Qué fácil era no nombrarte y qué difícil se hacía olvidarte.
Cuántos meses durante la noche estuve en vela por soñarte, imaginando tu voz y tu mirada.
Cómo dolía asimilar que en tu vida ya no estaba y que no era yo la que te abrazaba, que los "para siempre" fueron una farsa, cómo me costó entender que me olvidabas, a mí y a todo lo que nos tenía hilados.
Qué difícil se me hizo entender que ya no era yo quién te cuidaba y quería, que yo me volví nada.
Ha pasado el tiempo y aquí sigo, evitando decir tu nombre, porque sino sí que no te olvido.