3: EL TESORO.

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En la mañana siguiente, Eric fue con una parte de su tripulación a la equis que daba el mapa. Y, cuando logro llegar, solo pudo ver a una enorme estructura de ladrillos grises. Al entrar al lugar vieron una mesa de piedra la cual estaba siendo empleada por los tres ponis terrestres de madera hueca.

—has llegado —diría uno de ellos.

—¿cómo lo predecimos? —dijo el otro.

—y la oscuridad llegara entonces —hablo esta vez el tercero—, cuando se haga la luz.

Poco le interesaba las esas palabras a Eric. El fue al grano y pregunto: ¿Dónde esta el tesoro?.

—esta bien —uno de los poni de madera se levantó de la mesa. Entonces respondería: el amor es tu pecado, pero tu tesoro también.

Cada palabra aburria y molestaba más y más al Capitán.

—y debido a este puedes morir sin siquiera haber amado —dijo esta vez otro de los ponis proféticos—. Pero cuando llegue el cambio a tu alrededor, veras tu maldad.

—eh aquí tu tesoro —termino el tercer y ultimo poni de madera hueca.

—¿…que? —pregunto Eric, confundido y enojado.

En ese momento los ponis huecos le dijeron: que el tesoro que contenía esta isla, era su sabiduría. También le dijeron que el capitán que había matado estaba en busca de esa isla era porque quería saber cuando iba a morir, pero como sabría el ya, aquel zorro había muerto.

Eric lo había entendido ya. No había un tesoro de riquezas en oro, al menos no más allá del conocimiento, algo super innecesario para el… y demás de que ahora si estaba enojado. —¡captúrenlos y quemen esta maldita isla! —dijo el capitán hervido en sangre—. Y aquellos que le tienen miedo a su muerte no merecen tener una vida —termino.

Los tres ponis huecos de madera trataron de evitar su captura pero no lo habían logrado a pesar de que lucharon, sin embargo aquellos ponis “terrestres” (recordemos que toda la tripulación de Eric eran pegasos sin alas, él se las había arrebatado) consiguieron someterlos y arrastrarlos de regreso hasta el barco del capitán. Y ya antes de zarpar de regreso al mar, la tripulación de Eric hizo lo que este les ordeno: quemar (devastar, destruir) toda la isla. Hundiéndola en el proceso.

✠✠✠

Los tres sacerdotes abordaron el enorme navío cubiertos con sacos sus rostros. No podían ver hacia donde se dirigían más allá de sentir el viento soplando y empujándolos. Así fueron amarrados al mástil del barco, y durante 7 días y 7 noches pasaron frio y hambre y sed. Por todo ese tiempo estos tres seres elementalmente naturales, estos tres seres vivos suplicaban más y más, pero no les hacían caso. Ellos escuchaban perfectamente por lo que sabían que todo el barco a su alrededor se movía y la tripulación nulo caso le hacia. Los tres huecos de madera se entonces lloraron de desesperación.

Fue entonces que la voz de Eric les hablo. Este les dijo: no gasten agua innecesariamente, la van a necesitar.

Pocos después, al fin habían llegado a su destino: la isla la cual había sido conquistada por Eric, la cual era cuidada por otro puñado de ponis pegaso sin alas. Estos los recibieron muy alegres al verlos y dijeron que prepararían un gran festín debido al regreso tan pronto de su capitán a casa pues eso se tenia que celebrar.

Los tres profetas (los ponis de hueca madera) habían sido arrastrados hasta una prisión en la cual no había más que un hoyo en el techo por el cual ellos habían sido arrojados. Aquel seco lugar estaba vacío de una mínima humedad ni siquiera polvo había. Peros los profetas suplicaron por sus vidas, pidiendo un mínimo de agua para seguir viviendo y que si se les permitía tomar un mínimo de agua y seguir con vida servirían eternamente al Capitán Eric.

Sin embargo, este escucho y entonces les repetiría lo que les había dicho en aquella isla: “los que le tienen miedo a la muerte no merecen tener una vida”.

Los ponis de madera le suplican una vez más.

Y como una burla misericordiosa hacia ellos le dijo: absolutamente todo ser vivo necesita agua (algo de liquido) para poder vivir. Entonces continuo esta vez contándoles que una vez el había matado a un ser elemental de fuego y que incluso aquel ente llevaba sangre dentro de él.

Aquella pequeña historia hizo entender a los tres ponis de madera que lo que el terrestre quería era que se mataran entre ellos, sin embargo ellos no lo harían, ya que eran (en sus propias palabras) fuerzas del orden, de la naturaleza misma y que la misma Gaia los había puesto en ese mundo. Sin embargo, pasaban más y más los días, las semanas, los meses, volviéndose menos cuerdos a cada segundo que pasaba así como las débiles a cada momento. Fue hasta que uno de los tres cayeron desmayado al suelo que los otros dos no lo soportaron más y decidieron matarlo con todas las ultimas fuerzas que les quedaban y rápidamente beber su sangre. Pero después de ese mínimo momento de extraña frescura, los dos últimos comenzaron a atacarse hasta que uno mato al otro, y ya solo y sin nadie más a quien matar se abrió a si mismo el pecho y manchando de sangre su pesuña de madera izquierda chupo todo lo que pudo aquel liquido (aquella sangre) suyo, y así una y otra vez hasta que murió también.

FABULAS PONI 4: ARIEL.  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora