Las nubes...
El brillo afilado del cielo le impedía separar los párpados. Con los ojos entrecerrados (Yurani) alcanzaba a leer las figuras de vapor impregnadas en el aire. Vio pasar dos gallinazos y no le resultó extraño que volaran tan despacio. Algo como un latido de estrellas invisibles, en contraste con una extraña sensación de tranquilidad en su pecho, lo obligó a creer que había muerto. (Yurani). Un avión perforó el tejido del cielo nublado y él, en su delirio, percibió el aliento de sus turbinas derritiendo los lunares de su cara, y entonces se aferró desesperado al suelo como si estuviera pegado del techo, balanceándose a punto de caer.
Pero luego las nubes, la tranquilidad, Yurani...
Tuvo que esperar a que el mundo dejara de dar vueltas para poder abrir los ojos por completo y sentarse sobre el pavimento. Su casco salió rodando como una tortuga muerta y la motocicleta, que yacía a pocos metros, aún ronroneaba, agonizando. Quiso respirar profundo, pero sus pulmones eran dos globos pinchados y lo que le salió, en cambio, fue un estornudo violento que le quemó la garganta. Aquello que parecía un rumor de olas encarcelado en una concha de caracol era en realidad el reguero de preguntas de los testigos. Con las piernas extendidas, se quedó sentado y se acarició la frente con ambas manos. Bajo las mangas de su chaqueta negra, un calorcito viscoso exploró el vello de sus brazos y él se fue percatando poco a poco del aguijón incrustado, como un vidrio roto, en el hueso del codo derecho. El dolor era tan fuerte que no pudo alargar el brazo y tuvo que emplear el otro para examinarse. Nunca pensó que sus músculos fueran tan blandos, que su cuerpo habituado al ejercicio y a las peleas callejeras fuera tan frágil. "Bueno", pensó, "no hay fracturas... bueno". Se asustó al creer que el arma también se había caído, pero no. Ni la cadena de plata, ni la billetera de cuero ni el revólver oscuro se habían ido al suelo. "No, gracias, yo puedo solo", le dijo a la persona que quiso ayudarlo. No supo si era un hombre o una mujer, porque el mundo seguía dando vueltas y los colores de la calle eran una sopa de imágenes que emborrachaban el viento. Gateó hacia el sitio donde estaba el casco y, luego de ponérselo de cualquier manera, sin atar las correas bajo la barbilla, se arrastró en dirección a la moto y apagó sus jadeos mecánicos. "Y todo por esquivar una puta piedra", pensó. Logró incorporarla como pudo sobre sus dos ruedas y se valió de ella, al mismo tiempo, para ponerse de pie. Sabía que los pocos testigos lo miraban sin saber qué hacer, impotentes ante su terquedad por no dejar que lo ayudaran.
—¿Quiere que llame a...?
—¡No! Gracias, no.
Tuvo que empujar la motocicleta (se situó a un lado y la tomó del manubrio) y lo peor de todo era que le faltaban quince cuadras para llegar a su casa. Recordó a medias (Yurani) que, mientras se hallaba en un barrio lejano, atendiendo uno de aquellos asuntos exclusivos para hombres como él, alguien le dio un aviso importante. Tenía que ser importante puesto que, de lo contrario, no se habría quedado estático durante varios minutos junto a la fuente apagada del parque, a la sombra de los guayabos, como siempre le sucedía cuando algo lo preocupaba. Se subió después a la moto y partió en una forma tan súbita que ni él mismo se dio cuenta, recorrió las calles como si los demás vehículos no existieran, ignoró semáforos y señales y estuvo a punto de atropellar a varios peatones despistados. Tomó un par de atajos —el parque repleto de niños que corrieron al verlo y un pasaje comercial plagado de compradores que se tiraron al suelo sin soltar sus paquetes— y faltó poco para quedar estampillado en el parabrisas de una buseta cuyo conductor, asustado, solo atinó a gritarle: "¡Loco hijueputa!". Pero luego apareció la piedra, quiso hacer una finta para no pisarla y los que estaban en la tienda bebiendo gaseosa y escuchando una canción vallenata lo vieron volar sin destreza y dar vueltas y trompicones sobre el asfalto, al tiempo que la moto vomitaba chispas detrás de él.

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Los pasos de la furia I: "Importante"
ActionUn sicario recibe un aviso anónimo: algo importante ha ocurrido en su casa. Encontrará varios obstáculos en el camino antes de hallarse de frente con la verdad