6-El reloj vuelve a arrancar

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―Ya te dije que estoy bien ―digo a Levi, preocupado más de lo que debería

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―Ya te dije que estoy bien ―digo a Levi, preocupado más de lo que debería. El accidente en casa de Guilherme ha sido un hito en mi vida.

No puedo decir que he visto la luz ni que San Pedro estaba esperándome en la puerta del Paraíso con su manojo de llaves en la mano.

Lo único que recuerdo de ese nefasta noche es que sentí que tocaba el cielo, pero solo mientras estuve en la terraza de mi primo, junto a esa hermosa mujer que confesó no conocerme.

Por primera vez en mis veinticinco años me sentí atraído por una historia de vida y no por un cuerpo bonito. Y aunque la chica era bella como una piedra preciosa, su conversación fue a otro nivel.

Me sentí a gusto escuchándola, viendo el modo en que su boca se movía sin parar, notando la emoción al hablar de sus padres y de sus proyectos de vida. Ella no buscaba llamar mi atención como las chicas de las que me rodeo.

Sin embargo, no le pregunté su nombre.

¿Para qué? Ella era un ángel sobre esta tierra, ¿para qué corromper su pureza?

Yo no estaba pasando por mi mejor momento emocional; suspendido por cinco fechas por haber insultado al árbitro y al juez de línea por el cobro de una falta en mi contra, el tribunal de disciplina determinó que la sanción debía ser ejemplar.

Tras la expulsión, tomé una ducha fría en el vestuario, cogí mi bolso deportivo y me fui a casa con una ira indescriptible.

Esnifé unas líneas de cocaína que guardaba muy bien en un cajón de mi mesa de noche y la fiesta con mis miserias acabó cuando Levi, mi agente, apareció en mi apartamento y no escatimó en echarme en cara lo problemático que estaba resultándole tapar mi culo.

Llegando a un acuerdo con mi club, Levi acordó que lo mejor sería decir que además de la decisión del tribunal, estaba lesionado. La realidad era otra: mis adicciones empezaban a ser un enorme flagelo en mi vida.

Levi viajó conmigo a Brasil para cuidarme y también, para cuidar sus intereses. Me acompañó a cada salida que tuve, incluso, a los almuerzos con mi madre.

Ella lo adoraba; Levi me había llevado a lo más alto de mi carrera, a conseguir los mejores contratos y era quien lidiaba constantemente con mi absurda rebeldía.

Esta no había sido la excepción.

Viajando tal como lo habíamos proyectado, decidimos que el médico de mi equipo fuera quien me examinara tras lo sucedido en casa de mi primo. Ahora mismo me encuentro sudado, con ganas de tomar una ducha y esperando a que el Dr. Duarte aparezca con mis análisis.

―Tu primo confirmó que se ha encargado de todo ―cuando Levi dice "todo" en realidad se refiere al pago de silencios. Un puñado de invitados se habían atrevido a grabar la disputa que tuve con un idiota que quiso fotografiarme sin mi consentimiento.

"Rafe: corazón carioca" - CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora