━ 𝐕𝐈: Tengo mucho que contarte

386 36 62
                                    

•─────── CAPÍTULO VI ───────•

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

── CAPÍTULO VI ────

TENGO MUCHO QUE
CONTARTE

───────●◎•◎●───────

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

◦✧ ✹ ✧◦

        EL ARDOR QUE SENTÍA EN LAS PIERNAS la instó a detenerse. Catriona redujo la velocidad hasta que dejó de correr, cosa que sus pulmones agradecieron enormemente. Sus pies, que calzaban unas cómodas zapatillas de deporte, se anclaron al suelo asfaltado y ella se dobló por la cintura para poder recuperar el aliento. Apoyó las manos en sus temblorosas rodillas y cerró los ojos mientras su pecho subía y bajaba a una velocidad desenfrenada. Segundos después, cuando su respiración y sus latidos se acompasaron, recuperó la verticalidad y se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano.

Llevaba días sin salir a correr, y esa mañana por fin había podido retomar aquella costumbre que tanto le gustaba y de la que tanto disfrutaba. Aunque el motivo que la había empujado a ello era el mismo que le impedía dormir por las noches desde hacía prácticamente una semana.

Las pesadillas.

Esa madrugada se había despertado abruptamente, con el cuerpo empapado en sudor y unos temblores que le habían hecho castañear los dientes. El terror y la angustia que la habían embargado desde que su mente se había sumido en aquella esponjosidad característica del mundo de los sueños se habían arraigado tanto a sus huesos que le había resultado imposible no sufrir un pequeño ataque de pánico. Pero, por suerte, no había llegado a despertar a Michael, que dormía en el cuarto de al lado. Estaba acostumbrada a sufrir ese tipo de episodios, a tener que lidiar con la ansiedad de manera constante, de ahí que no necesitara a nadie para recomponerse. Ya no.

Se había acurrucado en la cama y había cerrado los ojos. Y, entonces, mientras inhalaba por la nariz y exhalaba por la boca, se había puesto a repetir internamente su mantra, aquel al que siempre acudía cuando sentía que todo se le venía encima: «estoy en calma y en paz. Estoy a salvo. Estoy en casa». Y así se mantuvo durante diez interminables minutos, hasta que el miedo se esfumó y su corazón volvió a latir con normalidad.

Ramé | Hijos de la AnarquíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora