincera demostrando la verdad que demostraba en sus palabras. Me detuve unos pasos frente a ella y para esperarla pero lamentablemente fue donde nuestras miradas chocaron con una intención diferente a una amistad infinita y leal, al menos en mi–. ¿Te quedarás conmigo? –fue entonces cuando me di el tiempo de entrar a su hipnotizante mirada y sentir como la verdadera vida pasaba frente a mis ojos, como si su pupila se hubiera convertido en una anochecer en medio del profundo océano calmo en donde la noche estrellada se reflejaba en ese espejo natural, llamas salían desde el suelo helado frente a mi y de esa furiosa llamarada podía ver la silueta de Ada, con su cabello al son de la brisa marina me alzó su mano mientras de su oscura silueta podía ver una sincera mirada de pesar y cariño en mi, rápidamente alcé mi mano para juntarlas pero fue en ese preciso momento que el llamar de mi nombre me hizo salir de tal hipnosis creada por mi imaginación dándome cuenta que aquellas llamas venían del castaño anaranjado de la iris de Ada.

Manzana, posesión y dolor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora