Bianca–
El sol se empezaba a meter por el horizonte, oscureciendo en sincronía el interior de la gran habitación, la cálida luz tenue del atardecer comenzaba a embestir la habitación y la fiesta tomaba más protagonismo. Me quede parada frente a los grandes ventanales de aquella sala observando los reflejos de las personas a través del vidrio, me distrajo tanto aquella contemplación que apenas note cuando alguien se recargo en la pared de un lado. <<Enrico>>. Su simple presencia me ponía nerviosa, estaba ahí callado, imponente e indescifrable. Le mire apenas sin voltearme, me intimidaba de una manera que
no entendía pero era una sensación que me gustaba. Aunque entre nosotros no había ningún tipo de relación, siempre que le tenía cerca sentía algún tipo de conexión, mi corazón se acelaraba y toda clase de emociones se disparaban dentro de mí. Enrico era el mejor amigo de mis hermanos y mano derecha de mi familia. Quizá era el conjunto de todos esos factores los que nos impedían algún tipo de relación, no éramos amigos, podría decir que nuestra relación es un constante desafío mutuo. Enrico saco de su chaqueta negra de cuero una caja de metal y acto seguido un cigarro, observe por el rabillo del ojo cada movimiento que hizo, desde como sujeto el cigarrillo entre sus dedos y se lo llevo a sus labios hasta como lo encendió. Sin pensarlo demasiado le arrebaté la cajetilla de metal y cogí uno. —Y ¿cómo piensas prenderlo? —me
interrumpió. Sí me ibas a robar así, debiste haber cogido también este —. Mascullo
irónicamente enseñándome el encendedor. Joder— Pensé. Me mordí el labio inferior con fuerza y le fulminé con la mirada. Aunque tenía razón, no iba a dársela— Antes de pensar en nada, un par de manos se acercaron a mí encendiendome el cigarrillo. Damiano. Sus ojos azules me miraron traviesamente, algunos mechones de su cabello castaño le caían en el rostro, llevaba un cuello de tortuga negro en conjunto con un saco, aquel atuendo le afinaba aún más el rostro. Damiano era no era precisamente mí amigo, a veces éramos más que amigos por diversión y ya está, era aquel aliado enemigo que mantenías cerca por conveniencia para los negocios. Subitamente otro par de manos me arrastraron tomándome por el brazo, alejándome de Damiano.—¿Qué estás haciendo Bianca? Su pregunta pareció más como una advertencia.
—Suéltame. —Dije tirando de mi brazo. Sentí como sus dedos se apretaban un poco más en mi piel antes de atrapar mi cuerpo contra la pared y el suyo. Y como cada parte de mi ser se tensaba.
—Sabes que no me gusta Damiano. Sabes que no nos gusta Damiano, corrigió rápidamente. Una sonrisa irónica se trazó en mi rostro, había quedado en evidencia, aquello era personal aunque cambiará las palabras. Estaba a punto de darle un rodillazo en la entrepierna cuando lo impidió al tiempo en que
su cuerpo se volvía a presionar con más fuerza contra el mío para limitar mis movimientos. Por alguna razón aquello me resulto excitante. He de reconocer qué Enrico siempre me atrajo con fiereza de modo que resultaba abrumador, pero al mismo tiempo le odiaba por darme señales confusas e idescifrables. Espabila. —Me dije a mí misma. Le encare intentando no perderme en sus penetrantes ojos cafés.
—¿Y por qué debería importame —Dije, rodando los ojos.
—No me provoques, Bianca. —advirtió.
—¿O qué? —le desafíe. —No es mi problema si no os parece, tampoco es de vuestra incumbencia. Cogí todas las fuerza que pude y le intente apartar empujándole. Abrí mi camino hasta volver encontrarme con Damiano. Me acerque a él y me senté sobre sus piernas a propósito, todavía con la mirada de Enrico sobre cada uno de mis movimientos.
Los brazos de Damiano rodearon mi cintura, ciñiendome contra su pecho. Una de sus manos subió por mi cuello, despejandome los mechones de cabello para dejarlo al descubierto, sus labios se presionaron contra mí cuello, dando todo un espectáculo. Mis respiración se volvío más pesada y aunque quise dejarme llevar por un momento, no pude evitar sentirme un tanto incómoda por estar montando aquel teatrito frente a todas esaspersonas, me gustaba llamar la atención, sí, pero no demasiado. Damiano estaba apuntó de llevar sus labios contra los míos cuándo sentí un súbito arrebato.–Se acabó.–gruñó la voz de Enrico. –Nos vamos. Ni siquiera tuve tiempo de asimilar lo qué acaba de pasar. Enrico se limitó a mirar a Damiano y me llevó arrastras de aquel salón. Me aventó contra el asiento del copiloto de su lujoso buggati chiron y sin importarle azotó la puerta. Me sentía rabiosa.
Enrico–
Apreté los puños de mis manos y descargue mi enojó contra la puerta de mi auto, estaba furioso pero no con Bianca o al menos no del todo, estaba furioso conmigo mismo porque ella tenía un poder sobre mí que yo no comprendía, me quitaba el aliento y me volvía loco, apenas era capaz de disimularlo cada vez que la tenía cerca, pero aquella escena con Damiano me había colmado el autocontrol, no podía seguir viendo como era él y no yo en su lugar. Tomé un respiro y entre en el coche, apreté mis manos contra el volante con tanta fuerza que sentía que las venas me iban a reventar.
–No puedes comportarte así enfrente de todos, Bianca. –masculle aparentando los dientes.
–No me digas que puedo o no puedo hacer, Enrico. –Dijo desafiante.
–Yo te diré exactamente qué hacer, te guste o no. Te recuerdo qué cuando no están tus hermanos, eres mi responsabilidad, una muy hostil y molesta. –Replique.
–No soy vuestro perro. No tenias que montar ese teatrito, me se cuidar sola, gilipollas.
Estaba bastante cabreada. Pero me importaba una mierda.
–Te hice una favor, deberías agradecerme. –dije con desdén. –A estas alturas ya estarías en boca de medio Roma por cómo te exhibias con el D'Alessio en aquel salón frente a todos ¿y para qué? Pará qué el imbécil de Damiano alardiara con todos sus amigos y nuestros aliados. No voy a permitir qué estés en boca de todos para que te falten al respeto y dudó mucho que Fabio y Maurizio estén en desacuerdo conmigo.La mitad de lo que dije apenas era la verdad, la verdadera razón por la que había actuado de esa manera era porque estaba celoso. Odiaba tener que reprimir cada sentimiento que Bianca despertaba sobre mí, pero no podía dejarme llevar así de fácil, no cuando sus hermanos eran como primos para mí, ni cuando mi lealtad era un gran compromiso y mis sentimientos no eran una prioridad.