4. Y la llamaban sirena

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Álex

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Álex

Me siento inútil.

Os pongo en contexto: llevamos aquí una puta semana y soy la única a la que se ve que a su padre no le interesa.

Ruby es hija de Deméter, Caroline y Jeremy están donde Apolo, la madre de Julie es Afrodita y el padre de Harper es Ares. ¡Y yo solo soy un estorbo en la cabaña 11!

Paso todos los días en la orilla del lago sola, aunque a veces Percy viene. No porque me tenga pena y se ponga a animarme, sino porque él es hijo de Poseidón y también ama el agua.

Recién salida del desayuno, entraba y salía de las primeras siempre. En vez de ir a dar pena al lago, fui a dar pena al área de entrenamiento. Me senté en las gradas a la sombra, con unos auriculares conectados a mi MP3.

En ese momento, el chico emo entró en la arena con una increíble espada negra. Por primera vez se quitó la chaqueta, para entrenar. No estaba tan huesudo como creía, me atrevo a decir que hasta los bíceps se le notan bastante.

Empezaron a aparecer calaveras mutantes de estas de las banderas negras de los barcos piratas que empezaron a atacar al pelinegro mientras él se movía con increíble agilidad para partirlos en pedazos y hacer que vuelvan bajo tierra.

Era increíble.

Me acerqué a él sonriente

—¿Quién lo diría? —me miró.

—¿Qué haces aquí?

—Me aburro.

—Bien por ti.

—Chico emo, siempre tan amable.

—Oye, te doy dos opciones: o entrenas conmigo o te largas.

Le sonreí astuta y cogí una espada como otras del montón.

—¡Joder! —se me cayó la espada en los pies—. Esto pesa una mierda... ¡Agh!

Nico sonrió divertido.

—Oh, vamos, ¿Mary no puede con su espadita?

—¡Hazme un favor y cierra la boca!

—¡Venga, Mary, puedes hacerlo mejor!

Cogí la espada entre mis manos sudadas y la mantuve hacia el frente, apuntando al chico.

—¿Qué tal? —jadeé.

—Mary, esta espada es muy grande para un microbio como tú.

—¡Que no me llames Mary! ¡Y no soy un microbio!

—¡Eres más bajita que yo!

—¡Mido 1,55!

—Y yo 1,68, Minion.

—¿No eras el callado de la clase? ¿Por qué no lo sigues siendo?

—Me haces perder la paciencia —se encogió de hombros—. Tú disfrutas haciéndome enfadar, ¿por qué yo no puedo disfrutar del mismo placer?

La voz de la sirena || Nico di Angelo ✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora