Me estaba sofocando, literalmente.El espacio reducido, la falta de luz, la incómoda posición fetal que estaba obligada a adquirir (sin mencionar el asqueroso olor a comida rápida que se filtraba hasta mi prisión) daban como resultado un solo sentimiento, que se quedaba como un eufemismo ante esta situación. Miedo puro.
Desde niños nos educan para tener cuidado, ¿quién no ha crecido escuchando las frases "no hables con extraños" o "no aceptes nada de nadie que no conozcas"? Nos cuentan historias de hombres malos que nos llevan si nos portamos mal. El miedo se vuelve un excelente medio de control para alejarnos del peligro, y más cuando somos niños que no saben casi nada del mundo real.
¿En qué momento pensamos que ya conocemos este basto mundo como la palma de nuestra mano? ¿en qué momento dejamos de tenerle miedo al hombre malo? Una acción tan sencilla como dar una dirección me llevo a una situación de la que no se si saldré viva.
Creía que podría cuidarme sola, que sabia como enfrentarme a la vida. ¿Quién diría que una sonrisa amable y tener una estética decente podría ser tan engañoso? ¿Por qué los hombres malos también podían fingir ser buenos?
Mi cuerpo me duele, no siento los brazos ni los pies y mi boca está seca. Llorar ya no me sirve de nada y pensamientos mundanos como ¿que habrá pasado con mi celular? Rondan mi cabeza. Tal vez es un mecanismo de defensa o de autoengaño. Evadir la realidad puede que asfixie el miedo y la incertidumbre que siento.
El auto se detiene y vuelvo a la realidad, sé que es mi fin.
Escucho la puerta abrirse.
Escucho como él se baja.
Escucho como él se acerca a mí.
Escucho su respiración.
Escucho su emoción.
Escucho sus pensamientos.
Escucho sus planes.
Escucho lo que realmente es él.
Finalmente, escucho como abre la cajuela del auto donde me ha tenido prisionera durante 2 días.
No puedo ver nada, pero puedo jurar que está sonriendo. Sus manos agarran mi brazo, el tacto de su piel contra la mía se siente áspero, enfermo, vil. En un punto puedo sentir su aliento en mi cara, el olor de la comida rápida jamás me había parecido tan repugnante como ahora. Puedo sentir como el aceite de las papas fritas quema mi cara.
Cuando me tira al suelo, siento alivio de no tener contacto físico con él. El duro suelo de tierra me arropa y consuela, el cantar de los pájaros y la briza del viento me susurran que todo estará bien. Huele a bosque, huele a libertad.
Me arrastra como un saco de papas y hace conmigo lo que quiere. Cuando acaba, siento que me tira a un hueco y me arroja algo. Es pequeño, duro y hace sonido, me doy cuenta de que es mi reproductor de música.
Puedo escuchar atisbos de una canción.
"Diying is easy young men, living is harder"
Y luego, la primera capa de tierra me cubrió.
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Experimentación del cuento corto
Random¿Quién soy yo en este mundo de letras? Este "libro" nace como una experimentación de mi yo narrativo. si estas dispuesto/a explorar conmigo los lugares más recónditos de mi imaginación, únete a mi en esta aventura.