Estoy confundida, inquieta y ansiosa. En este momento, no creo tener la paciencia de mi lado.
―Rafe...―lo reprendo.
―Se oye hermoso mi nombre en tus labios ―su piropo es coqueto, sencillo.
De-mo-le-dor.
Se arregla el saco negro que lo viste y noto que sus mejillas se sonrojan del mismo modo que las de aquel muchacho de 25 años que conocí en casa de Guilherme.
―Conque Paloma, ¿eh? ―Señala el cartelito que la organización del centro médico ha adherido en mi pecho.
―Paloma. Sí.
―¿Médica? ¿Cirujana?
―Efectivamente, ambas. ―mi orgullo llena mi pecho y que recuerde esos pequeños detalles de nuestra charla me conmueve ―. A vos te fue bien también.
Se ríe y por un momento creo es una carcajada sincera; sin embargo, hay una sombra que continúa nublando sus ojos naturalmente alegres.
La conversación queda trunca cuando Levi detiene la marcha y un ancho portón de madera y hierro negro ubicado junto a un restaurante de piedra gris, marquesina negra y unos delicados toques en madera lustrosa, se eleva.
―Me trajiste a comer ―Afirmo.
―Vinimos a compartir un almuerzo. Supuse que tendrías hambre.
―Buena idea, pero ¿no es incómodo para vos? Es mediodía, hay mucha gente deambulando a esta hora y sos famoso. ―Parpadea y se queda mirándome por un instante.
―Gracias por la preocupación, minha beleza.
Siento que mi flujo sanguíneo golpea en mis oídos con violencia.
Minha beleza.
Su apodo me hace poner colorada, lo sé. Y aunque trate de disimularlo no podría.
Baja del coche, abre mi puerta y tiende su mano. La agarro y salgo del auto lo más elegantemente que puedo.
Los dos tipos de seguridad que nos seguían ahora mismo están abriendo la puerta trasera del restaurante; entramos y noto que está vacío.
¿No hay nadie almorzando a esta hora?
―Es mío ―él susurra a mi oído por detrás, sobresaltándome. Me detengo repentinamente y choca con mi espalda, causando una simpática colisión ―. No nos molestará nadie, te lo aseguro ―su aliento cálido y mentolado roza mi mejilla y paso saliva por la garganta.
Incapaz de reaccionar quedo a mitad de camino para cuando Rafe me toma de la mano, besa su dorso y se me anticipa, llevándome con él.
―Eles são meus empregados; Dorila, Cae, Isaac, ela é Paloma. Ela minha. ―Me presenta ante una pareja mayor y a un tercer hombre, vestidos con chaquetas negras de cocinero con un bordado que, efectivamente, da nombre al sitio que mencionó Rafe en el coche: "A estrela".
ESTÁS LEYENDO
"Rafe: corazón carioca" - Completa
RomanceRafe era un consagrado jugador de fútbol, millonario e indisciplinado, adorado por los chicos y envidiado por los grandes, hasta que conoció a la chica que salvaría su vida. Años más tarde, cuando la esperanza por encontrarla era casi nula, el ciel...