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Capítulo veintitrés.

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Narra Hera Zabat

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Narra Hera Zabat.

   Abracé a Haylee en su cama cuando Aegon me dejó en sus aposentos. Mis brazos rodeaban a mi hija profundamente dormida. Mis labios se posaron por su cabeza en un tierno gesto al llegar a ella, dejando un casto beso sobre su cabello. Elevé la mirada para indicarle al hombre en la puerta que pasara, pero ya se había marchado y Cristel había cerrado la puerta tras él. Hecho eso, ahogué mis ganas de vomitar cuando recordé cómo le había gritado a los cuatro vientos quién era, probablemente confundiendo su pensamiento, haciendo que dudara de sí mismo sin poder darle más explicaciones. Eso me hizo sentir culpable un rato, o al menos lo que restaba de la noche.

   Abracé con fuerza a mi hija en su cama y dejé que el sueño y las lágrimas me llevaran a la oscuridad.




(...)




   Unos besos en mi cabello me despertaron. La luz del sol del amanecer golpeó levemente mi rostro en la habitación de Haylee, ya que esta no traía cortina en su ventana para tener una hermosa vista al exterior, algo que ella misma pidió hace años al no poder salir del castillo de Arce por el peligro que recorría Futuro. Abrí los ojos con lentitud, esperando ver el hermoso rostro de Haylee desearme un buen día hoy. Pero al despertar por completo y analizar su cabello blanco mal pintado, noté que era Zeth quién me mantenía en sus brazos, y eso me hizo tensarme unos segundos para procesar dónde se ubicaban sus manos. Al sentir sus dedos recorrer mis brazos, mi vello corporal se erizó. No me moví ni dije nada al respecto, sin quererle hacer saber que estaba despierta. Pero creo que fue mi respiración acelerada lo que me entregó.

—Buenos días, mi reina —saludó.

   Pestañeé con lentitud al oír su voz retumbar con suavidad en mis oídos. Me retorcí en mi sitio y me moví hacia atrás para elevar mi cuerpo en la cama. De esa manera, pude alejarme de él al ponerme de pie. Zeth también se colocó de pie, siguiéndome cuando miré hacia todos lados en la habitación en busca de Haylee por algún sitio. Al no verla cerca, mi corazón se aceleró.

—Está fuera con Cristel, esperándonos. Quieren que nos reunamos en la sala de trono para discutir el hecho de cómo saldremos de aquí —explicó.

   Asentí, tranquilizando el latido de mi corazón. Me acerqué al espejo de mi hija y arreglé mi cabello lo mejor que pude en una trenza. Mi ropa seguía siendo unos pantalones de cuero y una camisa que no me molesté en cambiar. En silencio, sacudí las prendas sobre mi cuerpo para que no parecieran arrugadas y procedí a voltear hacia la puerta, casi caminando en puntillas de pie para que ninguna pregunta llegara. Pero antes de poder tocar con la yema de mis dedos la perilla de la puerta de salida, donde detrás esperaban Cristel y Haylee, unas grandes manos se colocaron en mi cintura sin previo aviso. No demostré la sorpresa e incomodidad que sentí, sabiendo que si lo alejaba sería peor y eso ocasionaría más preguntas de las que deseaba responder.

Mayor Verdad © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora