Oscuridad. Esa penetrante sensación de soledad, invade todo mi ser, sin piedad. De un momento a otro, esa soledad desgarradora hace que me sienta incapaz de todo.
Me siento usada, desechable, maltratada, ultrajada.
No puedo sentirme peor que eso... Creo que sí.
Mi vida se pasa frente a mis ojos, como una pequeña película antigua, y eso me hace soltar un suspiro cansado.
No quiero recordar mi pasado. Vivo tratando de enterrarlo. Vivo tratando de concentrarme en el futuro incierto que rodea a cada humano en el gigantesco planeta.
Un sabor salado invade mi boca, y me recuerda mucho al polvo que comía cuando estaba en mi hogar.
Siento mi cuerpo como si fuera de plástico y eso me asusta. Mis ojos están vacíos. Al igual que mi mente.
Siento un líquido carmesí invadir todo mi ser. Y la sensación de soledad me asfixia.
Veo sombras a mi alrededor, tratando de hacer que no me vaya. Pero yo ya no aguanto. Quiero salir. Quiero ser libre y ya no tener más sufrimiento.
Quiero ver todo lo que no he podido. Quiero sentir, todo lo que no sentí.
Recuerdo entonces mi primer amor. Era tan torpe y descuidada, que de un momento a otro ya no me gustaba la misma persona e inmediatamente el "primer amor" se esfumaba de mi mente. Y en mi corta vida, los niños no me eran tan atractivos como los dulces, así que la mayoría de mis amoríos eran chocolates y caramelos.
Recuerdo a mis padres. ¿Qué me dirían ellos? Seguramente algo como:«No te rindas» o «Yo sé que puedes lograrlo».
Claro que puedo lograrlo.
Pero ya me cansé.
Ya me cansé de vivir como en un sueño. Y quiero despertar.
Quiero despertar.
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—¡Doctor, Doctor! ¡La perdemos! No responde a los electrochoques. —Gritaban con prisa las enfermeras, al ver que su pequeña paciente con cáncer se dejaba llevar por la muerte.
Un sonido consecutivo de máquina, había inundado la sala.
La pequeña niña había muerto.
Ya nada podía hacerse. Los médicos habían luchado junto con ella 4 años de Leucemia, y este era el resultado.
Cansancio y mucho dolor.
Cansancio y mucho miedo.
Dolor y miedo.
Dolor...
Eso era lo que la pequeña no quería.
Miedo...
Eso era lo que la motivaba a seguir con vida.
Cansancio.
Había llegado. La infante estaba cansada de luchar. Ya no quería sufrir más.
Ya no quería que sus padres sufrieran y tampoco que la miraran con lástima.
Ya no quería vivir atrapada en un cuerpo que lastimaba su alma y que la debilitaba sin piedad.
Ella ahora era libre.
Había salido de su sueño de vida, para poder estar en libertad.
Había podido salir al fin de ese infierno.
Era libre.
Era feliz.